Se sientan solos o en pareja en casas medio destruidas. Se refugian en sótanos mohosos marcados con tiza que dice “gente bajo tierra”, un mensaje para los soldados que estén luchando ese día. Se aventuran a visitar cementerios y rememorar cualquier otro tiempo que no sea el actual.
Los ancianos ucranianos a menudo son los únicos que permanecen a lo largo de los cientos de kilómetros del frente de batalla en el país. Algunos han esperado toda su vida para disfrutar de sus últimos años, pero se han quedado en el purgatorio de la soledad.
Por Lynsey Addario y Megan Specia | The New York Times
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