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Ucrania: cinco meses de la invasión rusa

Hoy se cumplen cinco meses de la invasión y casi un mes desde la victoria rusa en Severodonetsk y Lisichansk, y el gobierno de Moscú parece ser indetenible en su avance militar y la consolidación de su control sobre la región ucraniana del Donbass, ante los ojos impotentes del sistema internacional. A continuación, se propone revisar algunos elementos de esta invasión, sus implicaciones y generar algunas ideas a futuro.

Jesús Agreda Rudenko*
24 de julio de 2022 - 02:00 a. m.
Una mujer mira después de que su casa fuera bombardeada en el pueblo de Zalissya, región de Kyiv, en medio de la invasión rusa de Ucrania.
Una mujer mira después de que su casa fuera bombardeada en el pueblo de Zalissya, región de Kyiv, en medio de la invasión rusa de Ucrania.
Foto: AFP - SERGEI CHUZAVKOV
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El avance ruso se podría explicar en buena medida gracias a que se ha perfeccionado una estrategia brutal, que explota de manera eficiente los recursos y la ventaja numérica y técnica del ejército ruso. Consolidada por el general Alexander Dvornikov (quien adquirió el título del carnicero de Siria), quien tuvo de manera fugaz a su cargo la “Operación Militar Especial” en Ucrania, implica bombardeos incesantes de artillería, misiles y aéreos, que destruyen indiscriminadamente ciudades enteras y obligan a los defensores sobrevivientes a retirarse ante el avance de infantería. Así, se explota la ventaja de alcance del ejército ruso, que deja a las fuerzas ucranianas en una clara inferioridad y en una situación insostenible de desgaste. La ayuda internacional sigue llegando y los ucranianos están usando con éxito las armas que reciben para contrarrestar el avance; sin embargo, es un logro relativo. Por ejemplo, los sistemas avanzados y precisos como los M142 Himars se han desplegado y están causando un gran impacto que les ha permitido a las fuerzas ucranianas destruir con precisión depósitos de municiones rusas, seis en los últimos días, según la vocera del comando operacional sur ucraniano; pero son solo ocho sistemas en total, y aunque podrían llegar a ser 16, siguen siendo muy pocos. La entrega de armas y municiones de más largo alcance también tiene limitaciones, por el temor de los donantes a que se empleen para atacar objetivos dentro del territorio ruso, escalando el conflicto hasta niveles inesperados. Finalmente, nadie quiere una tercera guerra mundial. Esta situación y el compromiso de las fuerzas ucranianas por defender su patria han permitido frenar, de manera temporal, los avances rusos, pero no permite ganar la guerra ni recuperar lo perdido.

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No se pueden negar de ninguna manera los logros ucranianos al norte, en la región de Jarkiv, que podrían poner en riesgo la línea de suministro del ejército ruso, y al sur, en Jerson, que pueden poner en riesgo el suministro de agua potable para Crimea (anexada por Rusia en 2014), frente a lo que Medvedev, expresidente ruso y vicepresidente del consejo de seguridad, ya ha amenazado con un “juicio final” si la península es atacada. Como conclusión, se evidencia una situación desesperada para el presidente Zelenski, que incluso lo ha llevado a hacer una búsqueda de “traidores” entre sus propias filas, en concreto en el servicio de inteligencia (SBU) y la procuraduría general, llegando a suspender de sus cargos a las respectivas cabezas de las instituciones; uno de los cuales es su amigo de infancia.

Pero, además, los objetivos militares rusos, que de entrada nunca fueron muy claros, se siguen expandiendo, como lo ha dicho Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores, quien afirma que la idea no es solo consolidar el control militar sobre todo territorio del Donbass para las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, sino expandir de manera significativa el control en las regiones de Jerson y Zaporiyia, neutralizando así la supuesta amenaza generada por las armas de mayor alcance que ha adquirido Ucrania. Sin embargo, aquí vale la pena resaltar una clara contradicción entre la definición de objetivos específicos y los bombardeos y ataques indiscriminados contra ciudades y objetivos civiles que están muy lejos del frente y no representan ninguna amenaza para Rusia. Los ataques contra objetivos civiles como el de Vinnytsia (mi ciudad natal), en el que murieron 26 personas inocentes, incluyendo a tres niños, demuestran no solo la barbarie con la que Rusia busca quebrar por completo el espíritu del pueblo ucraniano y de su presidente, sino también la naturaleza completamente indiscriminada de la invasión, que incluso podría apuntar hacia un posible genocidio.

