Putin intentó equilibrar a Europa, ahora busca desestabilizarla con Ucrania
Con la crisis de este invierno por Ucrania, Putin está asumiendo sin rodeos algo que había evitado durante mucho tiempo: la hostilidad con toda Europa.
Max Fisher / The New York Times
Durante gran parte de sus 22 años en altos cargos, Vladimir Putin ha trabajado para equilibrar cuidadosamente la posición de Rusia en Europa. Se congraciaba con algunas capitales mientras intimidaba a otras, y buscaba la integración económica mientras criticaba los valores europeos.
Incluso después de que la anexión de Crimea en 2014 hundió las relaciones, y Moscú hostigó a algunos países europeos con una campaña a gran escala de desinformación y varios sobrevuelos militares que casi se convierten en accidentes, se acercó a otros, si no para persuadirlos exactamente, al menos para mantener abiertos los canales diplomáticos.
Pero, con la crisis de este invierno por Ucrania, Putin está asumiendo sin rodeos algo que había evitado durante mucho tiempo: la hostilidad con toda Europa.
Cuanto más responden los gobiernos europeos a las amenazas de Moscú con refuerzos militares dirigidos hacia el este y promesas de sanciones económicas, ocultando sus profundos desacuerdos internos, Putin responde con mayor intensidad. Y en vez de enfatizar la diplomacia entre las capitales europeas, en gran medida las ha pasado por alto para llegar a Washington.
El cambio es un reflejo de la percepción que tiene Moscú de los gobiernos europeos, a quienes considera títeres estadounidenses a los que hay que hacer a un lado, así como la afirmación de Rusia como una gran potencia que se encuentra a horcajadas sobre Europa en vez de ser un vecino inusualmente poderoso. También muestra la ambición de Rusia de ya no simplemente administrar, sino rehacer por completo el precepto de seguridad europea.
Pero al buscar la dominación del viejo continente, aunque solo sea en el tema de las relaciones con Ucrania, “existe el riesgo de unir a Europa, de amplificar más voces y capitales agresivas”, dijo Emma Ashford, quien estudia temas de seguridad europea para Atlantic Council, un centro de investigación.
“Y existe el riesgo de que Estados Unidos vuelva a entrar, aunque Rusia está tratando de expulsarlos de Europa”, agregó Ashford sobre la estrategia de Moscú.
Putin no ha renunciado por completo a Europa. El viernes, conversó por teléfono con Emmanuel Macron, el presidente de Francia. Y aún podría retirarse de la crisis a tiempo para rescatar las relaciones europeas, o tratar de hacerlo cuando las cosas se calmen.
Sin embargo, si persiste con su estrategia, los analistas advierten que esa postura podría dejar a Europa más militarizada y más dividida, aunque con un este aliado de Moscú mucho más pequeño y débil que el de la Guerra Fría.
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Un eje Moscú-Washington
El Kremlin ha señalado una y otra vez que, si bien sus preocupaciones con respecto a Ucrania fueron las que lo trajeron a este punto, busca algo más amplio: un retorno a los días en que el precepto de seguridad en Europa no se negociaba entre docenas de capitales, sino que se decidía entre dos grandes potencias.
“Al igual que a fines de la década de 1960, la interacción directa entre Moscú y Washington podría brindar un marco político para una futura distensión”, escribió Vladimir Frolov, analista político ruso, sobre las ambiciones de Moscú.
Esto no es del todo una cuestión de arrogancia o ambición de gran poder. También refleja la creciente creencia en Moscú de que este acuerdo, en efecto, ya es un hecho.
En 2014, después de que Rusia anexó Crimea e invadió el este de Ucrania, situación que fue castigada con sanciones económicas por parte de los gobiernos occidentales, la crisis debía resolverse con negociaciones entre Moscú y Kiev, París y Berlín.
