Siria: pesadilla sin fin
Guta Oriental es el último bastión de la provincia de Damasco que queda bajo control de los rebeldes. Por eso Bashar al-Asad lanzó la ofensiva final: desde el domingo pasado caen diariamente 300 bombas, que lo han destrozado todo. Testimonios desesperados del horror.
redacción internacional
Nada apaga el infierno de Guta Oriental: desde el domingo, cuando el régimen de Bashar al-Asad comenzó lo que parece ser la ofensiva final, las bombas no dejan de caer. Esta población rural, la única de la provincia de Damasco aún bajo control de los rebeldes, es señalada de ser un “nido de terroristas”. Dice el gobierno sirio que desde ahí, grupos radicales lanzan mortíferas granadas que causan terribles destrozos. Por eso decidió desde hace cinco años rodearla con sus tropas y acabar, a punta de bombas, con hospitales, escuelas y barrios enteros. Para rematar, decidió no permitir la entrada de alimentos y medicinas.
Un plan que le daría en poco tiempo la victoria, como sucedió con otras ciudades controladas por los rebeldes. Pero no con los 400.000 sirios que permanecen en Guta Oriental y que resisten como pueden los salvajes ataques de las tropas sirias que, de acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), han incluido armas químicas. Desde el domingo, Al-Asad desató la carnicería con ataques aéreos y fuego de artillería del ejército, además de misiles, morteros, cohetes tierra-tierra y proyectiles prohibidos en las convenciones internacionales.
Según habitantes de Guta, diariamente caen, en promedio, 300 bombas, que han matado en cinco días a más de 400 civiles, entre ellos 99 niños; cerca de 2.000 personas han sufrido gravísimas heridas, que no pueden ser tratadas porque la ayuda humanitaria fue retenida por los militares. “La necesidad de atención médica y vital ahora en Guta Oriental es la más urgente de la que tenemos noticia desde que empezó la guerra”, explica Lorena Bilbao, responsable de operaciones de MSF en Siria, que denunció que 13 hospitales fueron destruidos o dañados por el fuego.
Ver más: En un mapa: aquí caen las bombas en Siria
Esta campaña aérea es de una intensidad inusual, incluso para un país en el que han muerto 340.000 personas en siete años de guerra, explican analistas. En Duma, principal ciudad del enclave rebelde, unos pocos habitantes se aventuran a salir la calle para comprar comida para sus familias, escondidas en subsuelos, o conocer el estado de salud de sus allegados, según un corresponsal de la AFP en el terreno.
“La ONU dice estar preocupada y pide un alto el fuego, Francia condena, pero al final no nos han aportado nada”, criticó Abu Mustafa, un habitante de Duma que acompañaba a un herido al hospital. “Hay ataques y destrucción a diario, hasta una piedra lloraría con esto, todos los días hay alguien que pierde un allegado”, lamentó el hombre, de 50 años.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha pedido una tregua inmediata. Ángela Merkel, cancillera alemana, reclama el “el fin de esta masacre”. El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, llamó a la comunidad internacional a “terminar con esa monstruosa campaña de aniquilación”. Testimonios de un horror que está lejos de terminar.
“Los disparos no cesan. “Unos 200 cohetes cayeron solamente en Duma el día viernes”, indicó el OSDH, que como en días anteriores teme que este balance aumente. “En la ruta que lleva al hospital de Duma se ven charcos de sangre por todos lados”, indicó un corresponsal de la AFP.
“Lo bombardean todo”
Sarmada, de 30 años, una profesora que vive en Guta, le contó al Periódico.es que está atrapada en un túnel con su familia. Convive hacinada con 60 vecinos en un hueco de 70 metros cuadrados. “No es muy seguro, tenemos miedo de salir a la calle. Lo bombardean todo: hospitales, mercados, médicos, equipos de rescate, calles…. Llevamos cinco años viendo la muerte delante de nuestros ojos, y va a empeorar”.Ver más: De la guerra civil a un conflicto internacional
“Cada minutos hay muertos, esto es insoportable. Después de matarnos de hambre —dice Sarmada—, después de bombardearnos durante tanto tiempo, nadie dejará que Al-asad gane. Vivimos atrapados. No podemos hacer más que pedirle a Dios que nos proteja”, dice Sarmada.
“No los logramos salvar”
Centenares de personas heridas siguen llegando a hospitales improvisados de la región, donde faltan camas y a muchos heridos hay que cuidarlos en el suelo, indicaron periodistas de la AFP. “Hemos recibido a un niño de un año, tenía el cuerpo azul, su corazón apenas latía. Cuando le abrí la boca para ponerle un tubo respiratorio, vi que estaba llena de arena. Había sido evacuado de debajo de los escombros”, explicó el médico Abu Al Yusr a la AFP.“Le saqué rápidamente la arena de la boca, pero había llegado a los pulmones. Los limpiamos y volvió a respirar de nuevo”, dijo emocionado, asegurando que sólo es un caso entre centenares. “Una mujer embarazada de siete meses, que tenía una hemorragia cerebral grave, fue transportada a un hospital de Hamuria. Al final sucumbió a sus heridas y no logramos salvar el feto, no los logramos salvar”, explicó.
