Vodka en las alcantarillas y otras medidas que abren la pregunta de la xenofobia
Desde cambiar los nombres de los cocteles hasta proponer la expulsión de estudiantes rusos están entre las expresiones de rechazo que ha habido en distintas partes del mundo por la invasión a Ucrania.
Más de 1,2 millones de personas huyeron durante la primera semana que transcurrió desde el inicio de la invasión rusa. Si bien muchos países han recibido a los refugiados con los brazos abiertos, Naciones Unidas ha denunciado racismo contra africanos y asiáticos. António Guterres, secretario general de la organización, afirmó estar “conmocionado por los numerosos informes de racismo, acoso y discriminación que personas de distintas razas han sufrido cuando trataban de dejar Ucrania, así como en países vecinos al buscar refugio del conflicto”.
Pero también parece estar surgiendo otro fenómeno: la discriminación contra todo lo que tenga que ver con Rusia. Vodka tirado a los drenajes, cocteles con nombres rusos rebautizados y hasta gatos a los que no se les podrá registrar el pedigrí por tener ese origen han llegado hasta los titulares de prensa en los últimos días. Más allá de actos simbólicos o medidas extravagantes, lo que puede haber detrás de estos hechos amerita nuestra atención, pues como escribió Sarah Jones en New York Magazine, la xenofobia no es la respuesta y las personas son distintas de los gobiernos.
Sobre esto: Ni los gatos se salvan de sanciones a Rusia, fueron vetados de competencias
Los alcances del asunto lo esbozan propuestas como la que hizo Eric Swalwell, representante a la Cámara estadounidense: que además de sancionar a Putin personalmente, castigos como echar a todos los estudiantes rusos en Estados Unidos debería estar sobre la mesa. Por fortuna, la idea parece no ser más que eso, por ahora. Frente a las supuestas expulsiones de estudiantes rusos en universidades europeas, la asociación que las agremia aclaró en Twitter: “Es falso y EUA (Asociación de Universidades Europeas) no ha recibido ningún informe de posibles expulsiones por parte de ninguno de sus miembros”.
Comentarios como el de Swalwell, en todo caso, no tardaron en provocar rechazo. “Creo que los estudiantes más brillantes de Rusia y de cualquier otro país deberían tener las mejores oportunidades para estudiar y contribuir a construir un mundo mejor.”, señaló Gleb Yushin, de origen ruso, profesor de ingeniería y materiales en el Instituto de Tecnología de Georgia y cofundador de Sila Nanotechnologies, en una entrevista citada por Forbes.
Lo anterior no significa, sin embargo, que no esté de acuerdo con sancionar a quienes se han beneficiado “del régimen corrupto de (Vladimir) Putin o a quienes apoyaron la horrífica invasión”, añadió el académico. Y así ha sido. El presidente ruso y su círculo han sido sancionados. Según el proyecto Sanctions Tracker, 1.128 sanciones contra personas y organizaciones rusas han sido adoptadas desde el 22 de febrero, es decir, un día después de que Putin reconociera la independencia de Donetsk y Lugansk, y dos días antes de la invasión militar en Ucrania.
Ahora bien, muchos analistas coinciden en que al final del día estas sanciones terminan afectando más a la gente de a pie, a través de la depreciación de la moneda, la inflación, la imposibilidad de tomar un avión o hasta algo tan sencillo como no poder ver las últimas películas de Disney. Por la misma razón, el inconformismo de los ciudadanos en Rusia puede llevar a que la guerra, por impopular, se vuelva insostenible.
Y aquí una vez más se vuelve pertinente hablar de la famosa “cultura de la cancelación” contemporánea, de la cual una de las principales víctimas puede ser la cultura misma. “Hasta en los momentos más duros de la Guerra Fría los intercambios culturales entre artistas rusos, estadounidenses y europeos continuaron. Siempre hubo tensiones, pero fue posible”, le aseveró Peter Gelb, director de la Metropolitan Opera House de Nueva York, a la AFP, en medio de la ola de cancelaciones de espectáculos de origen ruso en salas occidentales.
Para Stephanie López, consultora en políticas migratorias, las medidas de bloqueo no necesariamente constituyen xenofobia, pero sí cree que decisiones como la de aislar a los deportistas rusos son medidas extremas. “El objetivo es ejercer presión sobre Rusia para que pare la guerra”, explicó. No obstante, “puede ser preocupante en adelante que la gente de nacionalidad rusa sea perseguida por esta razón y convertirse en personas en necesidad de protección internacional. Pero el trasfondo de esto es un tema político que ha crecido como bola de nieve y que puede traer este tipo de consecuencias, estigmatizar a la población rusa”.
