Putin y las tradiciones rusas
Los nombres de Pavel Grudinin, Sergey Baburin y Ksenia Sobchak posiblemente no le suenen. Es normal. En el momento en el que lea esto serán algunos de los candidatos derrotados en las elecciones presidenciales rusas.
Miguel Benito - Especial para El Espectador
También puedo decirle que el ganador es Vladimir Putin. Y escribo esto cuando aún faltan horas para la jornada electoral. Las votaciones no cambiarán este vaticinio nada arriesgado.
El 18 de marzo de 2018 Putin renueva su magistratura al frente de Rusia. El Día del Padre. Y el simbolismo no le queda mal. es el arquitecto, el padre, de esta Rusia que no diré que sea nueva; más bien todo lo contrario. Desde el año 2000, Putin se ha esforzado por limitar la influencia estadounidense y expandir la rusa. Poco a poco. Con paciencia y consciente de sus recursos. Consciente de las tradiciones de su país y de los usos y costumbres respecto al poder de la cultura política rusa. El proyecto es profundamente tradicional: repite prácticas conocidas en tiempos de los zares y de los líderes de la Unión Soviética.
Para fomentar cierta forma de orgullo nacional, Putin se ha apoyado en el tradicionalismo social ruso. El nacionalismo, la religión ortodoxa y el autoritarismo social se han hecho patentes. En ese proyecto, el deporte ha sido una pieza clave, como imagen de poder, renovación y pujanza. Mucho esfuerzo se ha invertido en volver a situar a los deportistas rusos en la élite, aunque eso haya supuesto programas sistemáticos de dopaje.
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En paralelo, Putin se ha dedicado a concentrar el poder, afianzar el control —directo o a través de concesiones a amigos y aliados— de los principales recursos económicos. Acosar, perseguir, encerrar y, llegado el caso asesinar a los políticos, periodistas, etc. recalcitrantes en sus críticas y oposición al orden de las cosas. Ser opositor en Rusia cuesta un alto precio. Sirvan los nombres de Boris Nemtsov y Anna Politkovskaya de ejemplo.
En la acción internacional, los primeros desafíos le llegaron a Putin por la tendencia centrífuga de territorios rusos y soviéticos. Y en Chechenia, Putin constató la necesidad de modernizar y fortalecer sus fuerzas armadas, al tiempo que comprobó que la comunidad internacional se olvida rápido de las violaciones a los derechos humanos. Por muy aparatosas que puedan llegar a ser. Bajo esa lógica, Tras ordenar su espacio cercano, Putin ha ido ampliando su rango de acción de la política internacional. Ha ido afinando sus instrumentos y ha ganado en confianza para usarlos. Ucrania, Siria y la reciente muestra del nuevo arsenal muestran esa vocación inequívoca de seguir ampliando esferas de influencia.
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Putin aprendió a mirar el mundo desde la perspectiva de un miembro de la comunidad de inteligencia soviética durante la Guerra Fría y lleva cerca de 18 años intentando rehacer aquel mundo en el que se siente cómodo. El envenenamiento en territorio británico de Sergei V. Skripal y su hija recuerda el asesinato de Alexander Litvinenko (en 2006) y ambos son dignos de cualquier novela de John Le Carré. Además, Putin ha logrado adaptarse al mundo de las nuevas tecnologías y aprovecharlo para perturbar, obstruir e interferir en el funcionamiento de las sociedades abiertas. Los hackers y bots han sido instrumentos tan útiles como baratos para fomentar las tensiones entre sus aliados.
Pero en todos los casos (dopaje, corrupción, represión de las formas de oposición interna, asesinatos, violaciones a los derechos humanos, uso de armas químicas, etc.) Putin se ha salido con la suya y eso no le ha supuesto grandes gastos. Ha conseguido que Rusia parezca de nuevo una superpotencia, aunque sus recursos reales aún están muy lejos de esa condición.
La siguiente fase de su gobierno, si sigue como hasta ahora, tenderá a que la diferencia entre la pretendida imagen de superpotencia y sus realidades se reduzcan. Putin tiene un plan y lo sigue metódicamente. Mientras tanto, el 43 % de los altos funcionarios de la Casa Blanca han abandonado sus cargos en la administración Trump. Lo contrario a estabilidad o continuidad. La Unión Europea afronta cada nueva elección de uno de sus miembros bajo la posibilidad de interferencia rusa. Putin tiene un plan. Seguir las tradiciones ruso-soviéticas.
