Hacia una nueva agenda con Estados Unidos
Este 19 de junio se cumplirán 200 años de relaciones bilaterales. Si Colombia desea superar su desafío de seguridad, necesita nuevas oportunidades de inversión y diversificar las fuentes de empleo, para así lograr fortalecer una agenda social. Estados Unidos es el mejor socio y aliado para lograrlo.
María Claudia Lacouture * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
La mejor forma de conmemorar el bicentenario de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos es dedicando más atención a los desafíos que trae la relación bilateral, con un enfoque que debe ir más allá de las prioridades que históricamente han regido la agenda bilateral, centradas en la seguridad hemisférica, la lucha contra la insurgencia y el narcotráfico. Es del interés de ambas naciones procurar una cooperación diversificada y sustentada en el desarrollo sostenible, para fortalecer una agenda social. Estados Unidos es sin duda el mejor socio y aliado para lograrlo, más ahora, en momentos en los que la sombra de otra guerra en Europa acecha y nos compromete a estar muy cohesionados e integrados en el continente americano. (Más: Los reclamos latinoamericanos en la Cumbre de las Américas por la crisis climática).
Es prioritario que la relación se fortalezca y que las sinergias se multipliquen para profundizar el comercio, la inversión, el turismo, la cooperación y los beneficios que esto genera para el desarrollo económico sostenible de ambos países. Consideramos que las oportunidades son muchas y las posibilidades ilimitadas en todos los sectores, como lo son la transformación digital, la transferencia tecnológica y la cooperación en proyectos productivos de gran escala, para que nuestras regiones más vulnerables puedan crecer en la legalidad y desarrollar comunidades dentro de la formalidad.
Es evidente que el apoyo de nuestro mayor socio comercial y aliado estratégico ha sido decisivo para que Colombia conserve su Estado de derecho y mantenga el control institucional de todo su territorio. No obstante, es también evidente que es hora de que el Plan Colombia militar evolucione para tener mayor inversión y contundencia en un Plan Social de similar dimensión, con el fin de lograr contribuir a generar educación, empleo, bienestar y expectativas de futuro en territorios donde la carencia de estas herramientas ha hecho que prevalezca la delincuencia.
Las bases están puestas
No estamos hablando de un asunto utópico ni partimos de cero. Durante la administración de los presidentes Barack Obama y Juan Manuel Santos, en el marco de la Asamblea de las Naciones Unidas de septiembre de 2010, se acordó elaborar una nueva agenda bilateral que ampliara la relación más allá de los temas militares y estratégicos, incluyendo entro otros temas el desarrollo social, el crecimiento económico, el medio ambiente, la educación, la energía y los derechos humanos. Ello habría de concretarse a través del Diálogo de Alianza de Alto Nivel Estados Unidos-Colombia, un mecanismo de interlocución entre funcionarios estadounidenses y colombianos que se debería celebrar periódicamente para evaluar el avance en la agenda planteada, y el cual valdría la pena conocer más a fondo.
Tras la reunión celebrada en Bogotá en febrero de 2022, con la participación de la subsecretaria de Estado para los Asuntos Políticos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland, los medios de prensa local informaron que el diálogo se concentró en la cooperación bilateral y en la coordinación de acciones conjuntas para afrontar posibles amenazas y fenómenos de violencia, incluyendo los delitos cibernéticos. Ciertamente, los alcances deben ser mayores, constituyendo así una ocasión para trazar nuevos caminos.
Estos encuentros deberían, adicionalmente, incluir la participación del sector privado en el marco del diálogo de alto nivel, ya que son parte fundamental de la alianza estratégica que tenemos con Estados Unidos, y no podemos limitar su alcance a programas del ámbito antinarcóticos, sin desconocer que se atienden con interés los programas de desarrollo y fortalecimiento institucional en las regiones más vulnerables.
