Un Erdogan perpetuado en el poder, una oposición que cambiaría la política turca
Turquía decidirá entre elegir a un nuevo presidente o continuar bajo el mismo mandato de este primer cuarto de siglo. De haber relevo de mando, se espera, entre otras cosas más, un cambio en la política internacional.
María José Noriega Ramírez
Una inflación de las más altas del mundo y una moneda, la lira, que ha alcanzado mínimos históricos. Un mandatario, Recep Tayyip Erdogan, que lleva dos décadas perpetuado en el poder, y una oposición, liderada por un socialdemócrata, que al parecer tiene posibilidades de derrotar al régimen. Fuerte y carismático, esa es la imagen que el dirigente más longevo del país -aún más que Mustafa Kemal Ataturk, fundador de la República de Turquía, ha querido proyectar desde antes de las elecciones presidenciales y legislativas del 14 de mayo. Cuando fue primer ministro, antes de cambiar las reglas del juego para instaurar la figura del presidente, y convertirse en tal, Erdogan se levantó como el abanderado del boom económico. La construcción de infraestructuras y una mayor estabilidad económica fueron sus mejores aliados, pero 20 años han pasado y, con ellos, nuevos y complejos vientos han soplado.
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Una inflación de las más altas del mundo y una moneda, la lira, que ha alcanzado mínimos históricos. Un mandatario, Recep Tayyip Erdogan, que lleva dos décadas perpetuado en el poder, y una oposición, liderada por un socialdemócrata, que al parecer tiene posibilidades de derrotar al régimen. Fuerte y carismático, esa es la imagen que el dirigente más longevo del país -aún más que Mustafa Kemal Ataturk, fundador de la República de Turquía, ha querido proyectar desde antes de las elecciones presidenciales y legislativas del 14 de mayo. Cuando fue primer ministro, antes de cambiar las reglas del juego para instaurar la figura del presidente, y convertirse en tal, Erdogan se levantó como el abanderado del boom económico. La construcción de infraestructuras y una mayor estabilidad económica fueron sus mejores aliados, pero 20 años han pasado y, con ellos, nuevos y complejos vientos han soplado.
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El cansancio y la frustración se pasean por Ankara, y más aún tras el terremoto de febrero, que dejó 50.000 fallecidos y una herida que sigue abierta. Al gobierno le llueven críticas por montón: se le acusa de haber permitido que se construyeran edificios sin respetar las normas sísmicas. En pocas palabras, le reclaman por corrupción, por haber optado por respaldar las amnistías para aquellos contratistas que decidieron desviarse de las normas de construcción para apostarle al auge inmobiliario. También lo critican por la lenta respuesta de los servicios de emergencia y del Estado luego de la emergencia humanitaria.
La crisis económica parece estar opacando sus esfuerzos por consolidar su imagen ante las elecciones. Sí, aumentó el gasto público, el salario mínimo y las pensiones, pero las encuestas lo ubican por debajo de Kemal Kiliçdaroglu, el opositor que, apoyado por seis partidos disidentes, tiene probabilidades de ganar los comicios. La firma Konda estima que el socialdemócrata, con el 49,3 % de los votos, podría desbancarlo del poder. El sondeo de Yöneylem augura un 49,5 % de los apoyos para Kiliçdaroglu y un 44,4 % para el mandatario. Si ningún candidato obtiene más del 50 %, se enfrentarán de nuevo en las urnas el 28 de mayo. Falta por ver si, como sucedió en Brasil, con Jair Bolsonaro, o con Donald Trump, en Estados Unidos, el líder turco desconoce los resultados, o si los, por el contrario, los acata.
“La mayoría de la gente que vota por él (Erdogan) lo hace en realidad por esta imagen (…). A diferencia de la oposición, no promete nada nuevo, pero ofrece la preservación de esta imagen con su política de seguridad. Por ejemplo, acusa a los partidos de la oposición de tener vínculos con potencias extranjeras y con grupos terroristas”, dijo Hamdi Firat Buyuk, analista político turco, a France 24. A esto se le suma un discurso en contra de la comunidad LGBTI para ganar más apoyos conservadores.
Para Angélica Alba, internacionalista, hay otros aspectos más, entre ellos la prevalencia de regímenes de extrema derecha en otros países europeos, como en Hungría, que, de alguna forma, afectan el entorno de la situación turca. A su parecer, “hay una desafección frente a lo que se considera una deriva autoritaria en Turquía, que ha restringido la democracia en varios aspectos”.
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En la última década, Erdogan ha impuesto un control cada vez más fuerte sobre la población, sus opositores, los medios de comunicación y el sistema político del país. En su intento por cambiar la democracia parlamentaria por un modelo presidencialista, más personalista, concentró los poderes y gobernó por decreto. Además, muchos de sus oponentes han sido encarcelados o declarados inelegibles en las elecciones. En medio de ello “hay un sector creciente, y lo vemos en las encuestas, que promete devolver a Turquía a una democracia más plena, que concentre menos poderes”, agrega la también profesora del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.
Tres días antes de las elecciones, el jueves pasado, en una estrategia que podría favorecer a Kiliçdaroglu, el opositor Muharrem Ince se retiró de la carrera presidencial. Enrique Prieto-Ríos, profesor de derecho internacional de la Universidad del Rosario, ve en esto una decisión política estratégica y acertada para no dividir esfuerzos ni colocar a los votantes en un amplio espectro de políticas que se pueden parecer, para así centrarse en un cambio de régimen. “Básicamente el mensaje es: ‘Estás con Erdogan o en contra de él’”. Alba, además de referirse a la diversidad dentro de la oposición, pues es una plataforma en la que se encuentran conservadores, liberales, gente de izquierda, incluso islamistas, agrega: “Se ha dado un desgaste inevitable en la figura de Erdogan y, sobre todo, una creciente resistencia a ese autoritarismo que se viene planteando en la política de Turquía, en particular desde el referendo de 2017″.
Se dice que estas serán unas elecciones decisivas, y puede que lo sean, además, porque el panorama en el Legislativo parece apretado. De hecho, la coalición del presidente, según Konda, podría obtener el 44 % de los votos, mientras que el bloque opositor de Kiliçdaroglu alcanzaría el 39,9 %. La cuestión es que, aunque tendría apoyos, Erdogan llegaría sin mayoría absoluta al Parlamento. Pero no son solo las cuestiones internas las que están en juego, sino que la política internacional también se vería afectada, y lo haría por cuenta de la guerra en Ucrania y del rol que Turquía ha cumplido en cuestiones de mediación, por ejemplo con el acuerdo de los cereales, pero también, a pesar del recelo de otros, con los acercamientos con Vladimir Putin. Alba y Prieto-Ríos coinciden en algo: la oposición quiere desmarcarse de la relación que se ha gestado con Moscú, algo que ha provocado que dentro de la misma OTAN se mire con suspicacia a Ankara. De ganar, esa distancia no ocurriría de inmediato, pero sí sería algo progresivo.
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