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Tomas Anker Christensen no tiene carro en Dinamarca porque no le interesa comprar uno. En algún momento consideró adquirir uno eléctrico, pero cerca de su casa no tiene cómo cargarlo, por lo que la bicicleta se convirtió en su principal medio de transporte. Si necesita desplazarse distancias grandes, camina o toma el metro.
En su cargo como embajador de cambio climático, visitó Colombia, con el interés de afianzar el lazo entre Dinamarca y el país latinoamericano en materia de cooperación para la transición energética. “Estamos transfiriendo conocimiento y dando capacitación a Colombia sobre la energía eólica marina y acerca de cómo se construye su marco regulatorio. Estamos haciendo un trabajo de transición energética similar con más de veinte países en todo el mundo, desde Estados Unidos y Alemania, hasta China e India”, aseguró a este diario.
Usted es el primer embajador de cambio climático y su trabajo tiene que ver con la diplomacia climática, en medio de los intentos de Dinamarca de fomentar una agenda ambiental para la cooperación internacional. ¿Cómo definiría este esfuerzo?
Dinamarca representa menos del 0,1 % de las emisiones globales de carbón, por lo que somos un país pequeño con bajos niveles de emisión. Aun así, hemos tomado la decisión de reducir nuestros niveles al 70 % para 2030, así como aspiramos alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, o antes si es posible. Este esfuerzo implica cambiar nuestro sistema de energía, nuestro transporte y nuestra agricultura, así como nuestros impuestos. Es decir, implica toda una transformación económica, y eso solo tiene sentido si logramos tener un impacto global.
Aquí es donde entra en juego la diplomacia y la cooperación, a través de la tecnología, la innovación, pero también por medio de negocios, desarrollo y negociaciones climáticas, y mi rol como embajador es articular todo eso en una política coherente. Por ello, mi primera tarea fue crear una estrategia climática centrada en cinco elementos: incrementar la ambición en términos de acción climática alrededor del mundo, acelerar la reducción de emisiones, promover la adaptación y mitigación de los impactos del cambio climático (contando con la cooperación de los países y las regiones más vulnerables), trabajar en la financiación climática (incrementando los flujos de dinero a los países en vía de desarrollo) y, de la mano de las empresas, incorporar el mercado en esta transición. De ahí se entiende que la implementación de este plan dependa del trabajo articulado entre las embajadas alrededor del mundo, ayudándoles a implementar esos cinco componentes en sus contextos locales.
Recientemente, usted visitó Colombia: ¿por qué decidió venir al país y hablar sobre temas ambientales? ¿Qué conclusiones se llevó de sus reuniones con los líderes políticos y la sociedad civil?
Hemos comenzado un nuevo programa de cooperación energética con Colombia, específicamente en materia de energía eólica, y una de las razones por las que vine al país fue para tener consultas políticas en apoyo de la cooperación técnica, así como para reforzar el interés de Dinamarca en asociarse con Colombia en este tema. Durante mi visita, tuve una conversación amplia con varios líderes nacionales sobre cooperación en materia de energía, hidrógeno verde y problemas ambientales.
Con Colombia tenemos una visión de mundo en común, y creemos que los países pequeños que tienen grandes ambiciones deben articularse con las políticas climáticas, en un intento por impulsar a las grandes economías a hacer lo mismo, a ser más ambiciosas y tomar acciones de inmediato.
¿Cree que Colombia puede servir como aliado para la diplomacia climática? ¿Qué fortalezas cree que tiene el país para eso?
El país es un fuerte aliado y tiene la naturaleza de serlo por sus ambiciones dirigidas a la creación de políticas ambientales y climáticas, lo que le da credibilidad a Colombia en un escenario global. Europa, Suramérica, Norteamérica, el Caribe, África y Asia tienen que presionar a favor de una mayor ambición climática, y nos hemos propuesto la meta global de mantener la temperatura por debajo de 1,5 °C. Nos estamos acercando, rápidamente, hacia el punto de no retorno, pero mientras se mantenga una ventana abierta, debemos presionar lo más posible, y Colombia es un aliado natural en ello.
