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Un día a bordo del barco que rescata a migrantes en el Mediterráneo

Ante las pocas opciones legales y seguras que hay para las personas que buscan llegar a Europa, el Mediterráneo se ha convertido en una de las fronteras marítimas más peligrosas del mundo. Stefan Pejović se encuentra actualmente a bordo del Geo Barents, el barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras (MSF), que navega para salvar vidas en el mar. Este es su relato.

Stefan Pejović | Médicos Sin Fronteras
29 de septiembre de 2023 - 08:59 p. m.
Una imagen general de la cubierta del barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras, Geo Barents, que tiene 111 personas a bordo y que navega para salvar vidas en el mar.
Una imagen general de la cubierta del barco de búsqueda y rescate de Médicos Sin Fronteras, Geo Barents, que tiene 111 personas a bordo y que navega para salvar vidas en el mar.
Foto: MSF - Anna Pantelia
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Trabaja seis días y dedica el séptimo a Dios, así lo dice uno de los diez mandamientos. Y lo que presenciamos hace unos días es, en efecto, una historia universal, reducida a un pequeño punto en un gran mar.

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Niñas, niños y hombres estuvieron a la deriva durante seis días completos en el mar Mediterráneo, en algún lugar al sur/sureste de Malta, “por debajo” de Italia y “por encima” de Libia. Niñas, niños y hombres fueron rescatados por nuestro barco, el Geo Barents. Entre ellas, una adolescente que me hizo pensar en que, cuando yo tenía su edad, solía sentarme en un parque a beber vino y tocar guitarra. 49 personas se encontraban a bordo de nuestro barco.

Sin embargo, 50 iniciaron el viaje.

Una ya no está. Se ha ido en silencio, pero no sin sentido.

El viaje

Después de dos días, se les acabaron los sándwiches y el agua. Casi todos eran adolescentes, la mayoría menores de 18 años. Bebieron agua del mar para sobrevivir, algunos de ellos a regañadientes. El hierro caliente del barco en el que viajaban quemó sus extremidades y dejó moretones en sus cuerpos debilitados. Les pregunté si era peor durante el día o la noche. No sabían qué responder: el día era caluroso y difícil; la noche era fría, terrible y oscura. Oscura como las mentes que permiten este tipo de sufrimiento, pensé. No importaba que fueran 50, cuando cada uno sólo tenía sus propios miedos.

Niñas, niños y hombres viajaron durante días de la desesperación hacia la esperanza y luego regresaron de la desesperación a la desesperanza. Del mismo modo que habían viajado durante años y meses desde Gambia –desde donde la mayoría había caminado– hasta Libia y luego hasta Túnez, que es el punto de partida para la ruta marítima. Gambia-Senegal-Mali-Argelia-Libia-Túnez. 6.000 kilómetros. Como caminar de Lisboa a Teherán. Si tienes suerte, podrás subirte a un barco en Libia o en Túnez. Si no es así, te quedas en Libia hasta que de alguna manera ganes dinero para el viaje –y puedes imaginar cómo– o hasta que te mueras.

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Un escape

Uno de los sobrevivientes estuvo detenido durante medio año en una prisión libia. Su crimen: ser africano subsahariano. Durante seis meses no comió nada excepto pan, hasta que logró escapar con un amigo. El amigo recibió un disparo. Él, que pudo escapar, fue ayudado por personas en Libia, más tarde en Túnez, y antes de eso, por argelinos. También le dieron la espalda argelinos, libios, tunecinos. Dice que en todas partes hay gente buena y gente no tan buena, y que les recompensará a todos, individualmente, cuando gane dinero jugando al fútbol. Ese es su sueño, como el de millones de otros adolescentes.

Un hombre, un ser humano

Otro sobreviviente cuenta que antes del viaje su padre le dijo que por encima de todo fuera un hombre y un ser humano. Su madre le dijo que trabajara honestamente, que no pensara en robar, sino que ganara su dinero con trabajo duro y sudor. Esto es lo que me decía mientras hacía un gesto para secarse el sudor de la frente. Dice que ama a su madre, que todos los días lo acompañaba durante kilómetros hasta el autobús, que lo llevaba a la escuela, luego lo recibía y luego lo llevaba a casa a cenar. Dice que su madre trabajó duro para que él pudiera tener buena alimentación y educación. Pero no creo que sea la única razón por la que ame a su madre: también la ama simplemente porque es su madre, a quien extraña, como extraña a su pequeño pueblo y a sus amigos. Las personas que abandonan o pierden su patria están malditas. Es difícil amar realmente a un país extranjero como al propio, y es difícil regresar.

Se cortó el pelo en el barco –organizamos una barbería regularmente, y es un evento muy alegre para todos a bordo–. Bromeé con él porque su corte de pelo no era simétrico. Ambos nos reímos. Aunque realmente no podía reírme, especialmente de él.

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Abe

Otra persona que se encontraba en el barco lloró desconsolada, sincera y profundamente, con las lágrimas de un niño que ha perdido a su mejor amigo.

Al sexto día de travesía en el mar, 50 adolescentes desahuciados vieron una botella de agua flotando junto a su barco. Cansados, hambrientos, con los labios y la garganta quemados, decidieron que dos saltarían para alcanzarla, para salvarse a sí mismos y a los demás. La corriente del mar era demasiado fuerte y entonces dos más saltaron para rescatarlos. Uno de ellos era Abe. Uno volvió al barco; tres de ellos permanecieron en el agua, abrazándose desesperadamente. La corriente se los llevó.

A dos los encontramos. Pero Abe desapareció.

Estaban cerca de la plataforma petrolera. Parecían dos puntos, con pequeños neumáticos negros alrededor de cinturas delgadas, en un gran mar negro e inquieto. Colegas experimentados dicen que sería necesario un milagro para encontrar a una persona en tales condiciones. Y los milagros ocurren.

Abe hizo lo que se propuso: dio su vida por los demás. Los dos que saltaron para tomar la botella y salvar a otros de la muerte por deshidratación se salvaron tras una larga búsqueda. Las niñas, niños y hombres, 49 de ellos, que habían llegado al Geo Barents realizaron una oración colectiva antes de desembarcar: oraban por nosotros para salvar a más personas.

Todavía no sé si su oración es una tragedia o una reflexión acerca de la plenitud de la vida.

Seis días después del rescate, solo sé que Abe encontrará su lugar entre los justos, o como quiera llamarse.

Porque no hay mayor amor que el de una persona que da su vida por sus amigos.

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Algunos nombres fueron modificados para proteger su identidad.

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Por Stefan Pejović | Médicos Sin Fronteras

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