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El costo para Rusia también ha sido muy alto y no solo en vidas de su personal militar y recursos materiales. Para el presidente ruso, se hace cada vez más difícil mantener el discurso de una operación militar especial y con el paso del tiempo es más evidente para los ciudadanos rusos la existencia de una verdadera guerra. Lo que pone a Putin, quien no puede darse el lujo de perder, ante la posibilidad real de llamar a una movilización general, que le daría los recursos humanos para seguir avanzando con su demencial campaña, pero a un enorme costo político de una decisión extremadamente impopular y de un reconocimiento explícito de que el liderazgo político ha tomado decisiones equivocadas. Las sanciones económicas internacionales siguen golpeando la economía rusa, cuyo PIB se espera se contraerá en alrededor del 10 % este año, pero que sigue sobreviviendo gracias a la enorme dependencia energética de varios actores internacionales. Tanto la Unión Europea como otros actores que dependen del gas y el petróleo ruso siguen financiando la guerra y llenando las arcas del Estado con cifras históricas ante un aumento descontrolado de los precios. En el caso concreto de la UE, esta no tiene alternativa al menos por ahora y debe mantener la relación existente hasta que iniciativas como RePower EU empiecen a arrojar resultados, hasta que otros proveedores como Azerbaiyán, Israel o Egipto tengan la capacidad de enviar el gas o Alemania tenga la capacidad de recibir el gas natural licuado, que tanto se necesita y se debe garantizar antes de que llegue el invierno. La situación es tan compleja y confusa que incluso la misma UE ha tenido que violar sus propias sanciones y permitir el envío de repuestos que Rusia dice necesitar para mantener el suministro del gas a través del Nord Stream 1, que ha justificado la reducción del flujo en un 40 % aproximadamente. Al menos para la tranquilidad de la UE, el flujo de gas se está reactivando luego del cierre total por mantenimiento programado, aunque a una capacidad reducida. Pero incluso fuera de ámbitos económicos o energéticos la guerra ha generado resultados inesperados como divisiones políticas en Italia, donde el tema del apoyo a Ucrania es uno de los argumentos del movimiento 5 Estrellas para no apoyar al gobierno de Mario Draghi y llevar a su renuncia.

Se debe resaltar que el conflicto sigue generando enormes implicaciones internacionales, como el fortalecimiento de la OTAN, las presiones inflacionarias globales y el alza en el valor del dólar ante una inminente recesión económica global. Es cada vez más difícil para Rusia seguir negando su responsabilidad en crisis como la de alimentos de los que dependen las vidas de millones de personas, muchos de ellas en África, cuyos gobiernos presionan a Putin a buscar mecanismos para facilitar la salida de grano retenido en Ucrania. En este ámbito ha habido avances e incluso, gracias a la recuperación del control de la Isla Serpiente en el mar Negro, el gobierno de Kiev les ha permitido a sus embarcaciones llevar grano a la desembocadura del Danubio, para que luego sea transportado en barcazas a otros puertos y a partir de ahí puedan llegar a los compradores finales. No es una solución definitiva, pero ayuda a calmar el hambre, estabilizar precios y, a su vez, reactivar la economía y rellenar las arcas del Estado ucraniano, extremadamente agobiado por el costo de la guerra. Un acuerdo entre Rusia y Ucrania como el anunciado es positivo, pero difícil de materializar por la confianza que debe poner el gobierno ucraniano en Rusia, que implica, por ejemplo, desminar los puertos, esperando que no sean atacados. De nuevo, de manera contradictoria con los esfuerzos y objetivos mencionados, se evidencian bombardeos rusos de puertos claves en el proceso de exportación de grano, como Odesa, donde se calculan 22 millones de toneladas de granos represadas. Aparte de esto, los bombardeos y el desarrollo del conflicto han causado incendios en cultivos que ponen en riesgo la cosecha siguiente, esencial para alimentar a millones de personas. Solo hace un día las autoridades ucranianas reportaban la destrucción de 230 hectáreas de cultivos de trigo en los distritos de Beryslav y Henichesk como consecuencia de operaciones militares rusas.

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Si la actualidad no se ve muy bien, lamentablemente el futuro inmediato se ve menos prometedor. Ante la tendencia identificada, Rusia seguirá expandiendo su ataque, con Sloviansk y Kramatorsk como objetivos inmediatos para el control definitivo de la región del Donbass, a los que se suman Jerson y Zaporiyia, lo que implica que seguirán atacando objetivos civiles y destruirán más ciudades. Además, cada vez es más creíble la posibilidad de la realización de referendos en territorios conquistados para consolidar la posición rusa, que los pondría bajo la protección de su sombrilla nuclear, haciéndolos irrecuperables para Ucrania. Incluso para el medioambiente la situación se ve mal, ya que los objetivos ambientales que se habían planteado en el marco de la Unión Europea se vuelven casi inalcanzables debido a la necesidad de reactivar viejas y contaminantes formas de generación a través de la quema del carbón. Como una nota final, aunque se habla de una contraofensiva ucraniana de gran escala, esta sigue siendo solo una ilusión para un país y un pueblo desgastado, que depende enormemente del apoyo internacional, que ojalá se pueda mantener. La guerra que lleva ya cinco meses seguramente tiene un largo y devastador futuro por delante.

* Profesor de la Universidad del Rosario.

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Por Jesús Agreda Rudenko*

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