“Deben detener este río de sangre”
“Puede que estemos en el mismo escenario de Alepo. Es un asalto en el que se están matando simples civiles. Se está destruyendo todo, incluidos mercados, hospitales y escuelas”, denuncia Abu Bashir al periódico El Mundo, desde el barrio de Saqba, uno de los más golpeados estos días en la que varios testigos han definido como la fase más mortífera en siete años de guerra. “Las organizaciones internacionales son débiles. Son incapaces de ponerse en nuestro lugar”, critica el doctor, mientras dos cazabombarderos sobrevuelan su hogar.“Mis hijos, de tres y dos años, me preguntan por qué nos atacan así. Cuando oyen el ruido de los cohetes se quedan silenciosos, en shock, y vienen corriendo a mis brazos”, dice.
“La comunidad internacional debe adoptar sus responsabilidades. Detener este río de sangre y la hambruna. Son crímenes de guerra”, rogó.
“Tememos de que nuestros hijos queden huérfanos”
Bereen Hassoun, madre y enfermera, se acuesta todas las noches con sus hijos en los brazos. Hace un mes que ella, junto con su familia se mudaron a un resguardo subterráneo, en el que conviven con 50 familias más.“¿Cuál es tu experiencia como madre si tu hijo te pregunta todos los días si vamos a morir?”, lamenta Hassoun, atormentada por esa pregunta que le hacen los niños todas las noches.
“Como madre, vives con el temor constante de que algo le pueda suceder a tu hijo o a tu esposo y uno teme que queden huérfanos si algo me pasa”, dice.
Ver más: Así sobreviven los niños en Guta
“No tenemos tiempo para contar ni enterrar muertos”
La grave situación en Guta se ha extendido a los hospitales, que han sido improvisados como cementerios.“No hay tiempo para enterrar a los muertos. No hay tiempo para contarlos. Hemos tenido que apilar 30 cuerpos en la parte trasera del hospital, cuenta la doctora Armani B. al diario El País de España, desde un hospital, ubicado en un suburbio que ha sido sepultado por las tropas sirias.
Dice la doctora Armani que ante la gran cantidad de muertos que llegan al hospital, los cadáveres deben ser sepultados en fosas comunes. A toda prisa, iluminados con linternas, a los familiares no se les permite ni siquiera hacer su duelo, y despiden rápidamente a sus seres queridos para evitar las bombas.
“Los cadáveres que no pueden ser identificados son fotografiados y el lugar exacto en el que han sido enterrados queda registrado en una libreta”, dice la doctora a El País.
Nada apaga el infierno de Guta Oriental: desde el domingo, cuando el régimen de Bashar al-Asad comenzó lo que parece ser la ofensiva final, las bombas no dejan de caer. Esta población rural, la única de la provincia de Damasco aún bajo control de los rebeldes, es señalada de ser un “nido de terroristas”. Dice el gobierno sirio que desde ahí, grupos radicales lanzan mortíferas granadas que causan terribles destrozos. Por eso decidió desde hace cinco años rodearla con sus tropas y acabar, a punta de bombas, con hospitales, escuelas y barrios enteros. Para rematar, decidió no permitir la entrada de alimentos y medicinas.
Un plan que le daría en poco tiempo la victoria, como sucedió con otras ciudades controladas por los rebeldes. Pero no con los 400.000 sirios que permanecen en Guta Oriental y que resisten como pueden los salvajes ataques de las tropas sirias que, de acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), han incluido armas químicas. Desde el domingo, Al-Asad desató la carnicería con ataques aéreos y fuego de artillería del ejército, además de misiles, morteros, cohetes tierra-tierra y proyectiles prohibidos en las convenciones internacionales.
Según habitantes de Guta, diariamente caen, en promedio, 300 bombas, que han matado en cinco días a más de 400 civiles, entre ellos 99 niños; cerca de 2.000 personas han sufrido gravísimas heridas, que no pueden ser tratadas porque la ayuda humanitaria fue retenida por los militares. “La necesidad de atención médica y vital ahora en Guta Oriental es la más urgente de la que tenemos noticia desde que empezó la guerra”, explica Lorena Bilbao, responsable de operaciones de MSF en Siria, que denunció que 13 hospitales fueron destruidos o dañados por el fuego.
Ver más: En un mapa: aquí caen las bombas en Siria
Esta campaña aérea es de una intensidad inusual, incluso para un país en el que han muerto 340.000 personas en siete años de guerra, explican analistas. En Duma, principal ciudad del enclave rebelde, unos pocos habitantes se aventuran a salir la calle para comprar comida para sus familias, escondidas en subsuelos, o conocer el estado de salud de sus allegados, según un corresponsal de la AFP en el terreno.
