¿La OTAN no sabe qué hacer con China?
En las últimas semanas, la OTAN y el G7 tomaron decisiones claves relacionadas con China. ¿El objetivo? Enfrentar el creciente poderío económico y militar de Pekín. Pero expertos dicen que lidiar con China no es sostenible, entre otras cosas, porque hay intereses comerciales. “Es buscarse enemigos donde no los hay”, comentan analistas.
María Paula Ardila
Jo Inge Bekkevold, del Instituto Noruego de Estudios de Defensa, escribió un par de líneas que nos ayudan a entender el talante de la decisión que tomó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre China: “Por primera vez desde la invasión mongola de Europa en el siglo XIII, Europa ahora ve a una potencia asiática como una amenaza directa a la seguridad”, escribió el experto en Foreign Policy; una postura que la alianza dejó clara en su nuevo concepto estratégico, adoptado en la cumbre en Madrid el 29 y 30 de junio. Desde entonces, pareciera que las grandes potencias tienen más puestos los ojos que nunca sobre el presidente chino, Xi Jinping. Pero ¿realmente China representa ese “desafío” del que todos hablan? ¿Y qué implica para la OTAN tomar una postura como esta?
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Jo Inge Bekkevold, del Instituto Noruego de Estudios de Defensa, escribió un par de líneas que nos ayudan a entender el talante de la decisión que tomó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre China: “Por primera vez desde la invasión mongola de Europa en el siglo XIII, Europa ahora ve a una potencia asiática como una amenaza directa a la seguridad”, escribió el experto en Foreign Policy; una postura que la alianza dejó clara en su nuevo concepto estratégico, adoptado en la cumbre en Madrid el 29 y 30 de junio. Desde entonces, pareciera que las grandes potencias tienen más puestos los ojos que nunca sobre el presidente chino, Xi Jinping. Pero ¿realmente China representa ese “desafío” del que todos hablan? ¿Y qué implica para la OTAN tomar una postura como esta?
Vamos por partes. El nuevo concepto de la OTAN, que además sienta un precedente, pues marca la hoja de ruta de los próximos diez años de la alianza, dice que las “ambiciones y políticas coercitivas de China desafían nuestros intereses, seguridad y valores”. Esos retos, según la Alianza, incluyen “operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas, y su retórica de confrontación y desinformación”. A la vez, el G7 lanzó otro golpe contundente y condenó las prácticas comerciales de Pekín: el grupo destinará US$600.000 millones a un plan de infraestructura para los países en desarrollo (y así contrarrestar el proyecto multimillonario de la Franja y la Ruta de China).
“La combinación del tipo de lenguaje utilizado por el G7 y [la inclusión formal de China] en los documentos estratégicos de la OTAN, es, de hecho, un golpe para Pekín, y algo que habrían esperado y deseado poder prevenir”, dijo Andrew Small, del German Marshall Fund de EE. UU., a CNN. “Es un período excepcionalmente fuerte en términos de cooperación transatlántica y eso se traduce para China en formas que les preocupan mucho”, explicó.
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¿Por qué esas decisiones? “La estrategia de la OTAN responde al ascenso de China y al surgimiento de un nuevo sistema internacional bipolar, que reemplaza el llamado momento unipolar de EE. UU. de la década de 1990 y principios de la del 2000”, sostuvo Jo Inge Bekkevold, quien agregó que se estima que la economía de China será un 25 % más grande que la de EE. UU. en 2026. “Además, Pekín tiene los recursos para aumentar su presupuesto de defensa, que ya es cuatro veces mayor que el de Rusia”, dijo Bekkevold.
A la lista se suman otros asuntos como el debate de las operaciones de Huawei en Europa por temas de espionaje, la cercanía de China con Rusia en plena guerra en Ucrania, el control más estricto sobre Hong Kong, la represión policial en las manifestaciones contra del gobierno y la violación de derechos humanos en la región de Xinjiang.
Todo esto explicaría no solo los movimientos de estas últimas dos semanas, sino también los esfuerzos más recientes de EE. UU. por frenar a China: “La administración Biden anunció que EE. UU. y Reino Unido ayudarían a Australia a desarrollar submarinos de propulsión nuclear; creó un bloque económico con una docena de naciones de Asia-Pacífico y fortaleció las relaciones dentro de una coalición con Australia, India y Japón”, se lee en una publicación del New York Times. Y justamente ahí está el punto de todo el asunto: frenar el creciente poderío económico, político y militar de China.
