¿Qué viene tras el reconocimiento ruso de Donetsk y Lugansk?
No es la primera vez que Rusia reconoce la soberanía de territorios en disputa. Ya había sucedido en Osetia del Sur y Abjasia, separatistas de Georgia. Eso, sin embargo, no implicó una anexión por parte de la Federación Rusa.
Jamás Vladimir Putin había expresado tan abiertamente su deseo de recomponer el imperio ruso como en su alocución de este lunes. Durante casi una hora, como nunca, puso en tela de juicio la legitimidad de Ucrania como país, incluso la calificó de “error histórico de Vladimir Lenin”. “Delirante”, “polémico”, “peligroso” son algunos de los adjetivos que han usado los analistas en Occidente para referirse a su discurso, en el que reconoció la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, que conforman la cuenca del Donbas, autoproclamadas desde 2014.
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Jamás Vladimir Putin había expresado tan abiertamente su deseo de recomponer el imperio ruso como en su alocución de este lunes. Durante casi una hora, como nunca, puso en tela de juicio la legitimidad de Ucrania como país, incluso la calificó de “error histórico de Vladimir Lenin”. “Delirante”, “polémico”, “peligroso” son algunos de los adjetivos que han usado los analistas en Occidente para referirse a su discurso, en el que reconoció la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, que conforman la cuenca del Donbas, autoproclamadas desde 2014.
Sin embargo, decir que estamos frente a un episodio sin precedentes puede ser relativo, pues no es la primera vez que Rusia reconoce la independencia de territorios en disputa. Y frente a la tentación de comparar la coyuntura con lo sucedido con Crimea en 2014, cuando la península se adhirió a la Federación, también es preciso decir que no estamos frente a una anexión inminente de la región ucraniana de Donbas. Para Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario, hay al menos tres escenarios posibles. El primero podría resumirse como la eventual división de Ucrania y, en consecuencia, una recomposición de la geografía de la región, como en su momento ocurrió, guardando las proporciones, con la disolución de Yugoslavia.
Por otro lado tenemos el antecedente de Georgia, que desde 2003 manifestó su intención de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), algo que el Kremlin rechazó, como lo hizo recientemente con la misma aspiración por parte de Ucrania. Cinco años después, cuando estalló el conflicto armado entre Georgia y los territorios prorrusos de Osetia del Sur y Abjasia, Rusia reconoció (al igual que ahora) la independencia de estas regiones. De forma similar a la actual, la Federación envió “tropas pacificadoras” a los territorios separatistas, sin que esto implicara una anexión.
Para Vladimir Rouvinski, profesor de la Universidad Icesi, dicha adhesión constituiría una “violación de la integridad de Ucrania”, lo que elevaría la posibilidad de una guerra que sería costosa y desastrosa tanto para Rusia como para Occidente.
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Un tercer escenario, que Jaramillo no descarta, es una nueva negociación entre las potencias. Y es que no hay que olvidar que la reciente escalada de las tensiones entre Rusia y Occidente, particularmente Estados Unidos y la OTAN, ha sido leída en clave de un pulso que ningún actor se puede dar el lujo de perder.
Así lo señala Rouvinski, para quien el plan de Putin era presionar a Estados Unidos para replantear las condiciones en las que se venían dando las conversaciones, en las que Occidente parecía haber impuesto las reglas de juego. Y Putin no podía “permitir verse como un perdedor”. Sería una movida para volver a coger la sartén por el mango.
Vale la pena recordar que el presidente ruso ha demandado, por la seguridad de su país, que la OTAN frene su expansión en Europa del Este, garantizando, por ejemplo, que Ucrania no formará parte de la Alianza, petición que Estados Unidos ha rechazado. Ante esta negativa, Putin afirmó que sus demandas no están siendo escuchadas o tomadas en serio por parte de Occidente, que, a su vez, venía exigiendo a Rusia que retire los cerca de 150.000 militares de la frontera con Ucrania.
Para muchos, incluyendo a Estados Unidos, Rusia viene siguiendo un libreto que ha puesto en práctica en el pasado. Esto implica “jugar la carta” de la victimización, mostrando a los rusoparlantes como oprimidos; así lo ha dicho incluso el Departamento de Estado de Estados Unidos. Sin embargo, para Jaramillo, Rusia tiene razones para temer lo que considera una actuación irresponsable por parte de la OTAN, con antecedentes como los bombardeos de 1999 en Serbia o las intervenciones en Afganistán e Irak desde principios de este siglo. Es decir, no solo se trata del avance de la OTAN como institución, sino de sus acciones.
Por eso, para algunos analistas no es que Rusia, una potencia nuclear, se viera amenazada por la forma en que Ucrania se está armando, recibiendo arsenal desde otros países, sino que el temor se cierne sobre la población prorrusa en Ucrania. Y aquí sí podría hacerse un paralelo con lo sucedido en Crimea: para Jaramillo, la promesa hecha en 2004 de acercar a Ucrania a la Unión Europea legitimó la “persecución” o “arrinconamiento” de los rebeldes separatistas, que “naturalmente” buscaron apoyo en Rusia.
Rouvinski, por su parte, ve una gran diferencia: la anexión de Crimea sobrevino a un referéndum, proceso para el cual ahora no estarían dadas las condiciones, empezando porque parte de la población ha sido ya evacuada hacia Rusia.
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