La historia de Carlos y Camila Parker: el largo camino hacia el trono
Durante años fue la bruja de un cuento de hadas, que hoy sabemos nunca existió; resistió, limpió su imagen y se convierte en reina. El largo camino de redención de una plebeya que se enamoró de un príncipe que esperó muchos años para ser rey.
“Mi bisabuela era la amante de tu tatarabuelo”, le dijo Camila Parker al príncipe Carlos en 1970; una frase que marcó el comienzo de un tormentoso viaje que termina este sábado en la ceremonia de coronación del nuevo soberano de la monarquía constitucional más importante del mundo. Camila, a quien una vez la prensa británica llamó “la mujer más odiada del mundo”, será la reina consorte de Carlos III, la cabeza de la familia real británica.
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“Mi bisabuela era la amante de tu tatarabuelo”, le dijo Camila Parker al príncipe Carlos en 1970; una frase que marcó el comienzo de un tormentoso viaje que termina este sábado en la ceremonia de coronación del nuevo soberano de la monarquía constitucional más importante del mundo. Camila, a quien una vez la prensa británica llamó “la mujer más odiada del mundo”, será la reina consorte de Carlos III, la cabeza de la familia real británica.
El final de un camino de más de cincuenta años de odios y rechazos, que hoy los británicos ven como injusto y desproporcionado. De acuerdo con una encuesta, el 42 % de los británicos respalda la llegada de Camila al trono, una cifra impresionante, teniendo en cuenta que hasta hace unos años nadie la veía con buenos ojos. Historiadores que han inundado programas periodísticos en la televisión inglesa estos días señalan que el ascenso de Camila es la culminación de una operación para mejorar su imagen, que comenzó la reina Isabel II hace unos años, cuando finalmente aceptó que Carlos no dejaría jamás a su gran amor.
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Cuando el príncipe, un joven tímido, solitario y retraído, conoció a Camila por allá en los años 70 se enamoró perdidamente. Ella, en cambio, lo usó para darle celos al hombre del que estaba enamorada entonces: Andrew Parker-Bowles, con quien finalmente terminó casándose y con quien tuvo dos hijos. Un asunto menor para el príncipe enamorado, que le propuso divorciarse y escapar juntos. Camila, que sucumbió finalmente ante el amor incondicional del heredero de la corona, lo rechazó y lo convenció de conseguirse una novia… pero no dejar de verse; el joven príncipe se dedicó a flirtear con jóvenes de la realeza durante años, hasta que en 1980 la reina le exigió sentar cabeza y olvidar a Camila, casándose con una joven que le diera altura a la corona. La elegida fue Diana Spencer, 19 años, que se enamoró de Carlos, de 31.
Esta historia nos la contaron, adornada con mentiras y rumores, los tabloides británicos: Carlos y Diana se casaron, tuvieron dos hijos, pero Camila siempre fue “la tercera en la sombra”. En 1992 se anuncia la separación de los príncipes de Gales, y en 1994 Camila se divorció. En 1995 la pareja tenía vía libre para rehacer su vida, pero llegó la desgracia: Diana murió en un accidente de tránsito en 1997, y Camila volvió a estar en el foco como la causante de la profunda tristeza e infelicidad de la princesa. Tuvo que esconderse durante años. “Fue horrible”, admitió Camilla en una entrevista, sobre el escrutinio mediático que la encarceló en su casa después de la impactante muerte de Diana. “No me gustaría hacer pasar a mi peor enemigo por esto”, señala un artículo en el periódico The Guardian.
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Lavado de imagen
“Esa mujer malvada”, la llamaba la reina Isabel II, según su biógrafo. Sin embargo, años después fue la monarca la que decidió que ya era hora de darle su lugar a Camila en la familia real y comenzó la tarea de transformar su imagen. Lo primero fue aceptar el matrimonio con Carlos, que se consolidó en 2005. “Estoy encantada de dar la bienvenida a mi hijo y a su novia al recinto de los ganadores (…) Mi hijo está en casa y con la mujer que ama”, era la aprobación que necesitaba la pareja.
Carlos pasó de ser un príncipe con semblante triste y aburrido que aparecía al lado de Diana, a un hombre alegre y en paz: se casó por amor, uno que desafió tradiciones, instituciones y el paso del tiempo.
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Carlos encontró la estabilidad que necesitaba con ella. Luego de la muerte de su padre, el príncipe Felipe, la reina Isabel dio un paso más allá. Emitió una carta de reconocimiento a Camila para que finalmente llegara al trono. La declaración indicaba que Camila, duquesa de Cornualles y esposa del príncipe Carlos, debería convertirse en reina consorte cuando Carlos ascendiera al trono y les pidió a los británicos tener buena voluntad hacia ella.
“Fue el paso más significativo, era la aceptación de la realidad por parte de la Reina”, señaló en The New York Times una analista británica. De ahí en adelante, la conversación en torno a la duquesa de Cornualles en Reino Unido ya no era la de la bruja del cuento, sino sobre si llegaría a ser la reina consorte. La pareja se dedicó a ignorar los abusos y ataques de la prensa y aparecían en público como un par de enamorados, comprometidos con las causas de la corona. “Mi querida esposa Camila”, responde Carlos III cuando le preguntan por ella. “Estoy seguro de que asumirá las exigencias de su cargo con lealtad y su firme devoción, en la que he llegado a confiar tanto”.
La imagen de la pareja real fue restaurada. Explica Penny Junor, experta en la realeza británica en The Guardian, que la reina consorte “sigue en un notable ascenso: “De amante calumniada a miembro principal clave de la casa real, clave en la consolidación de la reputación de Charles y una verdadera socia para él”.
Su ascenso era inevitable. Ahora que Carlos toma el timón de la familia real, en medio de tormentosas relaciones internas entre sus hijos, nueras y oscuros negocios de sus hermanos y turbios pasados de miembros de su familia que salen a la luz, Camila estará al lado de un rey que aparece seguro de sí mismo, defensor de las causas más actuales como el medio ambiente y la cultura y dispuesto a llevar a la corona a los nuevos tiempos. “Camila fue la más grande de todas, “dijo el historiador real y autor Robert Lacey en The Guardian. “Su transformación se convierte, realmente, en la narrativa dominante de su vida. Y ella sentada en el trono junto a él en la Abadía de Westminster, sin ninguna ambivalencia popular, es la culminación de eso”.
Junor agrega en The Guardian, “mirando a la duquesa hoy, valorada por su trabajo, haciendo malabarismos con éxito con sus roles de deber y familia, bellamente presentada y saliendo serenamente al lado del mucho, mucho más feliz príncipe Carlos en el escenario mundial, es fácil olvidar todo lo que pasó para lograr esto”.
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