Aunque Washington presionó, instó a que el asunto se dirimiera entre los europeos, con la esperanza de que se lograra un equilibrio estable en el continente.
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Pero, aunque el documento de los llamados acuerdos de Minsk satisfizo nominalmente las demandas rusas, el Kremlin terminó creyendo que Ucrania se había echado para atrás. La conclusión en Moscú, alrededor de 2019, fue que “los Estados europeos no están dispuestos o no son capaces —quizás no son capaces— de obligar a Kiev a cumplir con el acuerdo”, declaró Ashford.
“Fuera de París y Bruselas, todo el mundo está buscando el liderazgo de Estados Unidos con bastante desesperación en esta crisis”, dijo esta semana Jeremy Shapiro, director de investigación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en una conferencia de la Institución Brookings.
“Todo esto significa que la opinión de Rusia de que Europa es un títere de Estados Unidos está algo validada y en realidad no es necesario enfrentarlos por separado”, agregó.
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Restablecimiento de Europa
Aunque el plan exacto de Putin para Ucrania sigue siendo, en apariencia, un misterio, ha enfatizado que su agenda incluye a Europa en su conjunto.
En las crisis pasadas relacionadas con Ucrania, el objetivo de Rusia se ha centrado por completo en ese país, en gran medida para evitar que se alinee con Occidente. Trató de evitar la provocación de una oposición europea, e incluso intentó conseguir la ayuda de Europa para proteger sus intereses en Ucrania.
Ahora, tal vez como resultado de que su coerción centrada en Ucrania no ha logrado sus objetivos, Moscú exige una reforma a la arquitectura de seguridad de la propia Europa, poniendo fin o incluso revirtiendo la expansión de la OTAN hacia el este.
Tal cambio, sin importar cómo se produjera, implicaría alterar las reglas que han gobernado Europa desde el final de la Guerra Fría. Y significaría formalizar una línea entre el oeste y el este, y otorgarle a Moscú el dominio en este último.
En otras palabras, en lugar de tratar de gestionar el orden en Europa después de la Guerra Fría, Moscú quiere derrocarlo. Y eso se ha traducido en intentos de coaccionar no solo a Ucrania, sino a Europa en su conjunto, haciendo que un enfrentamiento con el continente no solo sea tolerable sino también un medio para un fin.
“El Estado con más poderío militar del continente no se ve a sí mismo como una parte interesada en la arquitectura de seguridad de Europa”, escribió Michael Kofman, académico sobre Rusia en el centro de investigación CNA, en un ensayo publicado esta semana para el sitio War on the Rocks.
Más bien, como resultado de que Moscú sacuda esa infraestructura o incluso trate de derribarla, dijo Kofman, “la seguridad europea sigue siendo mucho más inestable de lo que parece”.
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Un futuro dividido
La disposición de Putin a aceptar un conflicto amplio con Europa podría fortalecer su posición en Ucrania al demostrar que está dispuesto a arriesgar incluso la ira colectiva del continente para procurar sus intereses allí.
No obstante, sin importar lo que suceda en Ucrania, afianzar una relación hostil entre Rusia y Europa los lleva por un camino que conlleva incertidumbre y riesgo para ambos.
También existe un riesgo para Estados Unidos: ser arrastrado mucho más a una parte del mundo a la que esperaba restarle importancia para centrarse, en cambio, en Asia.
A más corto plazo, una Europa dividida pareciera arriesgarse a provocar exactamente lo que Moscú ha tratado de evitar durante mucho tiempo: más poder estadounidense en el este de Europa y una mayor unidad europea, aunque sea a regañadientes, contra Rusia.
“La estrategia que el Kremlin está tomando respecto a Europa en este momento, en apariencia, al menos en mi opinión, parece bastante torpe”, comentó Ashford.
La posibilidad más preocupante, a decir de algunos analistas, no es que Putin esté exagerando o que no vea estos inconvenientes —aunque cualquiera de las dos opciones podría ser cierta— sino que esto se trate de una decisión deliberada de su parte: dividir a los países europeos en su contra por el bien de sus intereses en Ucrania.
