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                                                                                                                                  “Los palestinos y el discurso occidental”, según Edward W. Said

                                                                                                                                  Para sumar visiones académicas a las raíces históricas de la guerra en Gaza, del lado de Palestina y del de Israel, publicamos un capítulo de “La cuestión palestina”, el ya clásico ensayo del escritor palestino-estadounidense (1935-2003), reeditado en Colombia bajo los sellos Debate y Debolsillo.

                                                                                                                                  Edward W. Said * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                  La supervivencia palestina depende hoy en gran parte de la ayuda humanitaria. Aquí un camión perteneciente a un convoy de auxilio para la Franja de Gaza espera frente a la puerta fronteriza de Rafah, Egipto, este martes. Mientras los mediadores internacionales continúan presionando para que la ayuda pase a Gaza y se permita la salida de quienes huyen del conflicto, el paso fronterizo de Egipto con la Franja de Gaza en Rafah permanecía cerrado.
                                                                                                                                  Foto: EFE - STR

                                                                                                                                  Por lo que respecta a la conciencia occidental de los derechos palestinos, es notable que las cosas empezaran a mejorar desde el momento en que la OLP apareció como el auténtico líder del pueblo palestino. Algunos comentaristas expertos, como Thomas L. Friedman del New York Times, han argumentado que los palestinos deben su nuevo y relativamente prominente lugar en la conciencia occidental al hecho de que sus adversarios fueran judíos israelíes; pero lo cierto es que el cambio ha ocurrido debido a todo lo que los palestinos han hecho constructivamente para cambiar su estatus, y debido a todo lo que se ha hecho como respuesta por parte de los judíos israelíes (Siga minuto a minuto la guarra en la Franja de Gaza).

                                                                                                                                  Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

                                                                                                                                  La supervivencia palestina depende hoy en gran parte de la ayuda humanitaria. Aquí un camión perteneciente a un convoy de auxilio para la Franja de Gaza espera frente a la puerta fronteriza de Rafah, Egipto, este martes. Mientras los mediadores internacionales continúan presionando para que la ayuda pase a Gaza y se permita la salida de quienes huyen del conflicto, el paso fronterizo de Egipto con la Franja de Gaza en Rafah permanecía cerrado.
                                                                                                                                  Foto: EFE - STR

                                                                                                                                  Por lo que respecta a la conciencia occidental de los derechos palestinos, es notable que las cosas empezaran a mejorar desde el momento en que la OLP apareció como el auténtico líder del pueblo palestino. Algunos comentaristas expertos, como Thomas L. Friedman del New York Times, han argumentado que los palestinos deben su nuevo y relativamente prominente lugar en la conciencia occidental al hecho de que sus adversarios fueran judíos israelíes; pero lo cierto es que el cambio ha ocurrido debido a todo lo que los palestinos han hecho constructivamente para cambiar su estatus, y debido a todo lo que se ha hecho como respuesta por parte de los judíos israelíes (Siga minuto a minuto la guarra en la Franja de Gaza).

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Está también la considerable importancia del extraordinario éxito de los palestinos a la hora de hacer que otros adoptaran su causa, explotando con inteligencia los múltiples niveles de significación relacionados con una Palestina que no era un punto geográfico concreto. Aquí resulta oportuno simplemente enumerar los lugares, tanto culturales como políticos, sobre los que se proyectó Palestina gracias a la labor movilizada y coordinada de los palestinos y la OLP. A principios de la década de 1970, Palestina y la OLP ocupaban un papel central en la Liga Árabe, y, obviamente, en las Naciones Unidas. En 1980, la Comunidad Económica Europea (CEE) había declarado que la autodeterminación palestina era uno de los principales puntos en su agenda política en Oriente Próximo, aunque seguía habiendo diferencias entre países como Francia, los estados escandinavos, España, Italia, Grecia, Irlanda y Austria, por una parte, y Alemania, Holanda y, sobre todo, el Reino Unido dominado por Reagan, por la otra. Mientras tanto, diversas organizaciones transnacionales como la Organización para la Unidad Africana (OUA), la Conferencia Islámica, la Internacional Socialista y la Unesco, además del Vaticano, varias entidades religiosas internacionales y una innumerable lista de organizaciones no gubernamentales, suscribían todas ellas la causa de la autodeterminación palestina con notable énfasis, muchas por primera vez. Aunque algunos de esos grupos fueron capaces de extender dicho apoyo a sus equivalentes o filiales estadounidenses, en mi opinión existió siempre una brecha profunda entre lo que ocurría fuera de Estados Unidos y lo que ocurría dentro de dicho país, entre el abierto apoyo a la autodeterminación palestina producido en Europa y la cautelosa aceptación de los derechos palestinos en la postura estadounidense equivalente, reformulada de forma harto tortuosa para eludir la censoria policía del pensamiento del lobby israelí.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Foto: Cortesía Penguin

