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La reina Isabel II murió a los 96 años en su residencia de Balmoral. El mismo año en que celebraba sus 70 años en el trono. Fue la monarca que más tiempo estuvo en el cargo en los mil años de historia de la familia real británica, esquivando crisis sociales, escándalos familiares y crecientes problemas de salud en los últimos años.
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Isabel II también será recordada por ser un ícono de la moda. En sus apariciones públicas se destacó por sus trajes coloridos, por lo general, eran vestidos por debajo de la rodilla y abrigos del mismo tono (una carta de colores que incluyó desde los pasteles hasta los metálicos), sombreros a juego, guantes y carteras de mano de la marca Launer (dicen que tenía más de 200 y que las usaba para enviarles señales a su equipo, como cambiarlo de mano si necesitaba ser rescatada o ponerlo en un lugar específico de la mesa si quería irse pronto).
Su estilo fue un uniforme, una armadura, una protección, que creó para asumir su cargo.
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“Adecuada, serena, impecable, diplomática, elegante; por supuesta, divertida y colorida. Los permisos se los dio a través del color. Fue la forma de expresar esa mujer que había debajo de la cara sin expresión de la reina Isabel II”, así define Tatiana Moreno, asesora de imagen, el estilo de la monarca.
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En los primeros años al frente de la corona, la reina se destacó por utilizar un estilo juvenil, acorde con su edad y, según Jeniffer Varela, investigadora de moda, se decantaba por los estampados y los sombreros. “Elementos que no fueron muy bien recibidos para la época. Le costó trabajar en su estilo. Después, se fue por los colores sólidos y un estilo más sobrio. No se sabe qué fue lo que la llevó a usar los tonos vivos por los que la conocemos, pero se asume que los usaba para destacarse entre la multitud”.
En esa misma línea Lays Balli, periodista de moda, aseguró que gracias al equipo de personas encargadas de planificar cada uno de sus atuendos, la reina usó la moda a su favor, “en el sentido de que cumplía siempre una función: hacerla notar, por eso, los colores vibrantes que siempre vestía. Así la viera de lejos, usted siempre sabía que esa figura, vestida enteramente en el mismo color, era la reina”.
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Moreno agregó que el estilo de la reina, por el rango que implicaba y por como fue educada, era muy elegante. “Un estilo con líneas verticales y cargado de color, el permiso que toda la vida se dio para expresarse desde lo estiístico. La reina nunca se cohibió con ningún color. A lo largo de los años usó pintas en distintos tonos, desde los pasteles, metálicos, vibrantes hasta, incluso, algunos con una tonalidad más subida”, comentó Moreno.
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Sus infaltables
La reina utilizó trajes y vestidos simples y monocromáticos que contrastaban con las joyas reales. “Ese contraste permitió dar una sensación de estabilidad, unidad y esperanza, lo que ella representaba para el Reino Unido. Era un vestuario inteligente porque sabía llegarle y ser cercana a la gente”, mencionó Moreno.
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Fiel a su país, la mayoría de los proveedores de sombreros, paraguas, guantes, zapatos y bolsos eran ingleses, la excepción a esta regla, según cuenta Balli, eran los pañuelos que usaba en la cabeza para los momentos en que no estaba cumpliendo labores reales. “Se inclinó siempre por la marca francesa Hermés, los llevaba cuando montaba a caballo, paseaba con su imponente legión de corgis y cuando salía a caminar. Motivos florales, ecuestres, paisley y muchos más hacían parte de su colección”.
De acuerdo con Balli, solo uso tres modelos de bolsos a lo largo de su reinado, “ninguno le permitía llevar más de 4 cosas adentro y ninguna de esas era una billetera, ni un teléfono”. Se cree que llevaba mentas o pañuelos.
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Los mensajes que enviaba con su ropa
La reina evitaba hacer comentarios políticos. Sin embargo, utilizó su vestuario para enviar mensajes, como llevar un trébol irlandés y sus más de 200 broches, “estos siempre mandaban un mensaje e iban a tono con el momento”, dijo Balli.
Para el jubileo de platino sacaron una pieza que representaba los 70 años que llevaba en el reinado. “Las tiaras y broches que usaba en sus apariciones públicas, en su mayoría, fueron herencias familiares”, explicó Varela.
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En la pandemia, por ejemplo, la reina dio un discurso vestida de color verde pastel en señal “de esperanza y diciéndole, con la ropa, a los británicos que todo estaría bien”. A pesar de la “suntuosidad” de las joyas de la corona que usaba, siempre supo mantener un equilibrio con las prendas que se ponía “manteniendo una imagen cercana. La gente la quería mucho y el mantener esa imagen equilibrada y que representaba esperanza le funcionó toda su vida”, afirmó Moreno.
Sus diseñadores de confianza
Norman Hartnell diseñó el vestido de novia de Isabel II y el traje de coronación. “Hecho de seda color marfil, bordado con 10.000 perlas y tachonado de cristales, deslumbró al pueblo británico recién salido de la Segunda Guerra Mundial cuando se casó con Felipe en 1947″, recordó la AFP.
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Angela Kelly fue la modista encargada de que la reina estuviera perfecta durante más de dos décadas. En 2002 se convirtió en su estilista personal. La reina, según Grant Harrold, un mayordomo de la familia real, no tenía reglas escritas en su vestuario. Sin embargo, sí se tenían que cumplir etiquetas y protocolos.
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De acuerdo con la revista Vogue británica, antes de confeccionar la ropa, la Reina aprobaba cada boceto y muestra de tejido. Le interesaban mucho los tejidos, “en particular la seda de Singapur. Se sabe que durante sus visitas a Singapur, los comerciantes locales llevan sus productos al aeropuerto a su llegada. La reina ojeará y hará su selección, y las compras se recogerán en su regreso a casa. Su Majestad, que es increíblemente decidida, rara vez cambia de opinión sobre un atuendo que haya aceptado previamente. La monarca incluso se maquilla ella misma todos los días y para todos los eventos reales (la filmación del mensaje de Navidad de la Reina es la única excepción)”.
Un dato curioso: en 2018, Isabel II asistió a su primera Semana de la Moda de Londres, una de las cuatro semanas de la moda más importantes del mundo, y se sentó al lado de Anna Wintour, editora en jefe de la edición estadounidense de Vogue.
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