Formación y empleo
Es indiscutible que, para reducir la corrupción, la ilegalidad y la violencia, hay que proporcionar a nuestros ciudadanos herramientas para integrarse al desarrollo, y eso comienza invirtiendo en escuelas, universidades y formación técnica y universitaria pertinentes, al tiempo que se promueven oportunidades económicas, innovación, emprendimiento y posibilidades de empleo.
El desarrollo de programas regionales (presenciales, virtuales y semipresenciales), en particular para los municipios con menores posibilidades, tendría un impacto directo en las oportunidades, aún más si se complementara con la asesoría de centros especializados estadounidenses y un acompañamiento de largo plazo.
Somos un país de micro y pequeñas empresas. Según el Ministerio del Trabajo, estas representan más de un 90 % del sector productivo nacional y un 80 % del empleo en Colombia. Hay que fortalecerlas con capacitación, financiación, asesoría técnica, transferencia de tecnología y programas de transformación digital para sintonizarlas con las necesidades de las nuevas industrias.
Más inversión y comercio
Un desarrollo económico que equilibre lo ambiental, lo social y lo económico es un desafío para los gobiernos de ambas naciones en las próximas décadas, y para ello debe haber una cultura integracionista y un acercamiento social, de manera que las relaciones nunca se afecten por eventos estacionales.
En las circunstancias actuales, nuestros socios estadounidenses son conscientes de que no es hora de dejar cabos sueltos y que la prioridad deben ser los amigos del vecindario, especialmente porque otras potencias están ávidas de ocupar esos espacios económicos, comerciales y geoestratégicos en el continente.
Y para contribuir al fortalecimiento de las relaciones en Latinoamérica, Colombia, por su ubicación estratégica en la región y defensor de la democracia, debe ser percibido como un aliado aún más confiable, como punta de lanza de la integración, el desarrollo social y un mejor destino para la inversión productiva y el turismo.
Si bien en una relación son dos los actores, mi percepción es que las opciones para lograr una diversificación dependen más de nosotros los colombianos. Necesitamos entender que somos un socio valioso para Estados Unidos, que ellos lo perciban así y saber negociar según las circunstancias. Se trata de pensar en una diplomacia moderna basada en los intereses comunes, fundamentada en los principios democráticos y de soberanía, con claridad en los propósitos, en lo factible, y asertivos ante los desafíos.
Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia. En 2021, el 27 % de las exportaciones del país al mundo fueron a Estados Unidos. Este es el principal inversionista extranjero en el país, con un 18,8 % de la inversión extranjera directa (IED) que llegó al país entre enero y septiembre de 2021, y el más importante proveedor de viajeros extranjeros, con un 24 % del total de turistas internacionales en el país el año pasado, según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Siendo Estados Unidos nuestro principal inversionista, debemos seguir atrayendo inversión norteamericana para grandes proyectos de infraestructura y desarrollo, porque es importante que nuestros aliados no pierdan espacios que fácilmente está ocupando China en América Latina, a través de su estrategia de expansión con proyectos y comercio.
Para lograr estas inversiones es indispensable avanzar en temas como el acuerdo de doble tributación que Estados Unidos y Colombia vienen negociando y que sería un argumento favorable adicional. Actualmente, las cerca de 450 empresas estadounidenses que hacen negocios en Colombia generan cerca de 100 mil empleos directos e indirectos, lo cual se podría potenciar, brindando seguridad jurídica que permita planear inversiones, proyectos a largo plazo que se puedan integrar a un concepto productivo y de desarrollo social.
Y hay que darle mayor impulso al Tratado de Libre Comercio con acciones concretas que permitan abrir los espacios a los productos competitivos colombianos en EE. UU., resaltando la necesidad de agilizar los procesos de homologación de productos agrícolas colombianos, buscar acciones que permita una mayor acumulación entre los dos países y con la Alianza del Pacífico para lograr mayores oportunidades en las cadenas de valor, integrar un capítulo dentro del TLC que estimule la identificación de oportunidades en la demanda estadounidense, por un lado, y asesoría y transferencia de tecnología para el desarrollo de productos y su competitividad, por el otro.