                                                                                                                                  Todavía ocurre en Estados Unidos que ciertos productores de televisión consultan con el cónsul israelí sobre la posible participación de invitados propalestinos en sus programas; no obstante, observemos cuán relativamente novedoso es el mero hecho de invitar a palestinos. Todavía ocurre que los grupos de presión proisraelíes organizan protestas cuando hablan los palestinos, además de publicar listas de enemigos e intentar impedir la emisión de programas de televisión. Y también ocurre que, bajo presión, artistas prominentes como Vanessa Redgrave son castigados por su posicionamiento, y que numerosas publicaciones rechazan difundir nada que sea siquiera levemente crítico con Israel, o cualquier voz árabe o musulmana que no se haya identificado abiertamente como antiárabe y antimusulmana. Lo que pretendo indicar, pues, es la naturaleza todavía deprimida del discurso público en Estados Unidos, que se sitúa fatalmente por detrás de su equivalente en la mayor parte de Europa occidental y, desde luego, en el Tercer Mundo. El simbolismo de Palestina es todavía lo bastante potente como para suscitar entre sus enemigos una negación y oclusión totales, como, por ejemplo, cuando se cancelan representaciones teatrales o bien porque muestran simpatía por los palestinos, o bien porque retratan críticamente el sionismo (como es el caso de Hakawati, del Public Theater de Nueva York, o de la obra de Jim Allen, Perdition, representada en el Royal Court Theatre de Londres), cuando se publican libros argumentando que en realidad los palestinos no existen (como el de Joan Peters, From Time Immemorial, con sus citas mutiladas y sus dudosas estadísticas), o cuando se organizan crudos ataques para retratar a los palestinos como los herederos del antisemitismo nazi.

                                                                                                                                  Como parte de la campaña contra los palestinos, ha habido una despiadada guerra semiótica dirigida contra la OLP como su representante. Baste decir que la postura israelí, de la que con demasiada frecuencia se hace eco Estados Unidos, es la de que la OLP no constituye un interlocutor válido porque es «solo una organización terrorista». De hecho, Israel no negociará ni reconocerá a la OLP precisamente porque esta representa a los palestinos. Así (como hasta el propio Abba Eban ha reconocido), por primera vez en la historia del conflicto, una de las partes en liza se arroga el derecho a escoger a los dos equipos negociadores. Resulta increíble que los amigos de Israel hayan tolerado semejante disparate, que ha tenido el efecto unilateral de permitir a los israelíes retrasar las negociaciones durante años, y que asimismo ha permitido a unos cuantos gobiernos (¡algunos de ellos árabes!) darse tono en el ámbito internacional buscando representantes palestinos convenientes, o alternativos, o aceptables, o moderados, o apropiados.

                                                                                                                                  No hace falta detenerse aquí en los entresijos de lo que resulta o no tolerable en las representaciones de los palestinos en la sociedad civil estadounidense y europea. Lo principal es que, gracias a que la lucha palestina por la autodeterminación se hizo tan notable y se realizó a una escala tan inequívocamente nacional, pasó a formar parte del discurso estadounidense, del que había estado ausente durante tan largo tiempo.

                                                                                                                                  Hay otro importante aspecto que ha de ser aclarado. El terrorismo ha sido aquí la consigna, esa odiosa relación entre las acciones individuales y organizadas del terror político palestino, por una parte, y el conjunto del movimiento nacional palestino, por la otra. Yo lo explicaría del siguiente modo. Hasta la fecha, el principal —y bastante justificado— temor palestino es el de una negación que pueda convertirse fácilmente en nuestro sino. Sin duda, la destrucción de Palestina en 1948, los años de subsiguiente anonimato, la dolorosa reconstrucción de una identidad palestina en el exilio, los esfuerzos de muchos trabajadores políticos, luchadores, poetas, artistas e historiadores palestinos para sustentar dicha identidad palestina: todo ello ha convivido con el confuso temor a la desaparición, dada la sombría determinación del Israel oficial de acelerar el proceso de reducir, minimizar y asegurar la ausencia de los palestinos como presencia política y humana en la ecuación de Oriente Próximo. Frente a ello, las respuestas palestinas iniciadas a finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970 han incluido secuestros de aviones, asesinatos (como en las Olimpiadas de Munich, o en Ma’alot, y, más tarde, las matanzas de los aeropuertos de Roma y Viena por parte del grupo del renegado y anti-OLP Abu Nidal en 1985) y otras desventuras similares, entre las que destacan como dos de las más estúpidas el asesinato de Leon Klinghoffer en el secuestro del Achille Lauro a manos de Abu Abbas, en 1985, y el asalto a la playa de Tel Aviv en 1990. Que todos estos actos puedan ser hoy abiertamente condenados por árabes y palestinos constituye un indicativo de hasta qué punto se ha distanciado de ellos en madurez política y moralidad una comunidad por lo demás justificablemente inquieta. Sin embargo, el mero hecho de que ocurrieran no resulta en absoluto sorprendente: forman parte, por así decirlo, del guión de todo movimiento nacional (especialmente el sionista) que pretenda galvanizar a su gente, llamar la atención y dejar su impronta en una encallecida conciencia mundial.

