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Reino Unido, Bélgica, Francia, Alemania y ahora España: cada vez más países europeos reportan casos de “pinchazos” (neddle spiking, en inglés) a mujeres en lugares públicos, principalmente discotecas y bares. Este es un fenómeno que ha dejado a las autoridades desconcertadas, pues no han identificado puntualmente qué hay detrás de todo esto. ¿Qué es lo que se sabe? El Espectador le explica.
¿Qué son y cómo comenzaron los “pinchazos”?
En 2021, cuando la vida nocturna comenzó a retornar a los países europeos más afectados por la pandemia, un reportaje de The New York Times puso el ojo sobre unas denuncias cada vez más comunes en Reino Unido: las mujeres aseguraban haber sido “pinchazadas” con una aguja muy delgada mientras se encontraban de fiesta. A los pocos minutos se encontraban adormecidas o desorientadas. Al día siguiente, no recordaban qué era lo que había pasado.
Para las organizaciones feministas, esta podría ser una nueva forma de sumisión química, un método que usan los agresores para someter con drogas a sus víctimas y facilitar abusos sexuales u otros delitos. Usualmente, este método de abuso se ejecutaba poniendo sustancias alucinógenas en las bebidas de las mujeres.
Según una investigación de la BBC en 2019, la policía de Inglaterra y de Gales reportó 2.600 informes de manipulación de bebidas a las espaldas de las mujeres en un periodo de cuatro años. Sin embargo, causó sorpresa que ahora se estuvieran reportando casos de inyecciones directas a las víctimas. Solo entre septiembre de 2021 y enero de 2022, la policía registró 1.300 intentos de drogar a mujeres que salían de fiesta. Las denuncias se fueron extendiendo por más países de Europa. En Francia se reportaron más de 1.000 casos. España prendió las alarmas en las últimas semanas, cuando comenzó la temporada de vacaciones.
¿Cómo han sido los casos en España?3
Las primeras denuncias llegaron tras las últimas fiestas de San Fermín. Las autoridades de varias provincias ibéricas recogieron testimonios de mujeres que aseguraron ser “pinchazadas” con una aguja, y luego comenzaron a experimentar mareo y somnolencia. Sin embargo, en ninguno de los casos reportados hubo abuso sexual u otros delitos como robos.
Las autoridades lucen desconcertadas porque no saben quiénes están detrás de los “pinchazos” y qué motivación tienen, pero, sobre todo, no encuentran explicación a los mareos de las mujeres, pues no se han identificado drogas en la mayoría de mujeres “pinchadas”, ni en España ni en otros lugares.
“No estamos encontrando ninguna droga dentro de las personas que podamos clasificar como una droga empleada para inyectar”, dijo Laura McLuckie, superintendente de la policía escocesa.
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¿Técnica de terror sexual o problema infraestimado?
Medios españoles han mostrado que hay escepticismo frente a estas denuncias. La jefa de análisis de Energy Control, Mireia Ventura, un reputado laboratorio en materia de drogas en el país, le dijo a El Confidencial que temía que “los que más miedo meten (sobre el caso) son los medios de comunicación”.
“No negamos que existan las agresiones con algo punzante, pero esta historia de que están inoculando drogas con una jeringuilla en las discotecas nos suena fantasioso, hay varias piezas que no encajan”, dice Ventura.
Según publicaciones de internet, a las víctimas se les estaría administrando benzodiazepinas, éxtasis líquido o ketamina. Ventura dice que son sustancias que han de ser administradas de modo intramuscular, por lo que se necesita una aguja muy gruesa que debe ser clavada varios centímetros bajo la piel y que tiene que ser administrada lentamente. La operación, dice, tomaría unos 20 segundos.
En cuanto al éxtasis líquido, la experta dice que es una sustancia demasiada viscosa como para inyectarla con facilidad, mientras que la ketamina es muy “aparatosa”, pues produce temblores y alucinaciones. “Ningún agresor se arriesgue con esa sustancia”, manifiesta la experta, quien no es la única que pone interrogantes sobre este fenómeno.
“Es realmente difícil clavar una aguja en alguien sin que se dé cuenta, especialmente si tienes que mantenerla durante el tiempo suficiente, tal vez 20 segundos, para inyectar suficiente droga para causarles estos efectos”, explicó el científico Guy Jones de The Loop, una ONG británica dedicada a testear drogas.
El coordinador del grupo de Toxicología de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), Guillermo Burillo, le dijo a El Diario que “a cantidad que habría que inocular para anular a la víctima es de unos 5 centímetros cúbicos, imposible de administrar con sólo un pinchazo”, opina el doctor. Con dosis menores, los efectos de estas drogas son parecidos a los del alcohol (mareo, dificultad en el habla y debilidad)”.
“Lo único que podría causar este efecto con poca exposición serían unas benzodiacepinas nuevas, muy potentes, que son usadas en anestesia veterinaria para sedar elefantes y rinocerontes”, dijo el doctor, agregando que estas son muy difíciles de conseguir. Solo quedan más interrogantes sobre este fenómeno: ¿cuál es el motivante de los pinchazos?
“Cualquiera que crea que fue drogada mientras estaba de marcha debe ser tomada en serio y sus afirmaciones investigadas a fondo. Sin embargo, una ola reciente de noticias que involucran jeringas tiene todas las características de un pánico social”, escribió Robert Bartholomew en la revista Psychology Today.
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Para Ana Burgos, investigadora del observatorio sobre violencia sexual Noctámbulas, hay que evitar difundir el mensaje de miedo y alarmismo. Como el resto de expertos, pide prudencia a la hora de abordar este tema, más cuando puede ser un caso de “terror sexual”.
“El terror sexual sirve para que las mujeres tengamos estresores constantes. No te olvides de tener miedo. Si estás en una aplicación para ligar, te pueden violar. Si sales de fiesta, te pueden pinchar. El miedo es una estrategia que usa el patriarcado para mantenernos en el lugar que cree que nos corresponde. Sumisas y sin libertad sexual”, reflexiona Maria Sellés, coordinadora de la cooperativa feminista AADAS (Associació Assistència Dones Agredides). Es un planteamiento que encuentra respaldo en la teoría de violencia simbólica de la antropóloga Rita Segato, como señala El Diario.
“La violencia sexual persigue la sumisión social de la mujer y el mantenimiento de una posición de poder del hombre, que se demuestra en tanto que puede agredir sin tocar”, destaca El Diario.
Otros expertos, como el presidente de Semes en Madrid, el Dr. Juan Armengol, dicen que todo este fenómeno y la sumisión química es un problema infraestimado.
“Entre el 35 y el 40% de las mujeres que viven en países desarrollados como el nuestro, a lo largo de su vida sufrirán una agresión sexual asociada a la administración de sustancias, sea de forma oportunista o inducida. Es una realidad, pero el número de denuncias es muy bajo para el potencial número de casos”, declaró en el portal Con Salud.
Pese a las reservas que hay sobre la investigación, los expertos coinciden en que lo más preocupante, más allá de que se usen o no drogas, es la posibilidad de que las jeringas puedan contagiar a las mujeres de enfermedades como VIH o hepatitis, por lo que piden continuar prestando atención al tema.
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