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Lo advirtieron varias organizaciones internacionales: el acaparamiento de las vacunas por las naciones más ricas del mundo podría extender la pandemia del COVID-19. El problema es tan grave que el Foro Económico Mundial precisó que el nacionalismo de vacunas podría ralentizar la recuperación económica mundial, costando a los países de altos ingresos US$119 mil millones por año. “Algunos países adquirieron hasta cuatro veces más (dosis) de lo que necesita su población, excluyendo a otras naciones”, dijo Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, durante su intervención en la Agenda de Davos.
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Y las cifras no dicen lo contrario. Se han administrado más de 71,3 millones de dosis en 57 países. Estados Unidos lidera la lista con 24,4 millones de dosis administradas, le sigue China con 15 millones, y la Unión Europea con 9,7 millones, de acuerdo con datos de Bloomberg. Esto sin mencionar que Canadá reservó más del triple de lo necesario para inocular a su población. “Canadá, con una población de 38 millones, tiene contratos con al menos siete empresas para suministrar suficientes vacunas para 122 millones de personas, y eso no incluye las vacunas que acordó comprar a través del consorcio Covax”, se lee en la publicación de Bloomberg.
La historia es muy diferente para los países de bajos ingresos; funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtieron que Guinea es el único de los 29 países más pobres del mundo que ha iniciado la vacunación contra el coronavirus. “Y esos esfuerzos han sido de alcance limitado: solo 55 personas de la población de más de 12 millones han recibido dosis hasta ahora”, informó el Washington Post.
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“Si los países con un gran número de casos se retrasan en la obtención de la vacuna y otros medicamentos, la enfermedad seguirá alterando las cadenas de suministro globales y, como resultado, las economías de todo el mundo”, se lee en informe publicado por el Harvard Business Review. En diálogo con El Espectador, David Mauricio Castrillón, docente e investigador de la Universidad Externado de Colombia y experto en política doméstica y exterior de China y EE. UU., explica cómo el nacionalismo de vacunas puede impactar el suministro de esas dosis en varios países de Latinoamérica, incluido Colombia, y cómo el mecanismo Covax puede enfrentar varios retos a la hora de lidiar con este fenómeno.
¿Cómo el nacionalismo de vacunas puede impactar a países como Colombia?
Vemos que Colombia ha sido uno de los países más lentos en empezar sus programas de inoculación, y entre más se demore, más difícil será tener acceso a la oferta limitada de vacunas. Hasta en Estados Unidos se han visto problemas en producirlas y en distribuirlas. En Colombia las demoras que hemos visto llevarán a que nos tomemos mucho más de lo esperado. Se ha hablado que algunos países no podrán terminar de inocular a su población hasta 2024. En Colombia, así como van las cosas, podríamos estar dentro de ese grupo de países.
¿A qué se enfrentan los países ricos si los países pobres no tienen vacunas?
A diciembre del año pasado, los países más ricos, con el 14 % de la población, habían comprado el 53 % de toda la capacidad de producción de vacunas. Eso significa que más del 80 % de la población o tendrá un acceso difícil a ellas o no lo tendrá. Lo más irónico de todo esto es que hace unos días salió un reporte de la Cámara de Comercio Internacional que encontró que una distribución no equitativa de las vacunas le costaría a la economía del mundo nueve trillones de dólares, y quien asumiría más de la mitad de los costos serían los mismos países desarrollados que hoy se están vacunando. Hoy se pueden vacunar pero al abandonar al mundo en vía desarrollo, eventualmente esos países van a verse afectados por esas decisiones.
Se esperaba que este año viéramos un regreso a la normalidad económica con tasas de crecimiento medianamente altas, pero por la manera en la que la vacuna se está distribuyendo, por ese nacionalismo de vacunas, se está poniendo en duda qué tan rápida sea la reactivación económica. Es posible que los países desarrollados hayan vacunado a su población para la segunda mitad del 2021. Sin embargo, el mundo en vía de desarrollo continuará en crisis, y en países como los nuestros no habrá demanda para los artículos que se producen en países desarrollados, como Estados Unidos, lo que afectaría sus exportaciones.
¿Y las repercusiones sociales?
En días recientes salieron varios estudios en Estados Unidos que muestran que personas de minorías étnicas y raciales en los Estados Unidos están teniendo menos acceso a las vacunas que la población blanca.
¿Se verán afectadas las relaciones entre ciertos países por el nacionalismo de vacunas?
Vemos en América Latina algunos países que desde el principio han dejado sus buenas relaciones con Estados Unidos de lado y se han visto dispuestos a trabajar con otros países que han desarrollado otras vacunas, por ejemplo la china o la rusa. Vemos casos como el de Chile, Argentina, o el Brasil de Bolsonaro; desde el principio adquirieron vacunas de estos países y ya están inoculando a su población, y tienen garantizado el acceso a estas vacunas. De hecho en Brasil se está produciendo una de las vacunas de China y eventualmente se distribuirá en otros países de la región.
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Colombia es un caso excepcional que ha decidido adquirir especialmente vacunas producidas por países occidentales. También hay otros casos de países que le dan prioridar a otros con los que tienen afinidad, como el caso de China. El presidente Xi Jinping declaró que las vacunas que se produjeran en China serían un bien público global, y a lo largo de estos meses vimos a China cumplir con esa promesa dándole prioridad al sur global. Algunos países que están recibiendo vacunas de China y las están aplicando con éxito son Egipto, Filipinas, Indonesia, Turquía y Serbia.
¿El nacionalismo de vacunas podría truncar el mecanismo Covax que pretende garantizar el acceso a las vacunas para todos los países?
El mecanismo Covax lo que busca es obtener los recursos para negociar con los productores de las vacunas; negociar unos precios más accesibles y distribuir las vacunas a los países que lo necesitan, especialmente a aquellos de ingresos medios y bajos. Pero hay dos dinámicas que dificultan la misión de Covax. El primer obstáculo es que las negociaciones entre el mecanismo y estas empresas se ha dado de manera lenta; hay empresas como Moderna y Pfizer que no hacen parte de Covax, y no han acordado nada con ellos.
El otro asunto es que países como Estados Unidos activaron una legislación que le da prioridad al gobierno federal sobre cualquier otro cliente que tengan estas empresas. Esto afecta principalmente a las empresas estadounidenses que han desarrollado la vacuna y que están comprometidas a entregar dosis de vacunas primero a EE. UU. que a otros países.