A pesar de las protestas en Israel, la renuncia de Benjamín Netanyahu parece lejana
Las calles de varias ciudades israelíes se llenaron con gritos de protesta contra el primer ministro, pidiendo su dimisión. A pesar del eco, la salida del funcionario no parece tan cercana, pues para algunos se necesitaría de protestas multitudinarias, que aún no se logran, y para otros, Netanyahu es el líder que necesita Israel para seguir su enfrentamiento con Hamás.
La presión crece alrededor del gobierno de Benjamín Netanyahu: miles de personas se reunieron el domingo en la noche, frente a la Knésset, en Jerusalén, para exigir la dimisión de su gobierno. El lunes vencía el plazo para renovar la exención del servicio militar para los judíos ultraortodoxos, lo que puede generarle problemas al primer ministro con el Parlamento, e Irán responsabilizó al Estado judío del ataque del consulado de Teherán en Damasco, capital de Siria, en el que fallecieron al menos siete personas, incluido Mohammad Reza Zahedi, un alto comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní. El país “corresponderá cuando pueda”, advirtió el embajador Hossein Akbari, quien tildó de “extrema brutalidad” el ataque a su residencia. Ese mismo día, el Legislativo les dio visto bueno a las intenciones del líder judío de prohibir que el canal catarí Al Jazeera se emita en el país, y aprobó una norma que lo respalda para hacerlo. En medio de este panorama, Netanyahu será dado de alta el martes, tras ser operado de una hernia.
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La presión crece alrededor del gobierno de Benjamín Netanyahu: miles de personas se reunieron el domingo en la noche, frente a la Knésset, en Jerusalén, para exigir la dimisión de su gobierno. El lunes vencía el plazo para renovar la exención del servicio militar para los judíos ultraortodoxos, lo que puede generarle problemas al primer ministro con el Parlamento, e Irán responsabilizó al Estado judío del ataque del consulado de Teherán en Damasco, capital de Siria, en el que fallecieron al menos siete personas, incluido Mohammad Reza Zahedi, un alto comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní. El país “corresponderá cuando pueda”, advirtió el embajador Hossein Akbari, quien tildó de “extrema brutalidad” el ataque a su residencia. Ese mismo día, el Legislativo les dio visto bueno a las intenciones del líder judío de prohibir que el canal catarí Al Jazeera se emita en el país, y aprobó una norma que lo respalda para hacerlo. En medio de este panorama, Netanyahu será dado de alta el martes, tras ser operado de una hernia.
La presión interna viene de miles de israelíes que lo acusan de abandonar rehenes en Gaza y de administrar mal la guerra contra Hamás, mientras las conversaciones en Catar no parecen avanzar mucho. En una rueda de prensa, Netanyahu dijo: “Entiendo la desesperación y el deseo de hacer todo lo posible para recuperar [a los rehenes]. Soy un socio pleno de ese deseo”. En su intervención, agregó: “Como primer ministro de Israel, estoy haciendo todo y haré todo lo posible para traer a nuestros seres queridos a casa”. En contraste, el líder de la oposición, Yair Lapid, uno de los abanderados de las manifestaciones del domingo, pidió “elecciones ahora” y, al son de ese grito, la multitud exigió lo mismo.
“La rabia ya no espera el fin de la guerra”, escribió el analista político Shalom Yerushalmi en The Times of Israel, a propósito de las protestas, que se extenderán hasta el miércoles de esta semana. Ellas le recuerdan, al menos en algo, a las jornadas de manifestación que vivió el país en contra de la reforma judicial, que pretendía darle más poder al Ejecutivo sobre la Corte Suprema, aunque a diferencia de las de ahora, los políticos opositores no tuvieron un protagonismo tan marcado. “Tras el desastre del 7 de octubre, toda la agenda, por supuesto, ha cambiado, con mayor determinación y rabia. La reforma legal está descartada. Ahora es la cuestión de los rehenes, la crisis del reclutamiento ultraortodoxo, la conducta de los políticos y un insistente llamado, si no para que Netanyahu regrese a casa, al menos para nuevas elecciones”, continuó Yerushalmi en su artículo de opinión.
Gabriel Ben-Tasgal, analista de Medio Oriente, que en este momento está en Israel, reconoce que, entre los manifestantes, que muchos de ellos son familiares de los rehenes y que piden que el gobierno ceda a cambio de la libertad de sus seres queridos, no todos quieren nuevas elecciones, sino que continúe la administración “para acabar con el peligro militar de Hamás”. Ahora bien, en sus palabras, “sí es el final del gobierno de Netanyahu, pues es el máximo responsable del atentado de octubre. Ir a una elección sería detener la capacidad del gobierno para poder decidir. Creo que habrá comicios, pero cuando la batalla esté más adelantada. Netanyahu la está estirando”.
De todas maneras, reconoce que él todavía es considerado por algunos como el líder con mayor capacidad para administrar la guerra y la presión de Estados Unidos. El problema es que su administración está sustentada en partidos ortodoxos y ronda la exigencia de que ellos también formen parte del esfuerzo militar. Eso, según el analista, puede provocar la caída del gobierno, si no se llega a ningún tipo de compromiso.
David Ben Gurión, que fue el primero en ocupar el cargo de primer ministro israelí, estableció en 1948 que los ultraortodoxos pueden evitar el servicio militar si dedican su tiempo a estudiar los textos sagrados del judaísmo. Aunque la ley fue anulada en 2012 por la Corte Suprema, que pidió una nueva normativa, los gobiernos y los ultraortodoxos han llegado a acuerdos temporales, sin una determinación definitiva al respecto. Unos 66.000 hombres, entre 18 y 26 años, se benefician actualmente de esto. En teoría, según explicó Yair Ettinger, analista en asuntos religiosos, a la televisión pública Kan 11, esos jóvenes podrían ser llamados al servicio militar, “pero la Policía no va a venir a detenerlos porque declararlos desertores lleva tiempo y la Corte debe pronunciarse sobre este tema en mayo”.
David Kerpel, que ha trabajado como periodista y profesor de historia, que actualmente se dedica a hacer recorridos a peregrinos en Tierra Santa, no se siente identificado con los gobiernos de Netanyahu, pues, a su parecer, no han respondido a los grandes conflictos del país, entre ellos, al de los ultraortodoxos: “Ese es un problema que está hace años, que lo estuvo arrastrando y echándole tierra mucho tiempo. Ahora, preciso, se chocó con ese asunto, que además tiene dos problemas: el Ejército está necesitando gente para llenar las filas, pues al menos 600 soldados han muerto desde el 7 de octubre, y el costo de billones de dólares de mantener a los ultraortodoxos estudiando es un peso que no podemos seguir cargando. Hay que cambiar el paradigma, pero los ultraortodoxos no quieren y amenazan a Netanyahu con que su gobierno puede caer”.
Kerpel piensa que el primer ministro israelí está tratando de alejar el tema de su dimisión: “Más de una vez se ha negado a contestarles a reporteros sobre si renunciará cuando acabe la guerra. Él no responde”. Menciona que, aunque las protestas pidiendo que se aleje del cargo se sintieron en Tel Aviv y Jerusalén, de sur a norte en el país, “no le veo peso a las manifestaciones para que renuncie, pues se necesitan protestas multitudinarias y todavía estamos un poco lejos de eso”.
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