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Cuando era niño, Boris Johnson soñaba con ser “el rey del mundo” y hacer lo que se le viniera en gana, según relató hace unos años su hermana Rachel. Desde que se convirtió en primer ministro, el político más popular entre los británicos no solo ha querido imponer sus ambiciones, sino que exhibiendo su bravuconería (que lo ha hecho muy famoso) quiso frenar a la oposición suspendiendo el Parlamento entre el 10 y el 14 de septiembre. Una jugada que se le volvió en contra y le pasó una cuenta de cobro.
Los diputados británicos adoptaron este miércoles una proposición de ley que obliga al gobierno a pedir un nuevo aplazamiento del brexit, actualmente previsto para el 31 de octubre, en un voto preliminar que debe ser confirmado durante la tarde.
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El texto recibió 327 votos a favor y 299 en contra, infligiendo un nuevo revés al primer ministro Boris Johnson, opuesto a toda nueva prórroga, y que el martes había perdido su mayoría parlamentaria con la rebelión de 21 diputados conservadores.
Un escenario que se abrió el martes, luego de que Boris Johnson enfrentara una rebelión en la Cámara de los Lores. Todo comenzó cuando uno de los suyos, el diputado conservador Phillip Lee, con más de treinta años en el Parlamento británico, anunció su fuga al Partido Liberal Demócrata. Dejaba a los conservadores y se pasaba a la oposición.
El texto pasará el jueves a la cámara alta, donde un grupo de Lores proeuropeos intentará impedir una eventual maniobra de bloqueo por parte de los euroescépticos.
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El golpe, lejos de amilanar al primer ministro, terminó sacando su lado más pendenciero: gritó y recalcó que su intención es salir de la Unión Europea el 31 de octubre, “pase lo que pase y sin acuerdo, si es necesario”.
Porque "BoJo" —como lo llaman los británicos— no va a dar su brazo a torcer. A pesar de los sonoros abucheos que recibió ayer en el Parlamento y la deserción que no contempló, gritó a los cuatro vientos que es “gracias a la posición de dureza adoptada por su gobierno que se le ha dado claridad y se lograron avances en las negociaciones con la Unión Europea”.
Una exageración, según algunos analistas, pues los presidentes de Alemania y Francia no han cedido un ápice frente al tema. Su afirmación sirvió para recordar sus tiempos de corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas, entre 1989 y 1994, cuando Johnson se dedicó a exagerar y ridiculizar las regulaciones europeas, como aquella en que aseguró que la Unión Europea regularía el tamaño de los bananos o que acortarían los condones.
Sin Lee, Boris Johnson queda a merced de una oposición cada vez más molesta y de miembros de su partido rebeldes que no están dispuestos a dejarle el camino fácil. Argumentan que sus políticas podrían dar como resultado un desastroso brexit duro que puede destrozar el Reino Unido, dañar la agricultura y sectores manufactureros, y mandar el país a una recesión, además de una escasez de alimentos y medicinas.
Pues ese grupo logró someter el martes en la noche un texto al Legislativo, que en caso de ser aprobado, obligaría a que Johnson antes del 19 de octubre opte entre dos caminos: llegar a un acuerdo de salida de la UE con Bruselas que sea refrendado por el Parlamento británico o bien que la Cámara apruebe un brexit sin acuerdo con Bruselas.
Si no se cumplen esas dos condiciones, llegada la fecha del 19 de octubre, el gobierno debería dirigirse a las instituciones comunitarias pidiendo un aplazamiento de la fecha de salida del país de la UE (prevista para el 31 de octubre) al 31 de enero de 2020. Si el resto de socios de la UE aceptan esa petición, Johnson habrá de respetarla. Y si en Bruselas se acuerda ese aplazamiento, pero se sugiere otra fecha distinta al 31 de enero de 2020, el primer ministro deberá aceptarla durante los dos días siguientes a menos que el Parlamento británico la rechace.
“Quieren obligarnos a suplicar otra prórroga sin sentido”, denunció Johnson, asegurando que eso debilitaría su posición negociadora ante Bruselas. “Tal vez la cuestión más importante es cómo van a reaccionar los británicos. La gente ha estado muy optimista sobre la salida de la Unión Europea sin un acuerdo, pero con la Constitución en riesgo, algunos analistas se preguntan si los británicos serán tan tolerantes con las medidas de Johnson”, explicó Benjamin Mueller en el diario The New York Times.
Este miércoles "BoJo" se juega todo: además de la votación en el Congreso, el Tribunal de Sesiones de Edimburgo dictaminará si considera legal la suspensión temporal del Parlamento decretada por Johnson. Si Johnson consigue que la justicia no frene sus planes, la rebelión contra él tendrá complicaciones para presentar iniciativas que puedan enfrentarlo.
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“Lo único en lo que Boris Johnson cree es en Boris Johnson”, dijo a la prensa británica Pascal Lamy, exdirector general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), quien advirtió que a Boris le gusta el poder y no querrá soltarlo. “Creo que el brexit es algo secundario a su estrategia para seguir siendo primer ministro”.
El texto, propuesto por la oposición y un grupo de conservadores críticos con su propio Ejecutivo, fue respaldado en una votación preliminar por 329 diputados, frente a 300 en contra este miércoles.
El texto propone el 31 de enero de 2020 como la nueva fecha de salida, aunque deja abierta la posibilidad de que la UE establezca la extensión de una eventual prórroga.
Ese retraso iría en contra de los planes de Johnson, que asegura que está dispuesto a romper los lazos con la UE en la fecha prevista, el 31 de octubre, aunque no haya podido alcanzar para entonces un pacto de salida.
“Ya basta, el país quiere que todo esto se acabe y que se respete el resultado del referendo”, clamó Johnson. Pero el camino del brexit sigue siendo largo, confuso e inesperado.