Lo que percibí al hablar con los líderes colombianos es que ellos también creen que esto es beneficioso para el país y para el ambiente, pero, sobre todo, para su economía y la creación de empleos. En Dinamarca, por ejemplo, hemos logrado desligar las emisiones de CO2 del crecimiento económico. Así, al tiempo que hemos reducido nuestras emisiones en un 40 % en las últimas tres décadas, nuestra economía ha crecido un 60 %, apostando por la creación de empleos en tecnologías verdes y energía.
Colombia tiene una posición estratégica en las discusiones sobre cambio climático, por la Amazonia y su biodiversidad, pero hoy en día enfrentamos varios problemas: deforestación (vinculada a actividades legales e ilegales) e incendios, que podrían afectar la agenda de cooperación en materia climática y ambiental, ¿qué opina de ello?
Existe una clara conexión entre la deforestación y el cambio climático. Colombia, al ser el segundo país más biodiverso del planeta y contar con enormes áreas boscosas, tiene un papel clave para desempeñar en este campo. Reducir la deforestación es importante para que Colombia alcance sus ambiciosos objetivos nacionales de reducción de emisiones de CO2. La Unión Europea y varios Estados miembro son muy activos en estos temas, con un enfoque especial en la región amazónica. Mi impresión general es que el gobierno colombiano, encabezado por el presidente Iván Duque, ha diseñado una serie de políticas relevantes con metas ambiciosas para detener la deforestación y promover la reforestación durante los próximos años. Sin embargo, es claro que necesita más apoyo para lograr su implementación y es importante que la comunidad internacional, junto con las autoridades colombianas, continúe monitoreando los resultados reales de los diversos programas. Desafortunadamente, la deforestación continúa y una estrategia exitosa tendrá que involucrar activamente a las comunidades locales, si se quiere revertir esta tendencia a largo plazo.
¿Qué problemas cree que tiene Colombia para enfrentar los desafíos que impone el cambio climático?
Lo que aprendí al visitar el país es que, probablemente, la mayor fuente de emisión de carbono es el transporte. La pregunta central es cómo hacer de este sistema algo sostenible en las ciudades, pero también en la aviación y las embarcaciones. Puede que estas áreas no estén dentro de las prioridades nacionales, pero Dinamarca puede apoyar en ellas. Así, desarrollar las capacidades para que Colombia pueda usar combustibles verdes en sus puertos puede llegar a ser un buen negocio.
La COP26 demostró que la protección del medio ambiente sí es parte de un discurso de varios líderes mundiales, pero esto no se traduce en acciones concretas, sin mencionar que lo pactado en el Acuerdo de París aún no se cumple en su totalidad, ¿por qué sucede esto?
Estoy así de impaciente como usted, y me gustaría ver acciones de forma más inmediata y a mayor escala. En mi país, por ejemplo, tuvimos que esperar cuatro años a que el Acuerdo de París se implementara, hasta que llegó una elección en la que salió ganador un gobierno que presionó a favor de una agenda verde, sin obviar el trabajo que desde el público danés y la juventud también se hizo.
Ahora bien, con Glasgow se dio un verdadero impulso de la comunidad global a tomar mayores acciones, como la decisión de Colombia de reducir en un 51 % sus emisiones de los gases efecto invernadero para 2030, siendo un plan muy ambicioso. Cuando dejamos París, la trayectoria del incremento de la temperatura era entre 3.5 y 4 °C. Ahora, con todos los planes que se presentaron para el encuentro en Glasgow, de acuerdo con la ONU, estamos en una trayectoria cercana a 2,7 °C, lo que demuestra que hemos alcanzado una disminución. En este sentido, la tarea para la COP 27 es mantener la presión para lograr mayores compromisos, así como para que todos los actores implementen lo que han prometido. Ahí es donde tenemos que trabajar todos juntos, pues ningún país puede llevar a cabo este trabajo por sí solo, y en noviembre de este año, en Egipto, se les pedirá a todos que informen si sus esfuerzos están alineados con la trayectoria de los 1,5 °C.
Dicho esto, no pienso que lo que se ha hecho y se ha pactado sea solo un discurso. Eso sería algo injusto de decir. Hemos tomado acciones, pero esto toma tiempo. Lo que necesitamos hacer es acelerar el ritmo, pues se está acabando el tiempo.
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