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                                                                                                                                Guerra en la Franja de Gaza: ¿hasta dónde va la legítima defensa?

                                                                                                                                Un abogado, Ph D en ciencia política, y profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia analiza la reacción de Israel a los ataques terroristas de Hamás e insiste en “los límites de la legítima defensa”, “el deber de proporcionalidad y la distinción entre civiles y combatientes”.

                                                                                                                                Juan Gabriel Gómez Albarello / Especial para El Espectador

                                                                                                                                El analista opina: "Mantener un extremo cuidado en el uso de la fuerza no es nada fácil, cuando uno tiene de por medio el drama de más de un millar de personas asesinadas y de más de dos centenares tomadas como rehenes". Franja de Gaza durante bombardeos israelíes, vista desde Sderot, sur de Israel, este 31 de octubre. Al menos 8.000 palestinos y 1.400 israelíes han muerto desde el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre.
                                                                                                                                Foto: EFE - HANNIBAL HANSCHKE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Desafortunadamente, ese deseo terminó por ser mucho más fuerte. Logró opacar todo sentido de justicia y de apego a la legalidad. La formación de una estructura nacional y el establecimiento de cadenas de mando en los grupos paramilitares no mejoraron las cosas. Antes bien, hicieron que el conflicto armado interno se intensificara y se degradara aún más.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No dejemos, sin embargo, de ponernos en los zapatos de Israel. Mantener un extremo cuidado en el uso de la fuerza no es nada fácil, cuando uno tiene de por medio el drama de más de un millar de personas asesinadas y de más de dos centenares tomadas como rehenes. No obstante, lo que ocurre también nos demanda ponernos en los zapatos de Palestina. Luego de los ataques terroristas de Hamás, los bombardeos de Israel han causado la muerte de más de ocho mil personas, en su mayoría mujeres y niños. El bloqueo a Gaza, las restricciones impuestas al acceso al agua y la energía eléctrica, aunadas a todos los obstáculos puestos al arribo de ayuda humanitaria, constituyen una de las más despreciables y crueles formas de castigo colectivo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Es, empero, esperanzador que numerosas personas en Israel persistan en llamar a su país para que retome la senda de sus valores, de lo más noble y sagrado de la tradición judía. En ellos reverbera la enseñanza del Sabio Hillel quien dijo alguna vez que toda la Torah podía resumirse en el mandamiento de no hacer a otros lo que uno encuentra odioso, y que todo lo demás era comentario. La tarea que tienen estas personas es extremadamente ardua. La dirigencia del Estado de Israel se ha empeñado durante los dos últimos decenios en hacer imposible el establecimiento del Estado de Palestina. Ha renegado de las negociaciones de paz; a la sombra de los recurrentes ataques de Hamás, ha reducido Gaza a escombros y condenado a su población a la miseria; también ha aumentado considerablemente el número de los asentamientos ilegales en Cisjordania. Tal y como lo señalan varios expertos en el propio Israel, la conflictiva relación con Palestina ha convertido a su país en un Estado apartheid, segregacionista, como el régimen que otrora había en Suráfrica. Conviene remarcarlo, la humillación y la crueldad se han vuelto rutina, y han despojado al Estado de Israel de todo sentido de decencia.