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Durante gran parte de sus 22 años en altos cargos, Vladimir Putin ha trabajado para equilibrar cuidadosamente la posición de Rusia en Europa. Se congraciaba con algunas capitales mientras intimidaba a otras, y buscaba la integración económica mientras criticaba los valores europeos.
Incluso después de que la anexión de Crimea en 2014 hundió las relaciones, y Moscú hostigó a algunos países europeos con una campaña a gran escala de desinformación y varios sobrevuelos militares que casi se convierten en accidentes, se acercó a otros, si no para persuadirlos exactamente, al menos para mantener abiertos los canales diplomáticos.
Pero, con la crisis de este invierno por Ucrania, Putin está asumiendo sin rodeos algo que había evitado durante mucho tiempo: la hostilidad con toda Europa.
Cuanto más responden los gobiernos europeos a las amenazas de Moscú con refuerzos militares dirigidos hacia el este y promesas de sanciones económicas, ocultando sus profundos desacuerdos internos, Putin responde con mayor intensidad. Y en vez de enfatizar la diplomacia entre las capitales europeas, en gran medida las ha pasado por alto para llegar a Washington.
El cambio es un reflejo de la percepción que tiene Moscú de los gobiernos europeos, a quienes considera títeres estadounidenses a los que hay que hacer a un lado, así como la afirmación de Rusia como una gran potencia que se encuentra a horcajadas sobre Europa en vez de ser un vecino inusualmente poderoso. También muestra la ambición de Rusia de ya no simplemente administrar, sino rehacer por completo el precepto de seguridad europea.
Pero al buscar la dominación del viejo continente, aunque solo sea en el tema de las relaciones con Ucrania, “existe el riesgo de unir a Europa, de amplificar más voces y capitales agresivas”, dijo Emma Ashford, quien estudia temas de seguridad europea para Atlantic Council, un centro de investigación.
“Y existe el riesgo de que Estados Unidos vuelva a entrar, aunque Rusia está tratando de expulsarlos de Europa”, agregó Ashford sobre la estrategia de Moscú.
Putin no ha renunciado por completo a Europa. El viernes, conversó por teléfono con Emmanuel Macron, el presidente de Francia. Y aún podría retirarse de la crisis a tiempo para rescatar las relaciones europeas, o tratar de hacerlo cuando las cosas se calmen.
Sin embargo, si persiste con su estrategia, los analistas advierten que esa postura podría dejar a Europa más militarizada y más dividida, aunque con un este aliado de Moscú mucho más pequeño y débil que el de la Guerra Fría.
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Un eje Moscú-Washington
El Kremlin ha señalado una y otra vez que, si bien sus preocupaciones con respecto a Ucrania fueron las que lo trajeron a este punto, busca algo más amplio: un retorno a los días en que el precepto de seguridad en Europa no se negociaba entre docenas de capitales, sino que se decidía entre dos grandes potencias.
“Al igual que a fines de la década de 1960, la interacción directa entre Moscú y Washington podría brindar un marco político para una futura distensión”, escribió Vladimir Frolov, analista político ruso, sobre las ambiciones de Moscú.
Esto no es del todo una cuestión de arrogancia o ambición de gran poder. También refleja la creciente creencia en Moscú de que este acuerdo, en efecto, ya es un hecho.
En 2014, después de que Rusia anexó Crimea e invadió el este de Ucrania, situación que fue castigada con sanciones económicas por parte de los gobiernos occidentales, la crisis debía resolverse con negociaciones entre Moscú y Kiev, París y Berlín.
Aunque Washington presionó, instó a que el asunto se dirimiera entre los europeos, con la esperanza de que se lograra un equilibrio estable en el continente.