Conclusión
La celebración de los 200 años amerita una reflexión, un diálogo abierto y franco, una evolución de la agenda de los dos países. Las coyunturas binacionales, las circunstancias internacionales y las perspectivas que se proyectan señalan una oportunidad especial para conectarnos de otro modo e ir más allá. Ciertamente, el modelo militar (que no puede ceder) hay que acompañarlo con nuevas acciones, con inversión social, educación pertinente, transformación digital y bilingüismo, desarrollo productivo y crecimiento sostenible. Adicional, fortalecer los lazos comerciales con un acuerdo de doble tributación, rapidez en la homologación de productos, mejoras en la acumulación, entre otros.
Para ello será de vital importancia continuar con el apoyo bipartidista estadounidense e implica un esfuerzo de todos, desde los sectores públicos y privados, y con mucho respaldo de la sociedad civil. Estamos en un momento histórico que nos obliga a hacer un llamado a que se abran nuevos desafíos en la agenda bilateral, que la diplomacia política acoja al sector empresarial para ensanchar el comercio, la inversión y el turismo, y todo se integre a un reto social que impacte en todo el sistema nacional y a sus instituciones democráticas.
* Directora de AmCham Colombia, presidenta de AliadaS (alianza de 35 gremios y asociaciones empresariales de Colombia) y exministra de Comercio, Industria y Turismo. Este artículo hace parte del libro conmemorativo (en inglés Allies) “Aliados: 27 ideas audaces para reimaginar la relación entre Estados Unidos y Colombia”. Fue editado por el Atlantic Council y The Wilson Center e incluye también textos del expresidente Bill Clinton, la excanciller Carolina Barco, el actual embajador Juan Carlos Pinzón, el empresario Howard Buffet, el expresidente de BID Luis Alberto Moreno, el exdirector de la CIA general (r) David Petraeus, el exdirector del Comando Sur, almirante (r) Craig Faller, el congresista Gregory Meeks, los exembajadores de EE. UU. en Colombia Kevin Whitaker y Michael McKinley, así como el actor John Leguízamo.
La mejor forma de conmemorar el bicentenario de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos es dedicando más atención a los desafíos que trae la relación bilateral, con un enfoque que debe ir más allá de las prioridades que históricamente han regido la agenda bilateral, centradas en la seguridad hemisférica, la lucha contra la insurgencia y el narcotráfico. Es del interés de ambas naciones procurar una cooperación diversificada y sustentada en el desarrollo sostenible, para fortalecer una agenda social. Estados Unidos es sin duda el mejor socio y aliado para lograrlo, más ahora, en momentos en los que la sombra de otra guerra en Europa acecha y nos compromete a estar muy cohesionados e integrados en el continente americano. (Más: Los reclamos latinoamericanos en la Cumbre de las Américas por la crisis climática).
Es prioritario que la relación se fortalezca y que las sinergias se multipliquen para profundizar el comercio, la inversión, el turismo, la cooperación y los beneficios que esto genera para el desarrollo económico sostenible de ambos países. Consideramos que las oportunidades son muchas y las posibilidades ilimitadas en todos los sectores, como lo son la transformación digital, la transferencia tecnológica y la cooperación en proyectos productivos de gran escala, para que nuestras regiones más vulnerables puedan crecer en la legalidad y desarrollar comunidades dentro de la formalidad.
Es evidente que el apoyo de nuestro mayor socio comercial y aliado estratégico ha sido decisivo para que Colombia conserve su Estado de derecho y mantenga el control institucional de todo su territorio. No obstante, es también evidente que es hora de que el Plan Colombia militar evolucione para tener mayor inversión y contundencia en un Plan Social de similar dimensión, con el fin de lograr contribuir a generar educación, empleo, bienestar y expectativas de futuro en territorios donde la carencia de estas herramientas ha hecho que prevalezca la delincuencia.
