Un “brexit” a toda costa

Sacar al Reino Unido sin ningún tipo de acuerdo de la Unión Europea es peligroso, pues impactará negativamente la confiabilidad del Reino Unido frente a sus colegas europeos.

Rafael Piñeros*
04 de septiembre de 2019 - 03:00 a. m.
Un “brexit” a toda costa
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Como en una película digna de James Bond, el primer ministro británico, Boris Johnson, se juega su permanencia en el cargo, completar la salida del Reino Unido de la Unión Europea y el futuro del país, todo en poco más de dos meses. Ahora, parece que el brexit es un medio para consolidar la mayoría cada vez más débil del Partido Conservador. 

Todos pensaban que la victoria sobre Jeremy Hunt, hace poco menos de un mes, le auguraba éxito en su empeño de sacar al Reino Unido de la Unión Europea (UE): brexit. La semana pasada, Johnson sorprendió a todos, logrando el apoyo (protocolario) de la reina Isabel II de cerrar el Parlamento con la intención de que sus colegas no tuvieran la posibilidad de debatir de nuevo si el Reino Unido puede salir de la UE sin acuerdo.

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El primer ministro pretende anteponer dos legitimidades que, según él, son opuestas: por un lado, se encuentra la legitimidad del pueblo, que el 23 de junio de 2016 votó por salir del proceso de integración. Por otro, el Parlamento legítimamente elegido se inmiscuye y entorpece esa decisión popular.

En otras palabras, de acuerdo con Johnson, como el Parlamento se convierte en un obstáculo insalvable para concretar la voz del pueblo: hay que cerrarlo y evitar un debate interminable. Margaret Thatcher, histórica líder tory, en los años 80 afirmó que liderar a un país fuerte y glorioso como Reino Unido implica, entre otras cuestiones, ejercer el cargo con una sensación de confiabilidad sobre la política.

Johnson no ofrece esas garantías al amenazar con cerrar el cuerpo colegiado del cual emerge no solo el gobierno, sino gran parte de la confiabilidad del sistema político. Sacar al Reino Unido de la UE sin ningún tipo de acuerdo es peligroso, porque impactará negativamente en la confiabilidad del Reino Unido frente a sus colegas europeos.

No ha habido una decisión en los últimos tres años que no afecte a la poderosa libra esterlina, que no refleje una sensación de desconfianza sobre la política y nerviosismo en la economía, al no tener certeza de qué pasara mañana. 

Ayer en el Parlamento, Boris Johnson sugirió llamar a elecciones rápidas y un diputado le espetó que la luna de miel entre Legislativo y Ejecutivo había terminado. El llamado a elecciones implica utilizar al brexit como un medio para tratar de recuperar su apoyo parlamentario (ayer perdió las mayorías cuando el diputado conservador Phillip Lee se pasó al Partido Liberal Demócrata por no estar de acuerdo con el brexit duro), y no como un punto final que cierre las heridas abiertas por el traumático proceso de salida.

Piensa Johnson que el brexit lo fortalece para tener un mandato fuerte después de la salida del Reino Unido y con ello, eventualmente, firmar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Canadá, India, Australia y muchos otros países de manera independiente.  

En 2017, la entonces primera ministra, Theresa May, quiso hacer la misma jugada y el resultado generó un retroceso para su partido y con ello comenzó el fin de su mandato. Ahora, el actual primer ministro pretende asustar a los parlamentarios, señalando que, si no lo apoyan, la elección será el 14 de octubre, antes de la fecha límite de salida de la UE (31 de octubre) y, aparte, les dice cuál será su estrategia: señalar como traidores a aquellos que se vayan a otras agrupaciones políticas. Puede estar confundiendo medios, fines y estrategias. 

Vea también: Boris Johnson suspende el Parlamento para lograr el brexit que quiere y prometió

Sin duda, el derrotado hasta el momento pareciera ser el Partido Conservador. Por un lado, las divisiones internas no permitieron generar apoyo suficiente para evitar la tortura de la salida bajo el mandato de May. Entonces, Johnson y otros ejercieron de verdugos y ahora son víctimas de miembros de su propio partido, más pragmáticos y dispuestos a negociar con otras fuerzas políticas el respeto por el criticado acuerdo de May y una salida menos traumática.

La rebelión a Johnson someterá este miércoles a votación una ley que obligue a los británicos a pedir un nuevo aplazamiento del brexit; el Primer Ministro respondió que solicitará elecciones anticipadas. Un serie de hechos dejan claro que el Parlamento se hace sentir y que este u otro primer ministro tendrá muy difícil lograr su objetivo de hacer valer el voto popular de 2016 a expensas del histórico y poderoso Legislativo británico.

Ni siquiera en sus horas más oscuras, a Chamberlain, Churchill ni Thatcher se les ocurrió cerrar el Legislativo para aprobar una ley o alcanzar un apoyo político. Estaba en lo correcto John Locke, hace trescientos años, al afirmar que “el poder del Parlamento deriva del pueblo, mediante una donación voluntaria para que haga las leyes, y nada más que eso”. 

*Profesor de la Universidad Externado de Colombia.

 

Por Rafael Piñeros*

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