Los colombianos más influyentes ante el papa Benedicto XVI
Una visión del fallecido para emérito Joseph Ratzinger a través de dos de sus cardenales más cercanos y uno de sus consultores pontificios.
Redacción de El Espectador
Los fallecidos cardenales colombianos Alfonso López Trujillo (1935-2008) y Darío Castrillón Hoyos (1929-2018) fueron los colombianos más cercanos al fallecido papa emérito Benedicto XVI, pues ejercieron como dos de sus ministros claves mientras fue sumo pontífice de la iglesia dirigida desde el Vaticano, el primero como uno de los decanos de los cardenales y presidente del Pontificio Consejo para la Familia, y el segundo como jefe del Clero, es decir de todos los sacerdotes del planeta católico y, como si fuera poco, tesorero de los bienes de la Iglesia. (Recomendamos: Siga los detalles sobre la muerte y funeral de Benedicto XVI a través de El Espectador).
Por cuenta de los citados prelados, desde la muerte de Juan Pablo II y la entronización de Benedicto XVI, en 2005, Colombia llegó a ser uno de los países latinoamericanos con mayor influencia ante el Vaticano, en Roma. En especial, el prelado antioqueño López Trujillo era influyente ante Benedicto XVI, pues eran amigos desde la juventud y junto al alemán, Joseph Ratzinger, lideraron cruzadas globales contra la Teoría de la Liberación, el derecho al aborto y hasta el uso del condón.
Tanto Ratzinger como López eran dos de los candidatos a papa más favoritos durante el cónclave de 2005, pero la tradición europea se impuso. Según le contó entonces a El Espectador el tres veces embajador de Colombia ante el Vaticano, Guillermo León Escobar Herrán, fallecido en 2017, el cardenal colombiano López Trujillo estuvo entre los tres finalistas y, cuando vio que no lograba la mayoría de votos, fue “determinante” para convencer a europeos, africanos y americanos de la conveniencia de la elección de Benedicto XVI, versión que luego fue ratificada por medios internacionales como The Washington Post.
En el caso del cardenal Castrillón, llegó a ser igual de poderoso, pero había prevenciones frente a él desde que fue declarado “papable” en un reportaje personal que le hizo el escritor colombiano Gabriel García Márquez para la revista Cambio y, años más tarde, fue relevado de sus funciones luego de que no pudiera contener escándalos como el propiciado por el movimiento lefreviano, uno de cuyos obispos negó el Holocausto nazi y causó una crisis entre Roma y el pueblo judío.
El propio diplomático Escobar Herrán, doctor en literatura y teología de la Universidad de Bonn, era muy influyente ante Benedicto XVI, pues fue su amigo, su profesor en la Universidad Gregoriana en Roma y el alemán lo nombró consultor pontificio durante cinco años. Nacido en Armenia, Quindío, en 1944, fue embajador de Colombia ante la Santa Sede, primero entre 1998 y 2007 y luego desde 2014 hasta su muerte en Roma, en 2017.
Varias veces escribió en El Espectador sobre “los abusos de pedofilia de algunos extraviados de sus compromisos” y aplaudió la reforma al Código de Derecho Canónico para que los religiosos implicados empezaran a ser juzgados en medio de escándalos cuando Benedicto XVI asumió el papado y el fallecido Juan Pablo II empezó a ser cuestionado por su permisividad frente a estos delitos.
Un ejemplo fue el caso del sacerdote mexicano Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo. “Todo cayó sobre Benedicto de improviso, a pesar de que esos casos venían siendo tratados directamente por él como cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe. Las reclamaciones múltiples frente a otros casos particulares de religiosos complicados en acciones violatorias de la integridad de los niños confiados a su protección o prevalidos de su influencia. No solo en la iglesia norteamericana, sino también la irlandesa y luego la europea, la latinoamericana y aquellas del Asia y del África”.
