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El próximo 15 de marzo se cumplen siete años de comienzo de la guerra en Siria. Lo que empezó como una serie de protestas callejeras inspiradas por la Primavera Árabe, que en hechos semejantes consiguió la caída de algunos de los regímenes más longevos de la región, como ocurrió en Egipto y en Túnez, para los sirios terminó por transformarse en uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI.
Lo que en un principio fue una confrontación entre las fuerzas fieles al régimen de Bashar al-Asad y los rebeldes que querían arrebatarle el poder, pronto se complicó todavía más con la intervención de grupos yihadistas, entre los cuales, el que quizás sea más reconocido por el impacto que han tenido sus ataques en Occidente, es el autoproclamado Estado Islámico.
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El Estado Islámico llegó a controlar vastas áreas del territorio sirio, lo que no tardó en usarse como excusa para que países como Rusia y Estados Unidos intervinieran en la guerra, aunque en bandos opuestos: el mandatario ruso, Vladimir Putin, encabeza a los países que respaldan las operaciones de Bashar al-Asad, acompañado por Irán y recientemente Turquía. Por su parte, Estados Unidos lidera una coalición conformada por varios de sus aliados europeos y Arabia Saudita e Israel, dos países que terminaron arrastrados en la guerra para evitar que su enemigo jurado, Irán, aproveche el conflicto sirio para ganar terreno en la región.
El 2017 terminó con el Estado Islámico expulsado de sus grandes bastiones en Siria, pero la guerra está lejos de terminar. “Nunca había sido un conflicto tan internacional”, dijo el experto en el conflicto sirio Faysal Itani al explicar la escalada de acciones durante el mes de febrero: primero, Turquía invadió la región de Idlib con la excusa de liberarla de fuerzas kurdas, uno de los aliados más importantes de EE.UU. contra Al-Asad. El 13 de febrero se reportó la muerte de un numeroso grupo de mercenarios rusos en un ataque fallido contra una base controlada por los estadounidenses. También este mes, el ejército sirio derribó un avión de Israel, un país con el que los ánimos ya estaban caldeados por la reciente intromisión de una aeronave de guerra no tripulada de origen iraní en su territorio. Ante todo esto vale la pena preguntarse: ¿Quiénes son y qué buscan los países que hoy operan en territorio sirio?
-Estados Unidos-
Durante la administración Obama, la ofensiva militar estadounidense tenía dos frentes: el Estado Islámico y el régimen de Al-Asad. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca solo hubo un cambio en las formas: hasta 2017, EE.UU. había intervenido en la guerra brindando apoyo logístico y mediante operaciones con aviones no tripulados. Trump optó por medidas menos discretas. En abril de 2017, tras un ataque químico contra civiles que se atribuyó al régimen de Al-Asad, respondió con el ostentoso lanzamiento de 59 misiles contra una base aérea controlada por el régimen. También optó por armar a las milicias kurdas para respaldar sus operaciones. El objetivo sigue siendo el mismo: derrocar a Al-Asad.
-Turquía-
En 2015, Turquía derribó un avión ruso en la frontera con Siria. Putin describió el evento como “una puñalada en la espalda”, pero las diferencias parecen haber quedado atrás. Rusia fue uno de los pocos países que respaldaron a Turquía cuando a comienzos de febrero desplegó a sus tropas y realizó bombardeos en el norte de Siria. “El verdadero objetivo aquí es entregarle Afrín a sus verdaderos dueños”, dijo el mandatario turco, Recip Tayyip Erdogan, en referencia a la provincia siria que limita con su territorio y que era controlada por rebeldes sirios, la mayoría pertenecientes a milicias kurdas. Aprovechando el vacío de poder provocado por la guerra, los kurdos anunciaron la creación de una “región federal” que alcanzó a tener su propia constitución. A Turquía le preocupa el fortalecimiento de esa población, que tiene reclamos independentistas en su territorio y ha empleado tanto la política como el terrorismo para alcanzar sus fines.
-Rusia-
Sobre el papel, Rusia está en Siria para luchar contra el Estado Islámico. En los tiempos de la Unión Soviética, Rusia tuvo una fuerte relación con Siria, que sólo se empezó a reconstruir cuando Putin decidió relanzar a Rusia como una potencia global. Al apoyar al régimen sirio, Putin envía un claro mensaje de lealtad a sus aliados, mientras a nivel doméstico trata de controlar una de las amenazas más fuertes que entraña la guerra siria: el posible regreso de decenas de personas rusas que fueron reclutadas por organizaciones como el Estado Islámico y que podrían regresar a territorio ruso una vez termine la guerra.(Lea también: Octubre ha sido el mes más letal de 2017 en Siria con 3.369 muertos)
-Irán e Israel-
Desde el comienzo de la guerra, Irán se puso del lado de Al-Asad patrocinando milicias chiitas provenientes de Afganistán, Pakistán, Líbano. Para Israel, que comparte frontera con Siria, el riesgo de la presencia iraní cada vez más cerca de su territorio es inaceptable. Este domingo, durante una conferencia de seguridad realizada en Múnich, el primer ministro israelí, exhibió parte de un dron iraní derribado este mes en su espacio aéreo. El episodio vino después de que el ejército sirio derribara un avión de combate israelí. En ese momento, según los reportes de la prensa oficial rusa, Putin logró disuadir a Benjamin Netanyahu de llevar a cabo un ataque a gran escala en territorio sirio, al menos por ahora.