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Una amenazante acumulación de tropas rusas cerca de Ucrania. Una crisis migratoria en Bielorrusia que los líderes de Occidente califican de “guerra híbrida” de un Estado cliente del Kremlin. Temores crecientes sobre el gas natural que tienen a Europa angustiada por la posibilidad de un invierno frío.
Cada vez más el presidente ruso, Vladimir Putin, ha ido poniendo sus cartas sobre la mesa: está dispuesto a correr riesgos cada vez mayores para obligar a Occidente a escuchar las exigencias de Rusia. Además, Estados Unidos y sus aliados están percibiendo un momento inusualmente volátil, en el que Putin desempeña un papel en múltiples crisis desestabilizadoras al mismo tiempo.
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En la porción de Europa que va desde el mar Báltico hasta el mar Negro, en donde Moscú y Occidente han competido durante décadas para hacer prevalecer su influencia, la amenaza de un nuevo conflicto militar está creciendo. Bombarderos nucleares rusos de largo alcance realizaron varios patrullajes aéreos cerca de la frontera de la Unión Europea en Polonia, y una acumulación militar inexplicada y furtiva en el suroeste de Rusia ha causado que los funcionarios estadounidenses y europeos adviertan que el Kremlin podría estar preparando una nueva invasión a Ucrania.
Durante un discurso a diplomáticos rusos el jueves, Putin señaló de manera más abierta que está usando al ejército para obligar a Occidente a respetar los intereses de Rusia en la región. Indicó que los países de Occidente por fin reconocen que Rusia habla en serio sobre defender sus “líneas rojas”, que se relacionan con la presencia de fuerzas de la OTAN cerca de sus fronteras.
“Nuestras recientes advertencias han sido escuchadas y están teniendo cierto efecto: las tensiones se han elevado allá, después de todo”, aseguró Putin. “Es importante para ellos permanecer en este estado durante tanto tiempo como sea posible, para que no se les ocurra crear algún tipo de conflicto en nuestras fronteras occidentales que no necesitamos”.
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Las tensiones se han exacerbado por la crisis migratoria orquestada en las fronteras de la Unión Europea por Bielorrusia, un aliado cercano de Rusia, y debido a una reducción energética que Rusia, que suministra gran parte del gas natural de Europa occidental, ha usado para intentar presionar al bloque con el fin de que apruebe un nuevo ducto que incrementaría la influencia del Kremlin en la región.
“Es una situación de seguridad regional, la cual es muy preocupante en este momento”, afirmó Asta Skaisgiryte, asesora de política exterior del presidente de Lituania, país miembro de la Unión Europea y de la OTAN que ha enfrentado una ola de migración de la vecina Bielorrusia en los últimos meses. En Bielorrusia, las tensiones que hace unos días detonaron enfrentamientos violentos en el principal cruce fronterizo hacia Polonia continuaron disminuyendo. Agentes de seguridad bielorrusos que portaban rifles Kalashnikov vigilaron el perímetro de una enorme bodega que alberga a alrededor de 2000 migrantes.
Muchos de los migrantes expresaron alarma y frustración porque, en lugar de avanzar hacia Polonia, habían retrocedido, lo que sugiere que el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, podría tener problemas para evitar que la ira se desate si los migrantes pierden la esperanza de llegar a Europa.
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En Moscú, Putin parece sentirse cada vez más confiado. Repelió el desafío de este año a su gobierno del líder encarcelado Alexéi Navalni, mientras que otras figuras de la oposición continúan siendo arrestadas u obligadas a exiliarse. Putin mantiene un índice de aprobación superior al 60 % en las encuestas independientes a pesar de que Rusia tiene uno de los peores saldos de muertes causadas por la covid-19 en el mundo. Su partido, Rusia Unida, logró una aplastante victoria en las elecciones parlamentarias de septiembre, lo que generó escasas protestas pese a la evidencia de fraude. Putin comanda un ejército que desarrolla armamento cada vez más moderno, como misiles hipersónicos sofisticados y torpedos con capacidad nuclear. Además, Rusia está construyendo una alianza más estrecha con China, la cual quedó demostrada una vez más el viernes cuando ambos países llevaron a cabo un patrullaje conjunto con bombarderos sobre el Pacífico.