“La ONU dice estar preocupada y pide un alto el fuego, Francia condena, pero al final no nos han aportado nada”, criticó Abu Mustafa, un habitante de Duma que acompañaba a un herido al hospital. “Hay ataques y destrucción a diario, hasta una piedra lloraría con esto, todos los días hay alguien que pierde un allegado”, lamentó el hombre, de 50 años.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha pedido una tregua inmediata. Ángela Merkel, cancillera alemana, reclama el “el fin de esta masacre”. El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, llamó a la comunidad internacional a “terminar con esa monstruosa campaña de aniquilación”. Testimonios de un horror que está lejos de terminar.
“Los disparos no cesan. “Unos 200 cohetes cayeron solamente en Duma el día viernes”, indicó el OSDH, que como en días anteriores teme que este balance aumente. “En la ruta que lleva al hospital de Duma se ven charcos de sangre por todos lados”, indicó un corresponsal de la AFP.
“Lo bombardean todo”
Sarmada, de 30 años, una profesora que vive en Guta, le contó al Periódico.es que está atrapada en un túnel con su familia. Convive hacinada con 60 vecinos en un hueco de 70 metros cuadrados. “No es muy seguro, tenemos miedo de salir a la calle. Lo bombardean todo: hospitales, mercados, médicos, equipos de rescate, calles…. Llevamos cinco años viendo la muerte delante de nuestros ojos, y va a empeorar”.Ver más: De la guerra civil a un conflicto internacional
“Cada minutos hay muertos, esto es insoportable. Después de matarnos de hambre —dice Sarmada—, después de bombardearnos durante tanto tiempo, nadie dejará que Al-asad gane. Vivimos atrapados. No podemos hacer más que pedirle a Dios que nos proteja”, dice Sarmada.
“No los logramos salvar”
Centenares de personas heridas siguen llegando a hospitales improvisados de la región, donde faltan camas y a muchos heridos hay que cuidarlos en el suelo, indicaron periodistas de la AFP. “Hemos recibido a un niño de un año, tenía el cuerpo azul, su corazón apenas latía. Cuando le abrí la boca para ponerle un tubo respiratorio, vi que estaba llena de arena. Había sido evacuado de debajo de los escombros”, explicó el médico Abu Al Yusr a la AFP.“Le saqué rápidamente la arena de la boca, pero había llegado a los pulmones. Los limpiamos y volvió a respirar de nuevo”, dijo emocionado, asegurando que sólo es un caso entre centenares. “Una mujer embarazada de siete meses, que tenía una hemorragia cerebral grave, fue transportada a un hospital de Hamuria. Al final sucumbió a sus heridas y no logramos salvar el feto, no los logramos salvar”, explicó.
“Deben detener este río de sangre”
“Puede que estemos en el mismo escenario de Alepo. Es un asalto en el que se están matando simples civiles. Se está destruyendo todo, incluidos mercados, hospitales y escuelas”, denuncia Abu Bashir al periódico El Mundo, desde el barrio de Saqba, uno de los más golpeados estos días en la que varios testigos han definido como la fase más mortífera en siete años de guerra. “Las organizaciones internacionales son débiles. Son incapaces de ponerse en nuestro lugar”, critica el doctor, mientras dos cazabombarderos sobrevuelan su hogar.“Mis hijos, de tres y dos años, me preguntan por qué nos atacan así. Cuando oyen el ruido de los cohetes se quedan silenciosos, en shock, y vienen corriendo a mis brazos”, dice.
“La comunidad internacional debe adoptar sus responsabilidades. Detener este río de sangre y la hambruna. Son crímenes de guerra”, rogó.
“Tememos de que nuestros hijos queden huérfanos”
Bereen Hassoun, madre y enfermera, se acuesta todas las noches con sus hijos en los brazos. Hace un mes que ella, junto con su familia se mudaron a un resguardo subterráneo, en el que conviven con 50 familias más.“¿Cuál es tu experiencia como madre si tu hijo te pregunta todos los días si vamos a morir?”, lamenta Hassoun, atormentada por esa pregunta que le hacen los niños todas las noches.
“Como madre, vives con el temor constante de que algo le pueda suceder a tu hijo o a tu esposo y uno teme que queden huérfanos si algo me pasa”, dice.
Ver más: Así sobreviven los niños en Guta
“No tenemos tiempo para contar ni enterrar muertos”
La grave situación en Guta se ha extendido a los hospitales, que han sido improvisados como cementerios.“No hay tiempo para enterrar a los muertos. No hay tiempo para contarlos. Hemos tenido que apilar 30 cuerpos en la parte trasera del hospital, cuenta la doctora Armani B. al diario El País de España, desde un hospital, ubicado en un suburbio que ha sido sepultado por las tropas sirias.
Dice la doctora Armani que ante la gran cantidad de muertos que llegan al hospital, los cadáveres deben ser sepultados en fosas comunes. A toda prisa, iluminados con linternas, a los familiares no se les permite ni siquiera hacer su duelo, y despiden rápidamente a sus seres queridos para evitar las bombas.
“Los cadáveres que no pueden ser identificados son fotografiados y el lugar exacto en el que han sido enterrados queda registrado en una libreta”, dice la doctora a El País.