                                                                                                                                Es cierto que en el Estado de Israel radica gran parte del problema, pero –por la misma razón– en él radica buena parte de la solución. Su existencia, como la del Estado Palestino, es un elemento indispensable de todo plan, de todo proyecto por alcanzar una paz firme y duradera en ese rincón del mundo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Desde este otro rincón, ¿qué podemos hacer? Lo primero es poner en cuestión la sed de venganza de la dirigencia israelí y su nada velada política genocida. Con obstinación, hemos de insistir en los límites de la legítima defensa, y reafirmar el deber de proporcionalidad y la distinción entre civiles y combatientes, columnas vertebrales del derecho aplicable a todos los conflictos armados. Con la misma obstinación, hemos de exigirle a Hamás la liberación incondicional de los rehenes en su poder y el fin de los ataques terroristas contra la población de Israel.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las palabras, sin acciones que las acompañen, se las lleva el viento. Es preciso también ponerle presión a todas las partes para que se sienten a negociar un acuerdo de paz. Esto quiere decir poner en marcha una radical política de no cooperación, por limitada que sea, en todas las esferas posibles, hacia cualquier persona que justifique las atrocidades que, de lado y lado, hoy se están cometiendo. Dicho de otro modo, es necesario rechazar en todos los planos a quienes justifican la barbarie, aunque se disfracen o no de civilización. Sin embargo, es crucial subrayar lo siguiente. En esta política activa de condena de la barbarie, no podemos tomarnos la justicia en nuestras manos ni exacerbar el odio con generalizaciones abusivas hacia ninguna de las partes. De otro modo, por acción o por omisión, podríamos terminar por hacernos cómplices de la más inaudita e insensata espiral del terror en la historia reciente de la humanidad.

                                                                                                                                El analista opina: "Mantener un extremo cuidado en el uso de la fuerza no es nada fácil, cuando uno tiene de por medio el drama de más de un millar de personas asesinadas y de más de dos centenares tomadas como rehenes". Franja de Gaza durante bombardeos israelíes, vista desde Sderot, sur de Israel, este 31 de octubre. Al menos 8.000 palestinos y 1.400 israelíes han muerto desde el ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre.
                                                                                                                                Foto: EFE - HANNIBAL HANSCHKE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Desafortunadamente, ese deseo terminó por ser mucho más fuerte. Logró opacar todo sentido de justicia y de apego a la legalidad. La formación de una estructura nacional y el establecimiento de cadenas de mando en los grupos paramilitares no mejoraron las cosas. Antes bien, hicieron que el conflicto armado interno se intensificara y se degradara aún más.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No dejemos, sin embargo, de ponernos en los zapatos de Israel. Mantener un extremo cuidado en el uso de la fuerza no es nada fácil, cuando uno tiene de por medio el drama de más de un millar de personas asesinadas y de más de dos centenares tomadas como rehenes. No obstante, lo que ocurre también nos demanda ponernos en los zapatos de Palestina. Luego de los ataques terroristas de Hamás, los bombardeos de Israel han causado la muerte de más de ocho mil personas, en su mayoría mujeres y niños. El bloqueo a Gaza, las restricciones impuestas al acceso al agua y la energía eléctrica, aunadas a todos los obstáculos puestos al arribo de ayuda humanitaria, constituyen una de las más despreciables y crueles formas de castigo colectivo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Es, empero, esperanzador que numerosas personas en Israel persistan en llamar a su país para que retome la senda de sus valores, de lo más noble y sagrado de la tradición judía. En ellos reverbera la enseñanza del Sabio Hillel quien dijo alguna vez que toda la Torah podía resumirse en el mandamiento de no hacer a otros lo que uno encuentra odioso, y que todo lo demás era comentario. La tarea que tienen estas personas es extremadamente ardua. La dirigencia del Estado de Israel se ha empeñado durante los dos últimos decenios en hacer imposible el establecimiento del Estado de Palestina. Ha renegado de las negociaciones de paz; a la sombra de los recurrentes ataques de Hamás, ha reducido Gaza a escombros y condenado a su población a la miseria; también ha aumentado considerablemente el número de los asentamientos ilegales en Cisjordania. Tal y como lo señalan varios expertos en el propio Israel, la conflictiva relación con Palestina ha convertido a su país en un Estado apartheid, segregacionista, como el régimen que otrora había en Suráfrica. Conviene remarcarlo, la humillación y la crueldad se han vuelto rutina, y han despojado al Estado de Israel de todo sentido de decencia.

                                                                                                                                Es cierto que en el Estado de Israel radica gran parte del problema, pero –por la misma razón– en él radica buena parte de la solución. Su existencia, como la del Estado Palestino, es un elemento indispensable de todo plan, de todo proyecto por alcanzar una paz firme y duradera en ese rincón del mundo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Juan Gabriel Gómez Albarello / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Temas recomendados:

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