Las bases están puestas
No estamos hablando de un asunto utópico ni partimos de cero. Durante la administración de los presidentes Barack Obama y Juan Manuel Santos, en el marco de la Asamblea de las Naciones Unidas de septiembre de 2010, se acordó elaborar una nueva agenda bilateral que ampliara la relación más allá de los temas militares y estratégicos, incluyendo entro otros temas el desarrollo social, el crecimiento económico, el medio ambiente, la educación, la energía y los derechos humanos. Ello habría de concretarse a través del Diálogo de Alianza de Alto Nivel Estados Unidos-Colombia, un mecanismo de interlocución entre funcionarios estadounidenses y colombianos que se debería celebrar periódicamente para evaluar el avance en la agenda planteada, y el cual valdría la pena conocer más a fondo.
Tras la reunión celebrada en Bogotá en febrero de 2022, con la participación de la subsecretaria de Estado para los Asuntos Políticos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Victoria Nuland, los medios de prensa local informaron que el diálogo se concentró en la cooperación bilateral y en la coordinación de acciones conjuntas para afrontar posibles amenazas y fenómenos de violencia, incluyendo los delitos cibernéticos. Ciertamente, los alcances deben ser mayores, constituyendo así una ocasión para trazar nuevos caminos.
Estos encuentros deberían, adicionalmente, incluir la participación del sector privado en el marco del diálogo de alto nivel, ya que son parte fundamental de la alianza estratégica que tenemos con Estados Unidos, y no podemos limitar su alcance a programas del ámbito antinarcóticos, sin desconocer que se atienden con interés los programas de desarrollo y fortalecimiento institucional en las regiones más vulnerables.
Formación y empleo
Es indiscutible que, para reducir la corrupción, la ilegalidad y la violencia, hay que proporcionar a nuestros ciudadanos herramientas para integrarse al desarrollo, y eso comienza invirtiendo en escuelas, universidades y formación técnica y universitaria pertinentes, al tiempo que se promueven oportunidades económicas, innovación, emprendimiento y posibilidades de empleo.
El desarrollo de programas regionales (presenciales, virtuales y semipresenciales), en particular para los municipios con menores posibilidades, tendría un impacto directo en las oportunidades, aún más si se complementara con la asesoría de centros especializados estadounidenses y un acompañamiento de largo plazo.
Somos un país de micro y pequeñas empresas. Según el Ministerio del Trabajo, estas representan más de un 90 % del sector productivo nacional y un 80 % del empleo en Colombia. Hay que fortalecerlas con capacitación, financiación, asesoría técnica, transferencia de tecnología y programas de transformación digital para sintonizarlas con las necesidades de las nuevas industrias.
Más inversión y comercio
Un desarrollo económico que equilibre lo ambiental, lo social y lo económico es un desafío para los gobiernos de ambas naciones en las próximas décadas, y para ello debe haber una cultura integracionista y un acercamiento social, de manera que las relaciones nunca se afecten por eventos estacionales.
En las circunstancias actuales, nuestros socios estadounidenses son conscientes de que no es hora de dejar cabos sueltos y que la prioridad deben ser los amigos del vecindario, especialmente porque otras potencias están ávidas de ocupar esos espacios económicos, comerciales y geoestratégicos en el continente.
Y para contribuir al fortalecimiento de las relaciones en Latinoamérica, Colombia, por su ubicación estratégica en la región y defensor de la democracia, debe ser percibido como un aliado aún más confiable, como punta de lanza de la integración, el desarrollo social y un mejor destino para la inversión productiva y el turismo.
Si bien en una relación son dos los actores, mi percepción es que las opciones para lograr una diversificación dependen más de nosotros los colombianos. Necesitamos entender que somos un socio valioso para Estados Unidos, que ellos lo perciban así y saber negociar según las circunstancias. Se trata de pensar en una diplomacia moderna basada en los intereses comunes, fundamentada en los principios democráticos y de soberanía, con claridad en los propósitos, en lo factible, y asertivos ante los desafíos.
Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia. En 2021, el 27 % de las exportaciones del país al mundo fueron a Estados Unidos. Este es el principal inversionista extranjero en el país, con un 18,8 % de la inversión extranjera directa (IED) que llegó al país entre enero y septiembre de 2021, y el más importante proveedor de viajeros extranjeros, con un 24 % del total de turistas internacionales en el país el año pasado, según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Siendo Estados Unidos nuestro principal inversionista, debemos seguir atrayendo inversión norteamericana para grandes proyectos de infraestructura y desarrollo, porque es importante que nuestros aliados no pierdan espacios que fácilmente está ocupando China en América Latina, a través de su estrategia de expansión con proyectos y comercio.
Para lograr estas inversiones es indispensable avanzar en temas como el acuerdo de doble tributación que Estados Unidos y Colombia vienen negociando y que sería un argumento favorable adicional. Actualmente, las cerca de 450 empresas estadounidenses que hacen negocios en Colombia generan cerca de 100 mil empleos directos e indirectos, lo cual se podría potenciar, brindando seguridad jurídica que permita planear inversiones, proyectos a largo plazo que se puedan integrar a un concepto productivo y de desarrollo social.
Y hay que darle mayor impulso al Tratado de Libre Comercio con acciones concretas que permitan abrir los espacios a los productos competitivos colombianos en EE. UU., resaltando la necesidad de agilizar los procesos de homologación de productos agrícolas colombianos, buscar acciones que permita una mayor acumulación entre los dos países y con la Alianza del Pacífico para lograr mayores oportunidades en las cadenas de valor, integrar un capítulo dentro del TLC que estimule la identificación de oportunidades en la demanda estadounidense, por un lado, y asesoría y transferencia de tecnología para el desarrollo de productos y su competitividad, por el otro.
Conclusión
La celebración de los 200 años amerita una reflexión, un diálogo abierto y franco, una evolución de la agenda de los dos países. Las coyunturas binacionales, las circunstancias internacionales y las perspectivas que se proyectan señalan una oportunidad especial para conectarnos de otro modo e ir más allá. Ciertamente, el modelo militar (que no puede ceder) hay que acompañarlo con nuevas acciones, con inversión social, educación pertinente, transformación digital y bilingüismo, desarrollo productivo y crecimiento sostenible. Adicional, fortalecer los lazos comerciales con un acuerdo de doble tributación, rapidez en la homologación de productos, mejoras en la acumulación, entre otros.
Para ello será de vital importancia continuar con el apoyo bipartidista estadounidense e implica un esfuerzo de todos, desde los sectores públicos y privados, y con mucho respaldo de la sociedad civil. Estamos en un momento histórico que nos obliga a hacer un llamado a que se abran nuevos desafíos en la agenda bilateral, que la diplomacia política acoja al sector empresarial para ensanchar el comercio, la inversión y el turismo, y todo se integre a un reto social que impacte en todo el sistema nacional y a sus instituciones democráticas.
* Directora de AmCham Colombia, presidenta de AliadaS (alianza de 35 gremios y asociaciones empresariales de Colombia) y exministra de Comercio, Industria y Turismo. Este artículo hace parte del libro conmemorativo (en inglés Allies) “Aliados: 27 ideas audaces para reimaginar la relación entre Estados Unidos y Colombia”. Fue editado por el Atlantic Council y The Wilson Center e incluye también textos del expresidente Bill Clinton, la excanciller Carolina Barco, el actual embajador Juan Carlos Pinzón, el empresario Howard Buffet, el expresidente de BID Luis Alberto Moreno, el exdirector de la CIA general (r) David Petraeus, el exdirector del Comando Sur, almirante (r) Craig Faller, el congresista Gregory Meeks, los exembajadores de EE. UU. en Colombia Kevin Whitaker y Michael McKinley, así como el actor John Leguízamo.