Al mismo tiempo, afirman analistas rusos, el Kremlin está cada vez más preocupado por la posibilidad de que Occidente amplíe aún más su huella militar en la Europa del Este postsoviética. Lituania y los otros dos Estados bálticos que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética, Letonia y Estonia, ya son miembros de la OTAN y albergan tropas de Occidente. En Bielorrusia, el aliado más cercano de Rusia, Occidente ha dado su apoyo total y manifiesto a la oposición de Lukashenko en el exilio.
No obstante, Ucrania es la principal responsable de las actuales “líneas rojas” de Rusia. El Kremlin dijo en septiembre que la “ampliación de la infraestructura de la OTAN en territorio ucraniano”, donde Occidente ya brinda entrenamiento y armamento a las fuerzas ucranianas, cruzaría una de esas líneas. Además, en las últimas semanas, la actividad militar de Estados Unidos y sus aliados en la región del mar Negro cerca de Ucrania, donde el presidente Volodímir Zelenski emplea un creciente tono antirruso, ha enfurecido a los funcionarios rusos.
Dmitri Trenin, jefe de Carnegie Moscow Center, un grupo de expertos, dijo que para Rusia, el momento actual podría parecer una inversión de los roles de la crisis de los misiles en Cuba en 1962, cuando el entonces presidente estadounidense, John F. Kennedy, estaba preparado para correr el riesgo de una guerra nuclear con tal de evitar que la Unión Soviética instalara una base de misiles cerca de la costa de Florida. Académicos del Fondo Carnegie para la Paz Internacional en Washington escribieron este mes que el “Kremlin ve cada vez más a Ucrania como un avión carguero de Occidente” estacionado en la frontera suroeste de Rusia.
“Cree que es tiempo de cambiar la velocidad de nuestra política exterior”, dijo Trenin sobre la nueva estrategia de Putin. Desde el cambiante punto de vista sobre Occidente del presidente ruso, prosiguió, “ustedes solo entienden el lenguaje de la fuerza”.
En medio de las tensiones, Rusia busca entablar conversaciones con Washington acerca de una variedad de tópicos como preludio a una segunda cumbre entre Putin y el presidente Joe Biden, una señal de que el Kremlin tiene la esperanza de obtener confirmaciones de que su influencia en Europa del Este será respetada. El jueves, sin ofrecer más detalles, Putin dijo que Rusia presionaría por “obtener garantías serias a largo plazo que preserven la seguridad de Rusia” en la región.
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Biden ha mencionado que busca una relación “estable y predecible” con Rusia, pero sigue comprometido a combatir las acciones rusas que van contra los valores democráticos o los intereses estadounidenses. En una entrevista con The New York Times la semana pasada, el viceministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Riabkov, reaccionó con agrado a la postura de Biden, pero dejó claro que Rusia esperaría concesiones.
Antes de sentarse con Putin en Ginebra en junio, Biden se reunió con líderes de los países bálticos para asegurarles que EE.UU. continuaría honrando sus compromisos de defensa con la alianza de la OTAN. Personas familiarizadas con el pensamiento de la administración dijeron que esta cree que serán necesarias más conversaciones directas, tal vez incluso un encuentro entre Biden y Putin, para entender mejor las intenciones de Moscú, en lugar de solo depender de la kremlinología a la antigua.
No obstante, Skaisgiryte, la funcionaria de política exterior lituana, dijo que Estados Unidos debía ser cauteloso al involucrarse con Rusia aunque Putin afirme, como lo hizo el jueves, que su país es un Estado “amante de la paz”. “Tenemos que evitar ser ingenuos”, opinó Skaisgiryte. “Tenemos que estar muy atentos a lo que hace en realidad y no caer en la trampa de la retórica de Putin”. ¿Qué es lo que Putin quiere? “Restaurar la Unión Soviética”, dicen en Lituania.