Rusia y Ucrania: una guerra sin tregua a la vista
Ni Volodímir Zelenski ni Vladimir Putin quieren encontrar un punto medio. La guerra se ha extendido por más de 22 meses y ha puesto a tambalear al sistema internacional. ¿Qué pasará el próximo año?
María José Barrios Figueroa
En el 2024 se cumplen dos años del inicio de la ofensiva que volvió a poner a Europa como el centro de un enfrentamiento bélico. De un lado, Rusia, apoyada por Corea del Norte, que cada día avanza más y está más segura de la victoria. Por el otro, Ucrania, respaldada por Occidente, pero con serios traspiés en sus esfuerzos militares. Al finalizar el 2023, una tregua todavía no está a la vista y las posiciones de las dos partes están tan en contra como siempre. Es una guerra que todavía no parece tener fin.
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En el 2024 se cumplen dos años del inicio de la ofensiva que volvió a poner a Europa como el centro de un enfrentamiento bélico. De un lado, Rusia, apoyada por Corea del Norte, que cada día avanza más y está más segura de la victoria. Por el otro, Ucrania, respaldada por Occidente, pero con serios traspiés en sus esfuerzos militares. Al finalizar el 2023, una tregua todavía no está a la vista y las posiciones de las dos partes están tan en contra como siempre. Es una guerra que todavía no parece tener fin.
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La guerra se inició en febrero del 2022, con la invasión rusa en territorio ucraniano, y ha puesto a tambalear al sistema internacional. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho que si no se logra la victoria ucraniana, se estará “poniendo en peligro a casi todo el mundo”. El conflicto podría salirle caro a Occidente, como explica Jesús Agreda Rudenko, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario, pues demostraría su incapacidad de hacer frente a “las pretensiones expansionistas e imperialistas de Rusia”.
“Se entiende que, si no se detiene a Rusia en Ucrania, otros países podrían ser el blanco de ataques rusos. Y este es el efecto para el sistema internacional. Creo que no solo Rusia podría iniciar agresiones contra Estados como Moldavia, sino que también se generaría un precedente en el que es evidente que es posible anexarse territorios de otros Estados sin que la comunidad internacional tenga una significativa capacidad de respuesta, siempre y cuando el agresor tenga las capacidades militares significativas”, apunta Agreda.
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Vladimir Rouvinski, director del Laboratorio de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Icesi, complementa que “la guerra está de vuelta como una herramienta de intentar resolver los conflictos territoriales y es un cambio peligroso”.
Si bien la tregua no está cerca, ninguna victoria está cantada. Agreda enfatiza que “siempre ha existido el riesgo de una victoria rusa”, pero “mientras se mantenga un firme compromiso de los Estados occidentales democráticos con Ucrania ese riesgo se reduce mucho”. A diferencia del inicio de la guerra, explica Rouvinski, ahora Putin se enfrenta a una OTAN más amplia y a una Unión Europea (UE) dispuesta a dejar entrar a Ucrania. Otras cuestiones, como los gastos militares, también repercutirían en “la reducción de recursos para áreas como educación y salud”.
Las razones para seguir la guerra se agotan. Para Ucrania, el problema de la fatiga de la opinión pública es cada vez más urgente. Estados Unidos, uno de sus aliados más fieros, no ha sido capaz de garantizarle ayuda económica. La bancada demócrata ha tratado de aprobar en el Congreso un paquete que los republicanos no están dispuestos a ceder. Aún menos con las elecciones presidenciales, pues si sale victorioso el Partido Republicano, más se complicará ese apoyo.
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“Con el paso del tiempo es cada vez más difícil para los Estados democráticos justificar el envío de millones de dólares y euros en ayuda a un conflicto que parece estar estancado”, agrega el profesor Agreda.
Lo que viene para Ucrania no es sencillo. Con una negociación sobre su adhesión a la UE pendiente, tendrá también que convencer a sus donantes de que vale la pena seguir invirtiendo en sus esfuerzos. A esto, según Agreda, se añaden otras situaciones igual de urgentes.
Primero, las elecciones presidenciales. El mandato de Zelenski se acaba y los países de Occidente esperan que reafirme su compromiso democrático organizando los comicios en plena guerra. Sin embargo, “el país simplemente no tiene la capacidad para llevarlas a cabo”, explica Agreda.
Segundo, Ucrania necesita poder demostrar que es capaz de tener una victoria completa, sin necesidad de negociar. No obstante, reclutar integrantes parece ser el problema más complicado de solucionar y “le cuesta mucho más reemplazar sus pérdidas”.
Putin también se enfrenta a elecciones presidenciales. Su imagen es la de un “líder fuerte que no cede a presiones ni se deja intimidar por agentes externos”, por lo que será muy difícil que busque una negociación, que lo debilitaría.
Pero Putin no tiene tantas cosas aseguradas. El costo de vidas es cada vez más grande y también el descontento. El grupo de investigación independiente Russian Field hizo una encuesta sobre la percepción de los rusos sobre la guerra. El 48 % cree que Rusia debería iniciar negociaciones de paz y el 74 % apoyaría una decisión presidencial de firmar un acuerdo con Ucrania “tan pronto como mañana”.
Según Rouvinski, con esta guerra también ha comenzado el downgrading de Putin. Ahora “el mundo es más consciente de lo que representa a Moscú, lo que potencialmente debilita a Putin, ya que muchos actores ahora son conscientes de la necesidad y las debilidades rusas”.
Una negociación es casi imposible. Las posiciones de Zelenski y Putin, de acuerdo con Agreda, son incompatibles. Por un lado, el Gobierno ruso espera cumplir sus objetivos iniciales. Por otro lado, Zelenski ha dicho que solo será posible ir a la mesa de negociación si Rusia detiene la invasión, retira a sus tropas y devuelve los territorios ocupados. Empezar el camino para llegar a un acuerdo solo será posible si alguna de las dos partes recibe presión para hacerlo; de lo contrario, la guerra seguirá.
Lo cierto es que en septiembre del 2023 habían muerto 9.614 civiles como resultado de la guerra y al menos 17.535 resultaron heridos, según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU. El número sigue creciendo. A puertas cerradas, dice Rouvinski, “tanto Ucrania como Rusia tienen fuertes motivos para buscar una tregua, a pesar de que no lo admitan públicamente”.
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