* Historiador e internacionalista. @mbenlaz
También puedo decirle que el ganador es Vladimir Putin. Y escribo esto cuando aún faltan horas para la jornada electoral. Las votaciones no cambiarán este vaticinio nada arriesgado.
El 18 de marzo de 2018 Putin renueva su magistratura al frente de Rusia. El Día del Padre. Y el simbolismo no le queda mal. es el arquitecto, el padre, de esta Rusia que no diré que sea nueva; más bien todo lo contrario. Desde el año 2000, Putin se ha esforzado por limitar la influencia estadounidense y expandir la rusa. Poco a poco. Con paciencia y consciente de sus recursos. Consciente de las tradiciones de su país y de los usos y costumbres respecto al poder de la cultura política rusa. El proyecto es profundamente tradicional: repite prácticas conocidas en tiempos de los zares y de los líderes de la Unión Soviética.
Para fomentar cierta forma de orgullo nacional, Putin se ha apoyado en el tradicionalismo social ruso. El nacionalismo, la religión ortodoxa y el autoritarismo social se han hecho patentes. En ese proyecto, el deporte ha sido una pieza clave, como imagen de poder, renovación y pujanza. Mucho esfuerzo se ha invertido en volver a situar a los deportistas rusos en la élite, aunque eso haya supuesto programas sistemáticos de dopaje.
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En paralelo, Putin se ha dedicado a concentrar el poder, afianzar el control —directo o a través de concesiones a amigos y aliados— de los principales recursos económicos. Acosar, perseguir, encerrar y, llegado el caso asesinar a los políticos, periodistas, etc. recalcitrantes en sus críticas y oposición al orden de las cosas. Ser opositor en Rusia cuesta un alto precio. Sirvan los nombres de Boris Nemtsov y Anna Politkovskaya de ejemplo.
En la acción internacional, los primeros desafíos le llegaron a Putin por la tendencia centrífuga de territorios rusos y soviéticos. Y en Chechenia, Putin constató la necesidad de modernizar y fortalecer sus fuerzas armadas, al tiempo que comprobó que la comunidad internacional se olvida rápido de las violaciones a los derechos humanos. Por muy aparatosas que puedan llegar a ser. Bajo esa lógica, Tras ordenar su espacio cercano, Putin ha ido ampliando su rango de acción de la política internacional. Ha ido afinando sus instrumentos y ha ganado en confianza para usarlos. Ucrania, Siria y la reciente muestra del nuevo arsenal muestran esa vocación inequívoca de seguir ampliando esferas de influencia.
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Putin aprendió a mirar el mundo desde la perspectiva de un miembro de la comunidad de inteligencia soviética durante la Guerra Fría y lleva cerca de 18 años intentando rehacer aquel mundo en el que se siente cómodo. El envenenamiento en territorio británico de Sergei V. Skripal y su hija recuerda el asesinato de Alexander Litvinenko (en 2006) y ambos son dignos de cualquier novela de John Le Carré. Además, Putin ha logrado adaptarse al mundo de las nuevas tecnologías y aprovecharlo para perturbar, obstruir e interferir en el funcionamiento de las sociedades abiertas. Los hackers y bots han sido instrumentos tan útiles como baratos para fomentar las tensiones entre sus aliados.
Pero en todos los casos (dopaje, corrupción, represión de las formas de oposición interna, asesinatos, violaciones a los derechos humanos, uso de armas químicas, etc.) Putin se ha salido con la suya y eso no le ha supuesto grandes gastos. Ha conseguido que Rusia parezca de nuevo una superpotencia, aunque sus recursos reales aún están muy lejos de esa condición.
La siguiente fase de su gobierno, si sigue como hasta ahora, tenderá a que la diferencia entre la pretendida imagen de superpotencia y sus realidades se reduzcan. Putin tiene un plan y lo sigue metódicamente. Mientras tanto, el 43 % de los altos funcionarios de la Casa Blanca han abandonado sus cargos en la administración Trump. Lo contrario a estabilidad o continuidad. La Unión Europea afronta cada nueva elección de uno de sus miembros bajo la posibilidad de interferencia rusa. Putin tiene un plan. Seguir las tradiciones ruso-soviéticas.
* Historiador e internacionalista. @mbenlaz