Escobar Herrán advirtió lo que Benedicto XVI afrontaba y que, a la postre, sería uno de los factores que lo llevaría a la renuncia al papado en 2013 para darle paso a la elección de Francisco, pues “afectó la imagen y solvencia moral de la Iglesia, porque estos episodios de pedofilia dejan muchas vidas destruidas, vidas de víctimas que son difícilmente recuperables a las que se suman de ordinario las vidas de muchos de esos abusadores que en buena parte fueron abusados en el ámbito familiar o en los espacios educativos elementales”.
Escobar destacó que “con Marcial Maciel procedió Benedicto XVI de inmediato, ya que era quien más conocía el caso y estaba cierto de su culpabilidad y lo hizo de una manera que no dejó lugar a dudas con la absoluta prohibición de ejercer como sacerdote, aunque su grave y final enfermedad no permitió a los tribunales civiles hacerse a una causa penal que lo castigara. Pero si algo caracterizó a Benedicto fue su sentido de justicia”.
El embajador Escobar explicó entonces en El Espectador que en la renuncia de Benedicto XVI y su paso a papa emérito también influyeron episodios como los cuestionados manejos de dinero a través del IOR (banca vaticana). También el escándalo de los llamados “Vatileaks” y el robo de papeles con responsabilidad del mayordomo papal, Paolo Gabriele. Es decir, la corrupción de la Iglesia católica al más alto nivel.
Eso para Benedicto XVI fue “tortuoso”, según él como testigo excepcional de lo que ocurría en los edificios del independiente Estado Vaticano. “Enorme fue la lucha interna aún frente a altísimos prelados de diferente pensar y sentir ante la crisis innegable de la Iglesia en el mundo. Fue admirable el papa en su lucha casi solitaria, fuerte y decidido, lleno de dolor, pero sin transar y, sobre todo, señalando con firme delicadeza a aquellos obispos que guardaron silencio y que llevan el peso de los pecados de omisión. Sin embargo, el costo fue enorme”.
En todo caso, Escobar Herrán reiteró en estas páginas, a pesar de su cercanía con la curia romana, que “dentro del Vaticano había un fenómeno desarrollado de corrupción, que nadie lo niega hoy día, pero fue la misma iglesia la que dispuso investigaciones profundas y definitivas y eso no debe empañar el legado de ese gran pontífice que fue Benedicto XVI”.
Los fallecidos cardenales colombianos Alfonso López Trujillo (1935-2008) y Darío Castrillón Hoyos (1929-2018) fueron los colombianos más cercanos al fallecido papa emérito Benedicto XVI, pues ejercieron como dos de sus ministros claves mientras fue sumo pontífice de la iglesia dirigida desde el Vaticano, el primero como uno de los decanos de los cardenales y presidente del Pontificio Consejo para la Familia, y el segundo como jefe del Clero, es decir de todos los sacerdotes del planeta católico y, como si fuera poco, tesorero de los bienes de la Iglesia. (Recomendamos: Siga los detalles sobre la muerte y funeral de Benedicto XVI a través de El Espectador).
Por cuenta de los citados prelados, desde la muerte de Juan Pablo II y la entronización de Benedicto XVI, en 2005, Colombia llegó a ser uno de los países latinoamericanos con mayor influencia ante el Vaticano, en Roma. En especial, el prelado antioqueño López Trujillo era influyente ante Benedicto XVI, pues eran amigos desde la juventud y junto al alemán, Joseph Ratzinger, lideraron cruzadas globales contra la Teoría de la Liberación, el derecho al aborto y hasta el uso del condón.
Tanto Ratzinger como López eran dos de los candidatos a papa más favoritos durante el cónclave de 2005, pero la tradición europea se impuso. Según le contó entonces a El Espectador el tres veces embajador de Colombia ante el Vaticano, Guillermo León Escobar Herrán, fallecido en 2017, el cardenal colombiano López Trujillo estuvo entre los tres finalistas y, cuando vio que no lograba la mayoría de votos, fue “determinante” para convencer a europeos, africanos y americanos de la conveniencia de la elección de Benedicto XVI, versión que luego fue ratificada por medios internacionales como The Washington Post.