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Más de 1,2 millones de personas huyeron durante la primera semana que transcurrió desde el inicio de la invasión rusa. Si bien muchos países han recibido a los refugiados con los brazos abiertos, Naciones Unidas ha denunciado racismo contra africanos y asiáticos. António Guterres, secretario general de la organización, afirmó estar “conmocionado por los numerosos informes de racismo, acoso y discriminación que personas de distintas razas han sufrido cuando trataban de dejar Ucrania, así como en países vecinos al buscar refugio del conflicto”.
Pero también parece estar surgiendo otro fenómeno: la discriminación contra todo lo que tenga que ver con Rusia. Vodka tirado a los drenajes, cocteles con nombres rusos rebautizados y hasta gatos a los que no se les podrá registrar el pedigrí por tener ese origen han llegado hasta los titulares de prensa en los últimos días. Más allá de actos simbólicos o medidas extravagantes, lo que puede haber detrás de estos hechos amerita nuestra atención, pues como escribió Sarah Jones en New York Magazine, la xenofobia no es la respuesta y las personas son distintas de los gobiernos.
Sobre esto: Ni los gatos se salvan de sanciones a Rusia, fueron vetados de competencias
Los alcances del asunto lo esbozan propuestas como la que hizo Eric Swalwell, representante a la Cámara estadounidense: que además de sancionar a Putin personalmente, castigos como echar a todos los estudiantes rusos en Estados Unidos debería estar sobre la mesa. Por fortuna, la idea parece no ser más que eso, por ahora. Frente a las supuestas expulsiones de estudiantes rusos en universidades europeas, la asociación que las agremia aclaró en Twitter: “Es falso y EUA (Asociación de Universidades Europeas) no ha recibido ningún informe de posibles expulsiones por parte de ninguno de sus miembros”.
Comentarios como el de Swalwell, en todo caso, no tardaron en provocar rechazo. “Creo que los estudiantes más brillantes de Rusia y de cualquier otro país deberían tener las mejores oportunidades para estudiar y contribuir a construir un mundo mejor.”, señaló Gleb Yushin, de origen ruso, profesor de ingeniería y materiales en el Instituto de Tecnología de Georgia y cofundador de Sila Nanotechnologies, en una entrevista citada por Forbes.
Lo anterior no significa, sin embargo, que no esté de acuerdo con sancionar a quienes se han beneficiado “del régimen corrupto de (Vladimir) Putin o a quienes apoyaron la horrífica invasión”, añadió el académico. Y así ha sido. El presidente ruso y su círculo han sido sancionados. Según el proyecto Sanctions Tracker, 1.128 sanciones contra personas y organizaciones rusas han sido adoptadas desde el 22 de febrero, es decir, un día después de que Putin reconociera la independencia de Donetsk y Lugansk, y dos días antes de la invasión militar en Ucrania.
Ahora bien, muchos analistas coinciden en que al final del día estas sanciones terminan afectando más a la gente de a pie, a través de la depreciación de la moneda, la inflación, la imposibilidad de tomar un avión o hasta algo tan sencillo como no poder ver las últimas películas de Disney. Por la misma razón, el inconformismo de los ciudadanos en Rusia puede llevar a que la guerra, por impopular, se vuelva insostenible.
Y aquí una vez más se vuelve pertinente hablar de la famosa “cultura de la cancelación” contemporánea, de la cual una de las principales víctimas puede ser la cultura misma. “Hasta en los momentos más duros de la Guerra Fría los intercambios culturales entre artistas rusos, estadounidenses y europeos continuaron. Siempre hubo tensiones, pero fue posible”, le aseveró Peter Gelb, director de la Metropolitan Opera House de Nueva York, a la AFP, en medio de la ola de cancelaciones de espectáculos de origen ruso en salas occidentales.
Para Stephanie López, consultora en políticas migratorias, las medidas de bloqueo no necesariamente constituyen xenofobia, pero sí cree que decisiones como la de aislar a los deportistas rusos son medidas extremas. “El objetivo es ejercer presión sobre Rusia para que pare la guerra”, explicó. No obstante, “puede ser preocupante en adelante que la gente de nacionalidad rusa sea perseguida por esta razón y convertirse en personas en necesidad de protección internacional. Pero el trasfondo de esto es un tema político que ha crecido como bola de nieve y que puede traer este tipo de consecuencias, estigmatizar a la población rusa”.
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