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Pero, aunque el documento de los llamados acuerdos de Minsk satisfizo nominalmente las demandas rusas, el Kremlin terminó creyendo que Ucrania se había echado para atrás. La conclusión en Moscú, alrededor de 2019, fue que “los Estados europeos no están dispuestos o no son capaces —quizás no son capaces— de obligar a Kiev a cumplir con el acuerdo”, declaró Ashford.
“Fuera de París y Bruselas, todo el mundo está buscando el liderazgo de Estados Unidos con bastante desesperación en esta crisis”, dijo esta semana Jeremy Shapiro, director de investigación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en una conferencia de la Institución Brookings.
“Todo esto significa que la opinión de Rusia de que Europa es un títere de Estados Unidos está algo validada y en realidad no es necesario enfrentarlos por separado”, agregó.
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Restablecimiento de Europa
Aunque el plan exacto de Putin para Ucrania sigue siendo, en apariencia, un misterio, ha enfatizado que su agenda incluye a Europa en su conjunto.
En las crisis pasadas relacionadas con Ucrania, el objetivo de Rusia se ha centrado por completo en ese país, en gran medida para evitar que se alinee con Occidente. Trató de evitar la provocación de una oposición europea, e incluso intentó conseguir la ayuda de Europa para proteger sus intereses en Ucrania.
Ahora, tal vez como resultado de que su coerción centrada en Ucrania no ha logrado sus objetivos, Moscú exige una reforma a la arquitectura de seguridad de la propia Europa, poniendo fin o incluso revirtiendo la expansión de la OTAN hacia el este.
Tal cambio, sin importar cómo se produjera, implicaría alterar las reglas que han gobernado Europa desde el final de la Guerra Fría. Y significaría formalizar una línea entre el oeste y el este, y otorgarle a Moscú el dominio en este último.
En otras palabras, en lugar de tratar de gestionar el orden en Europa después de la Guerra Fría, Moscú quiere derrocarlo. Y eso se ha traducido en intentos de coaccionar no solo a Ucrania, sino a Europa en su conjunto, haciendo que un enfrentamiento con el continente no solo sea tolerable sino también un medio para un fin.
“El Estado con más poderío militar del continente no se ve a sí mismo como una parte interesada en la arquitectura de seguridad de Europa”, escribió Michael Kofman, académico sobre Rusia en el centro de investigación CNA, en un ensayo publicado esta semana para el sitio War on the Rocks.
Más bien, como resultado de que Moscú sacuda esa infraestructura o incluso trate de derribarla, dijo Kofman, “la seguridad europea sigue siendo mucho más inestable de lo que parece”.
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Un futuro dividido
La disposición de Putin a aceptar un conflicto amplio con Europa podría fortalecer su posición en Ucrania al demostrar que está dispuesto a arriesgar incluso la ira colectiva del continente para procurar sus intereses allí.
No obstante, sin importar lo que suceda en Ucrania, afianzar una relación hostil entre Rusia y Europa los lleva por un camino que conlleva incertidumbre y riesgo para ambos.
También existe un riesgo para Estados Unidos: ser arrastrado mucho más a una parte del mundo a la que esperaba restarle importancia para centrarse, en cambio, en Asia.
A más corto plazo, una Europa dividida pareciera arriesgarse a provocar exactamente lo que Moscú ha tratado de evitar durante mucho tiempo: más poder estadounidense en el este de Europa y una mayor unidad europea, aunque sea a regañadientes, contra Rusia.
“La estrategia que el Kremlin está tomando respecto a Europa en este momento, en apariencia, al menos en mi opinión, parece bastante torpe”, comentó Ashford.
La posibilidad más preocupante, a decir de algunos analistas, no es que Putin esté exagerando o que no vea estos inconvenientes —aunque cualquiera de las dos opciones podría ser cierta— sino que esto se trate de una decisión deliberada de su parte: dividir a los países europeos en su contra por el bien de sus intereses en Ucrania.
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