Tren de hidrógeno: ¿una respuesta para disminuir las emisiones de CO2?
Este miércoles se inaugura en Alemania una línea ferroviaria que funciona a base de hidrógeno. Esto significa un avance mundial para descarbonizar el transporte por tren. Los trenes de la fábrica Alstom combinan hidrógeno almacenado a bordo con el oxígeno presente en el aire, gracias a una pila de combustible, que produce la electricidad necesaria para asegurar la tracción del convoy.
Este miércoles se inaugura en Alemania una línea ferroviaria que funciona a base de hidrógeno. Una flota de 14 trenes, vendidos por el grupo francés Alstom a la región de Baja Sajonia (norte), remplazará las actuales locomotoras de diésel para cubrir los 100 km de la línea que conecta las ciudades cercanas a Hamburgo.
Los trenes de hidrógeno son una pista privilegiada para reducir las emisiones de CO2, y reemplazar el diésel, que sigue alimentando el 20% de los trayectos por ferrocarril en Alemania.
Esto significa un avance mundial para descarbonizar el transporte por tren. Los trenes del fabricante Alstom combinan hidrógeno almacenado a bordo con el oxígeno presente en el aire, gracias a una pila de combustible, que produce la electricidad necesaria para asegurar la tracción del convoy.
Con su anuncio en 2020 de un plan de inversión de 7.000 millones de euros, Alemania tiene la ambición de liderar en una década la tecnología basada en hidrógeno. Sin embargo, este elemento no está necesariamente exento de carbono. Sólo el hidrógeno verde, fabricado a base de energías renovables, se considera sostenible.
Al mismo tiempo existen otros métodos de fabricación, más habituales, pero emiten gases de efecto invernadero, ya que se basan en energías fósiles.
El instituto de investigación francés IFP, especializado en cuestiones energéticas, explica que actualmente el hidrógeno “procede en un 95% de la transformación de energías fósiles”, y casi la mitad viene de la transformación de gas natural.
Prueba de la escasez del producto es que la línea de Baja Sajonia empleará en un primer momento un hidrógeno resultante de la actividad de la industria química.
Un doble problema, por la contaminación que supone el uso del gas, y por las dificultades de suministro de esta materia prima fósil en Europa, en buena medida dependiente de un gas ruso convertido en arma política por la guerra en Ucrania.
Este miércoles se inaugura en Alemania una línea ferroviaria que funciona a base de hidrógeno. Una flota de 14 trenes, vendidos por el grupo francés Alstom a la región de Baja Sajonia (norte), remplazará las actuales locomotoras de diésel para cubrir los 100 km de la línea que conecta las ciudades cercanas a Hamburgo.
Los trenes de hidrógeno son una pista privilegiada para reducir las emisiones de CO2, y reemplazar el diésel, que sigue alimentando el 20% de los trayectos por ferrocarril en Alemania.
Esto significa un avance mundial para descarbonizar el transporte por tren. Los trenes del fabricante Alstom combinan hidrógeno almacenado a bordo con el oxígeno presente en el aire, gracias a una pila de combustible, que produce la electricidad necesaria para asegurar la tracción del convoy.
Con su anuncio en 2020 de un plan de inversión de 7.000 millones de euros, Alemania tiene la ambición de liderar en una década la tecnología basada en hidrógeno. Sin embargo, este elemento no está necesariamente exento de carbono. Sólo el hidrógeno verde, fabricado a base de energías renovables, se considera sostenible.
Al mismo tiempo existen otros métodos de fabricación, más habituales, pero emiten gases de efecto invernadero, ya que se basan en energías fósiles.
El instituto de investigación francés IFP, especializado en cuestiones energéticas, explica que actualmente el hidrógeno “procede en un 95% de la transformación de energías fósiles”, y casi la mitad viene de la transformación de gas natural.
Prueba de la escasez del producto es que la línea de Baja Sajonia empleará en un primer momento un hidrógeno resultante de la actividad de la industria química.
Un doble problema, por la contaminación que supone el uso del gas, y por las dificultades de suministro de esta materia prima fósil en Europa, en buena medida dependiente de un gas ruso convertido en arma política por la guerra en Ucrania.