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“¡Viva Cataluña libre!”, lanzó ante miles de seguidores el líder independentista Carles Puigdemont, en una breve reaparición el 8 de agosto en Barcelona tras casi siete años de haber huido de España, antes de esfumarse pese al amplio dispositivo policial desplegado para detenerlo. Con esta aparición, el político, de 61 años, retó a la justicia frente a una orden de arresto que tiene pendiente en su contra, en su intento por reavivar el movimiento independentista.
Rápidamente, la policía catalana, los Mossos d’Esquadra, activó el dispositivo “Jaula” con controles en varias vías de salida de la capital catalana para tratar de localizar al líder independenitsta, sobre quien pesa una orden nacional de detención acusado de malversación.
Un agente de los Mossos fue detenido por presuntamente colaborar en la huida al prestar el vehículo en el que habría escapado Puigdemont tras dar su discurso en el escenario dispuesto cerca del Parlamento catalán, dijo a AFP un portavoz del cuerpo de policía, sin dar más detalles.
“No sé cuánto tiempo va a pasar hasta que volvamos a vernos, amigos y amigas, pero pase lo que pase cuando nos volvamos a ver espero que podamos volver a gritar juntos bien fuerte (...) ¡Viva Cataluña libre!”, lanzó Puigdemont ante cerca de 3.000 de sus simpatizantes, quienes coreaban “¡presidente, presidente!” agitando banderas independentistas.
“Me ha gustado mucho su tono, nada exaltado, y me ha emocionado verlo”, confío Albert, un manifestante barcelonés en la cincuentena que no quiso dar más detalles.
Cinco minutos duró su discurso allí. Luego miles de personas lo acompañaron en su intención de llegar al parlamento regional, donde está prevista la sesión de investidura del socialista Salvador Illa como nuevo presidente autónomo de Cataluña.
En ese caso, el pleno podría ser aplazado o suspendido, lo que podría retrasar la investidura de un gobierno socialista en Cataluña y poner en peligro la frágil alianza del gobierno nacional con Junts, de la que depende para el apoyo legislativo.
El político huyó a Bélgica hace siete años tras fracasar su intento de secesión y desde entonces vive en el exilio, anunció el 7 de agosto que había iniciado su “viaje de regreso”, diciendo que seguía comprometido a asistir a la sesión del jueves del Parlamento regional, que se reúne para jurar al nuevo líder de la región tras las elecciones de mayo, en las que el partido Junts de Puigdemont quedó en segundo lugar.
“Que para hacerlo me arriesgue a una detención arbitraria e ilegal evidencia la anomalía democrática que tenemos el deber de denunciar y combatir”, dijo en un vídeo publicado en las redes sociales.
Puigdemont podría afrontar su detención por un delito de malversación pendiente, que él niega, si intenta pasar el filtro de agentes de los Mossos d’Esquadra en la única entrada habilitada al Parlamento catalán, en el centro de Barcelona.
La ultraderechista Vox tenía previsto celebrar una contra protesta a las puertas del Parlamento. Su secretario general, Ignacio Garriga, dijo en la X que “no toleraremos la humillación de ver entrar en el Parlamento a un delincuente y prófugo de la Justicia”.
Tanto el Partido Popular como el ultraderechista Vox criticaron que aún no se le haya detenido, e incluso varios líderes populares urgieron la dimisión de Sánchez.
El obstinado independentista catalán
Cuando Carles Puigdemont era periodista y viajaba al extranjero solía llegar de noche a los hoteles porque era más fácil que un conserje inexperto aceptara su falso documento de identidad catalán y así no tener que usar el carnet español.
Esta anécdota, contada por él mismo en 2016 en la presentación de su libro en catalán “Cata...què?”, sobre la visión que la prensa internacional tiene de Cataluña, ilustra su obsesión, hasta los últimos gestos, por la independencia.
Puigdemont volvió a colarse en el centro de la vida política española hace un año para negociar hábilmente, a cambio del apoyo de su partido al socialista Pedro Sánchez para asegurarle un nuevo mandato, una ley de amnistía para los independentistas catalanes, que debería haberlo tenido a él como principal beneficiado.
Pero el 1 de julio el Tribunal Supremo determinó que, a diferencia de otros separatistas que sí se han beneficiado, no podía favorecerse de esta ley en el delito de malversación que pesa sobre él.
Nacido el 29 de diciembre de 1962 en Amer, un pueblo idílico, de montaña y campanario, con 2.200 habitantes, a 100 km al norte de Barcelona, Puigdemont es el segundo de ocho hermanos.
Está casado con una periodista rumana y es padre de dos niñas. Toca la guitarra, y formó parte de un grupo de rock en su juventud del que “afortunadamente no queda ninguna grabación”, bromeó él mismo.
Estudió filología catalana y antes de dedicarse profesionalmente a la política fue periodista, redactor jefe del diario en catalán “El Punt”, director de la Agencia Catalana de Noticias (ACN) e impulsor de “Catalonia Today”, un diario sobre Cataluña en inglés.
En 2011 fue elegido alcalde de Girona por el partido nacionalista Convergència i Unió, y era prácticamente un desconocido en España cuando, en enero de 2016, una serie de carambolas lo propulsaron inesperadamente al frente del gobierno catalán.
“Aceptó, por responsabilidad y por independentista, más que por gusto o por ambición”, explicó uno de los miembros de su gobierno, Santi Vila, en su libro de memorias.
Desde su posición, Puigdemont protagonizó uno de los momentos más trascendentales de la España contemporánea, cuando proclamó unilateralmente en octubre de 2017 una independencia de Cataluña que nunca se materializó.
“No hay un botón que pulsándolo te salga una república”, lamentó más tarde, en una entrevista con la AFP en 2018.
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