                                                                                                                                  En "Freud, el sionismo y Viena", Edward Said, retratado en el mural, señala que pese a la escasa cobertura de medios todos claman justicia y paz.
                                                                                                                                  Foto: Briantrejo

                                                                                                                                  Por mucho que uno lamente y hasta desee de algún modo expiar la pérdida de vidas y el sufrimiento infligido a inocentes debido a la violencia palestina, pienso que sigue existiendo también la necesidad de decir que ningún movimiento nacional ha sido tan injustamente castigado, difamado y sometido a una venganza desproporcionada por sus pecados como el palestino. La política israelí de contraataques punitivos (o terrorismo de Estado) parece haberse propuesto matar de 50 a 100 árabes por cada víctima judía. La devastación de los campos de refugiados, hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias y orfanatos libaneses; las detenciones sumarias, deportaciones, destrucciones de casas, mutilaciones y torturas de palestinos en Gaza y Cisjordania; el empleo de una retórica venenosa y deshumanizadora por parte de los principales políticos, soldados, diplomáticos e intelectuales israelíes para caracterizar todos los actos de resistencia palestinos como terroristas y a los palestinos como inhumanos («cucarachas», «saltamontes», «alimañas de dos patas», etc.); todo esto, junto al número de víctimas palestinas, la magnitud de las pérdidas materiales, las privaciones físicas, políticas y psicológicas, ha excedido en mucho el daño causado por los palestinos a los israelíes. Y hay que añadir también que la notable disparidad, o asimetría, entre, por una parte, la situación de los palestinos como un pueblo agraviado, desposeído y víctima de ofensas, y, por la otra, Israel como «el Estado del pueblo judío» y el instrumento directo del sufrimiento palestino, resulta tan grande como lo es la falta de voluntad para admitirla.

                                                                                                                                  Aquí se da, pues, otra compleja ironía: cómo las clásicas víctimas de años y años de persecución antisemita y del Holocausto se han convertido en su nueva nación en los verdugos de otras personas, que a su vez se han convertido, por eso mismo, en víctimas de las víctimas. Que haya tantos intelectuales israelíes y occidentales, judíos o no judíos, que no hayan afrontado este dilema de una forma valerosa y directa representa, creo, una trahison des clercs de enormes proporciones, sobre todo en el hecho de que su silencio, su indiferencia o su pretendida ignorancia y neutralidad perpetúan los sufrimientos de un pueblo que no merece tan larga agonía. Ciertamente, si no hay nadie que pueda dar un paso adelante y decir, con franqueza: «, los palestinos realmente merecen expiar los crímenes históricos cometidos contra los judíos en Europa», cabe afirmar por la misma razón que no decir: «No, no debe permitirse que los palestinos sufran más esas ordalías» es un acto de complicidad y cobardía moral de dimensiones singulares.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Pero esa es la realidad. ¿Cuántos antiguos políticos o intelectuales activamente comprometidos siguen diciendo todavía en privado que se sienten horrorizados por las políticas militares y la arrogancia política israelíes, o que creen que la ocupación, la subrepticia anexión y la colonización de los territorios es inexcusable pero luego dicen poco o nada en público, donde sus palabras podrían tener algún efecto? ¿Y cuán cínica, y hasta sádica, no resulta la actuación de los presidentes estadounidenses que celebran el valor de los disidentes chinos, rusos, de la Europa del Este o afganos que luchan por la libertad, y sin embargo no pronuncian una sola palabra de reconocimiento a los palestinos, que han estado librando esa misma batalla cuando menos igual de valiente e ingeniosamente? Pues esa es la esencia de tantas décadas de esfuerzo palestino: la lucha por lograr que el drama palestino se reconozca como lo que es, una narrativa política de una dificultad insólita y hasta sin precedentes, objeto del valeroso compromiso de todo un pueblo. Ningún otro movimiento en la historia ha tenido un adversario tan difícil: un pueblo reconocido como la clásica víctima de la historia. Y ningún otro movimiento de liberación o de independencia en el período de la posguerra ha contado con una serie de aliados naturales tan poco fiables y a veces mortíferos, un entorno tan inestable, una superpotencia interlocutora tan reticente (como Estados Unidos), y una superpotencia aliada tan ausente (desde que la Unión Soviética, ya antes de su desaparición, abandonara en la práctica la causa palestina por deferencia a Estados Unidos e Israel). Y todo esto es experimentado por los palestinos sin que haya la menor soberanía territorial en ningún sitio; mientras la dispersión y la desposesión siguen siendo el sino de toda la nación; y mientras sigue siendo objeto de leyes punitivas en Israel y en los países árabes, de una legislación discriminatoria, y de unos edictos unilaterales (e inapelables) que van desde la deportación hasta las órdenes de disparar en el acto, pasando por el acoso en los aeropuertos y el maltrato verbal en la prensa.

                                                                                                                                  * Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Edward Wadie Said (nacido el 1° de noviembre de 1935, en Jerusalén) fue un escritor y activista palestino-estadounidense, profesor de literatura inglesa en la Uiversidad de Columbia, en Nueva York, hasta su muerte el 25 de septiembre de 2003. “La cuestión palestina” fue publicado en 1979, reeditado en 1992 y publicado en Colombia hace diez años.

                                                                                                                                  Por Edward W. Said * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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