En el caso del cardenal Castrillón, llegó a ser igual de poderoso, pero había prevenciones frente a él desde que fue declarado “papable” en un reportaje personal que le hizo el escritor colombiano Gabriel García Márquez para la revista Cambio y, años más tarde, fue relevado de sus funciones luego de que no pudiera contener escándalos como el propiciado por el movimiento lefreviano, uno de cuyos obispos negó el Holocausto nazi y causó una crisis entre Roma y el pueblo judío.
El propio diplomático Escobar Herrán, doctor en literatura y teología de la Universidad de Bonn, era muy influyente ante Benedicto XVI, pues fue su amigo, su profesor en la Universidad Gregoriana en Roma y el alemán lo nombró consultor pontificio durante cinco años. Nacido en Armenia, Quindío, en 1944, fue embajador de Colombia ante la Santa Sede, primero entre 1998 y 2007 y luego desde 2014 hasta su muerte en Roma, en 2017.
Varias veces escribió en El Espectador sobre “los abusos de pedofilia de algunos extraviados de sus compromisos” y aplaudió la reforma al Código de Derecho Canónico para que los religiosos implicados empezaran a ser juzgados en medio de escándalos cuando Benedicto XVI asumió el papado y el fallecido Juan Pablo II empezó a ser cuestionado por su permisividad frente a estos delitos.
Un ejemplo fue el caso del sacerdote mexicano Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo. “Todo cayó sobre Benedicto de improviso, a pesar de que esos casos venían siendo tratados directamente por él como cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe. Las reclamaciones múltiples frente a otros casos particulares de religiosos complicados en acciones violatorias de la integridad de los niños confiados a su protección o prevalidos de su influencia. No solo en la iglesia norteamericana, sino también la irlandesa y luego la europea, la latinoamericana y aquellas del Asia y del África”.
Escobar Herrán advirtió lo que Benedicto XVI afrontaba y que, a la postre, sería uno de los factores que lo llevaría a la renuncia al papado en 2013 para darle paso a la elección de Francisco, pues “afectó la imagen y solvencia moral de la Iglesia, porque estos episodios de pedofilia dejan muchas vidas destruidas, vidas de víctimas que son difícilmente recuperables a las que se suman de ordinario las vidas de muchos de esos abusadores que en buena parte fueron abusados en el ámbito familiar o en los espacios educativos elementales”.
Escobar destacó que “con Marcial Maciel procedió Benedicto XVI de inmediato, ya que era quien más conocía el caso y estaba cierto de su culpabilidad y lo hizo de una manera que no dejó lugar a dudas con la absoluta prohibición de ejercer como sacerdote, aunque su grave y final enfermedad no permitió a los tribunales civiles hacerse a una causa penal que lo castigara. Pero si algo caracterizó a Benedicto fue su sentido de justicia”.
El embajador Escobar explicó entonces en El Espectador que en la renuncia de Benedicto XVI y su paso a papa emérito también influyeron episodios como los cuestionados manejos de dinero a través del IOR (banca vaticana). También el escándalo de los llamados “Vatileaks” y el robo de papeles con responsabilidad del mayordomo papal, Paolo Gabriele. Es decir, la corrupción de la Iglesia católica al más alto nivel.
Eso para Benedicto XVI fue “tortuoso”, según él como testigo excepcional de lo que ocurría en los edificios del independiente Estado Vaticano. “Enorme fue la lucha interna aún frente a altísimos prelados de diferente pensar y sentir ante la crisis innegable de la Iglesia en el mundo. Fue admirable el papa en su lucha casi solitaria, fuerte y decidido, lleno de dolor, pero sin transar y, sobre todo, señalando con firme delicadeza a aquellos obispos que guardaron silencio y que llevan el peso de los pecados de omisión. Sin embargo, el costo fue enorme”.
En todo caso, Escobar Herrán reiteró en estas páginas, a pesar de su cercanía con la curia romana, que “dentro del Vaticano había un fenómeno desarrollado de corrupción, que nadie lo niega hoy día, pero fue la misma iglesia la que dispuso investigaciones profundas y definitivas y eso no debe empañar el legado de ese gran pontífice que fue Benedicto XVI”.