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La crisis no empezó ni ayer, ni hace una semana, ni hace un mes. Si somos precisos, el conflicto ruso-ucraniano lleva décadas, incluso siglos, gestándose. Sin embargo, vamos a devolvernos a un punto clave en esta historia: 2013.
Luego de la caída de la Unión Soviética, Kiev se acercó a la Unión Europea para beneficiarse de su zona de libre comercio y circulación de ciudadanos. El coqueteo llegó a su punto más relevante en 2012, cuando se elaboró un acuerdo de asociación entre Ucrania y Bruselas. Pero dicho romance no le gustaba para nada al Kremlin ruso, quien presionó al presidente ucraniano de aquel entonces, Viktor Yanukóvich, para suspender el acuerdo cuando solo faltaba su firma a finales de 2013.
La suspensión del acuerdo entre Ucrania y la UE de manera tan repentina enfureció a gran parte de la ciudadanía, que salió a las calles ucranianas a exigir que se retomara el diálogo. Las protestas fueron bautizadas como el Euromaidán por su índole europeísta y nacionalista, y solo concluyeron hasta que Yanukóvich dimitió de su cargo. A partir de allí, las relaciones entre Kiev y Moscú solo empeoraron.
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