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La palabra “unión” no es precisamente la más indicada para describir en este momento a la Unión Europea. Atrás quedaron las muestras de solidaridad entre los europeos a principios de la emergencia sanitaria, las capitales que aceptaron pacientes de otras ciudades y el intercambio de equipo médico. El bloque ahora se encuentra notablemente dividido por cuenta del plan de reconstrucción económica para los países afectados por la pandemia de coronavirus, el cual será debatido de nuevo este 17 y 18 de julio en Bruselas. No hay muchas esperanzas para que este prospere el fin de semana.
La propuesta inicial de la Comisión Europea es la de crear un fondo de 750 mil millones de euros, de los cuales 500 mil serán entregados como donaciones y los 250 mil restantes como préstamos. Esta generosa propuesta se hace pensando con el fin de no sobrecargar a países como España e Italia, azotados por la emergencia sanitaria, con un nivel excesivo de deuda.
Alemania, con una posición muy generosa, y Francia, con un poco más de prudencia, han apoyado este plan. Pero para los denominados “países frugales”, sector en el que están Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca, estas condiciones son inaceptables. El primer ministro holandés, Mark Rutte, ha liderado la oposición al acuerdo y ha mostrado que, a diferencia de sus homólogos en París y Berlín, no tiene prisa por firmarlo sin que se hagan las revisiones necesarias.
“Si no hay acuerdo entre el 17 y 18 de julio, tampoco será el fin del mundo. Para nosotros no hay una necesidad absoluta de llegar a un acuerdo en esa fecha. Ni creo que haya tanta prisa, ni quiero alargar las negociaciones más de lo necesario”, dijo Rutte a comienzos del mes.
No es la primera vez que el político holandés irrita con su posición a otros miembros de bloque, en el pasado se opuso a temas como la crisis migratoria en Europa y la deuda de Grecia a principios de la década de 2010. La oposición radica principalmente en el temor por la indisciplina fiscal de países como España e Italia, la cual empeora cada vez más. Por ello, Países Bajos y las naciones que exigen como precondición que los gobiernos más afectados, es decir, los países del sur de la región, implanten reformas económicas para recurrir a esta ayuda y justifiquen qué harán con los fondos desembolsados.
Pero estas condiciones estrictas son un gran problema para países como Italia y España, considerando que la actual composición del gobierno de este último hace que sea prácticamente imposible la aprobación de un fondo de recuperación.
La mayoría de los partidos españoles se oponen a un plan con las condiciones que proponen los países frugales, pues no quieren revivir los tiempos que siguieron a la crisis económica de 2010 y la llamada “troika”, compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, quienes se encargaron de proponer las reformas en los países “rescatados”.
“Es fácil deducir que en el caso español ello conduciría a una auténtica revolución política. Sin un cambio radical del gobierno español, el Fondo de Recuperación Europeo, tal y como ahora mismo se está discutiendo, en inviable. Cuanto antes afronte Pedro Sánchez esta realidad, mayores serán las posibilidades de que el Fondo eche a andar en el momento necesario, desde luego no más allá del mes de julio”, señala Primo González, columnista de República.
Rutte ha enviado mensajes claros a España e Italia, advirtiéndoles incluso que, en caso de un rebrote de casos de COVID-19, estos países deberán prepararse para enfrentar el problema por su cuenta. “Tienen que buscar soluciones en su propia casa, no en la Unión Europea”, advirtió. Esto ha generado un disgusto generalizado entre españoles e italianos, quienes ven su posición como un impedimento para acceder a las ayudas.
“Que Holanda sea un tapón para conseguir que la liquidez que tanto necesitamos en estos momentos fluya se debe a que las ayudas europeas han de otorgarse por unanimidad. Así que el voto de un país de 10 millones de personas bloquea el dinero que ayudaría a millones y millones de otros europeos: españoles, italianos, portugueses y franceses. Cosas como estas hacen que el sentido de una unión europea sea a veces discutible. Porque, ¿qué es Holanda sin el resto de Europa?”, dijo Marian Rebolledo, columnista de El Periódico de Aragón.
Pero detrás de la oposición de Rutte no hay más que circunstancias esencialmente políticas. Primero, está condicionado por la poca mayoría que mantiene en su Parlamento y no puede darse el lujo de un disgusto con sus seguidores debido a la cercanía de las elecciones, que se celebran en marzo de 2021 y en las que la ultraderecha va ganando terreno. Segundo, hay un problema que poco a poco comienza a salir a flote en la mancomunidad: la ausencia del Reino Unido.
Como señala Jaume Madeu, corresponsal de La Vanguardia en Bruselas, el brexit, que se deberá concretar a finales de este año, obligó a que Países Bajos, que estaba acostumbrado a seguir las posturas de Londres, adquiriera un papel más protagónico en la toma de decisiones del bloque. Ahora es Ámsterdam el que tomó las riendas de la llamada “rebelión austera”.
Del otro lado de este roce se encuentra la canciller alemana, Ángela Merkel, quien, aunque reconoce las divergencias, apresura a los otros líderes de la región a alcanzar un plan pronto, pues advierte que entre más tiempo pase, más lenta será la recuperación. Alemania, que se estrenó este mes en la presidencia del Consejo de la UE, sorprende con su generosidad, pues en las crisis del pasado había apostado por estrictas medidas de ahorro. Todo esto tiene que ver con el liderazgo de su canciller, quien a su vez es voz cantante de Europa por excelencia. Merkel se ha alineado con las necesidades de España e Italia, entendiendo que esta crisis es diferente a todas las anteriores, además de no tener culpables de entrada, afecta a todo el bloque, y así como todos pueden sacar provecho de la recuperación, si una de las economías llegará a hundirse, perjudicaría a todos.
“En una situación extraordinaria, necesitamos soluciones especiales para que Europa pueda salir reforzada de esta situación extraordinaria”, dijo la canciller.
Este año será especialmente difícil para la Unión Europea, que con la última etapa del brexit y con la pandemia de coronavirus deberá demostrar la solidaridad entre sus miembros más que nunca. Sin embargo, hay poco optimismo para que se logre un acuerdo este mes. Mientras tanto, los rebrotes del virus asoman amenazantes a la vuelta de la esquina... el reloj corre.