“Esta actualización de la OTAN no resulta sorpresiva; en años anteriores hemos visto a EE. UU. y a la Unión Europea renovando sus prohibiciones y estrategias de seguridad, y en todas apuntan a China como un actor complejo”, le comentó a este diario David Mauricio Castrillón, profesor de la Universidad Externado. “Pero la OTAN no es capaz de establecer cómo está afectando China sus intereses, y en lo único que parecen estar de acuerdo es en que China existe como país con unos modelos políticos y económicos que no son propios de Occidente, y eso representa una amenaza para ellos. Es decir, el reto es que China sea distinta”, dijo el analista.
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¿Su arsenal militar y nuclear es un riesgo?
El país ahora posee la armada más grande del mundo en cuanto a número de barcos, según el informe anual más reciente del Pentágono sobre el poder militar de China, con una fuerza total de unos 355 barcos, incluidos más de 145 grandes buques de guerra a partir de 2021. Aquí podríamos hablar del Fujian, el nuevo portaaviones chino, que puede desplazarse con una carga de más de 80.000 toneladas y está equipado con dispositivos de bloqueo y sistemas de anclaje y amarre.
La embarcación fue botada al mar no solo ad portas de conocerse el informe de la OTAN, sino también en un momento de tensión entre China y EE. UU. por el estatuto de Taiwán. Y es que algunos analistas dicen que es cuestión de tiempo para que Xi Jinping retome el control de Taipéi.
“[El lanzamiento del Fujian] debería ser suficiente para que cualquier posible oponente se detenga a pensar, especialmente por la creciente agresión de China en sus disputas territoriales con Japón en el mar de China oriental”, escribió Brad Lendon, redactor de asuntos militares de CNN. “Sin embargo, los analistas advierten que no hay que tragarse demasiada publicidad por el momento”, concluyó.
Esto no solo porque el Fujian no es una embarcación por la que debería preocuparse EE. UU., sino también por el avance militar del país. Aunque el Ejército Popular de Liberación ha crecido a aproximadamente 975.000 miembros del personal en servicio activo, y la fuerza de aviación de la nación tiene más de 2.800 aviones, incluidos cazas furtivos y bombarderos estratégicos, según datos del Pentágono, Castrillón dice que China no representa una amenaza militar para EE. UU. y la OTAN.
“El gasto militar de China representa una tercera parte de lo que gasta EE. UU. en defensa, y eso sin contar todo el gasto colectivo de ese país y sus aliados de la OTAN. Además, China ha estado reduciendo el número de sus tropas. Hace veinte años, el país tenía cerca de cuatro millones, hoy tiene cerca de 2,7 millones de ellas”, comentó el analista. Sobre el tema nuclear, Castrillón dice que las cifras también hablan por sí mismas: “China tiene 350 armas nucleares, mientras que EE. UU. tiene más de 5.400. De hecho, este último país es el único que ha usado este tipo de armas contra otra nación”.
En el entorno regional, China se enfrenta a un escenario muy complejo en términos de seguridad, un asunto que justifica su modernización militar, dice Castrillón. “Un ejemplo claro es Corea del Norte; el hecho de que ese país tenga armas nucleares no es del agrado de China; de hecho, resulta una amenaza. Sin mencionar las tropas estadounidenses en Japón, Corea del Sur y Tailandia, por dar unos ejemplos”, comentó.
¿La OTAN se encartó con China?
Aunque la alianza no se ha comprometido con una participación militar directa en el Pacífico, Pepijn Bergsen, investigador del Chatham House, dice que cualquier esfuerzo transatlántico concentrado en China seguirá tropezando con los mismos obstáculos de siempre, “incluidos los importantes intereses económicos europeos en China y la voluntad europea de disminuir también su propia dependencia de EE. UU.”, escribió el analista en el medio Politico.
Un dato: China es el segundo mayor socio comercial de la Unión Europea, y Alemania, por ejemplo, depende en gran medida del mercado chino para su industria automotriz, según datos del New York Times.
Castrillón dio un concepto similar al de Bergsen: “Posiblemente esto resulte en contra de los intereses de la Alianza. Hemos visto los problemas de inflación en EE. UU., el alza en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal y la venidera recesión inevitable a la economía estadounidense. Todo esto hace que uno se cuestione si tiene sentido para la OTAN tratar de buscar enemigos donde no los hay”, dijo el experto.
Castrillón dice que la OTAN “no sabe qué hacer con China y tampoco tiene la capacidad para montar una campaña prolongada y sostenida contra ella”.
Pero no por eso hay que dejar de observar de cerca, opinan otros expertos. “Económicamente, China ahora está tirando abiertamente en una dirección diferente a la del G7. Está lanzando un salvavidas para sancionar a Rusia, está librando una guerra comercial con Lituania —país miembro de la UE—, en una disputa sobre Taiwán e ignora las críticas internacionales a una estrategia de cero covid que está rompiendo las cadenas de suministro globales”, explicaron varios analistas de Politico.
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