Abimael Guzmán y el mito subjetivo

Se pensó que Sendero Luminoso iba a morir pronto, tras la captura de Abimael Guzmán, en 1992, pero ese ansiado supuesto falló. Este grupo terrorista no solamente permanece, sino que es probable que subsista para siempre en el Perú, aunque con cambios trascendentes.

Orazio Potestá*
06 de junio de 2019 - 08:03 p. m.
Abimael Guzmán tiene 84 años y serios problemas de salud. Se encuentra detenido en la Base Naval del Callao.  / AP
Abimael Guzmán tiene 84 años y serios problemas de salud. Se encuentra detenido en la Base Naval del Callao. / AP

Del poderoso grupo maoísta-leninista quedan dos facciones: la abimaelita, que lucha políticamente para excarcelar a Abimael Guzmán y ser un partido político, y la militarizada, que opera en los valles cocaleros del Vraem (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) con apoyo del narcotráfico, y cuya ideología es tan mercenaria como inexistente. Este grupo es el menos relevante históricamente, pues para eliminarlo apenas bastaría con la ejecución de un adecuado plan militar.

La línea abimaelita parece ser la más peligrosa a largo plazo. Durante la guerra y siguiendo al maoísmo, Guzmán manejó una lucha de dos vertientes. Una en la que derrotaba al Estado y otra en la que era derrotado por él, ciertamente más real porque Sendero Luminoso nunca llegó a ser más que el sistema. Esta segunda vertiente, en teoría amarga y frustrante para Guzmán porque implicaba el fracaso de su proyecto, no fue del todo mala. Ocultaba la trampa del mito subjetivo, aspecto que en el Perú aún no ha sido muy estudiado, pese a tener un profundo arraigo andino.

El mito subjetivo es una de las creaciones más interesantes del proyecto senderista, causante de 35.000 muertes, aproximadamente, y de más de US$20.000 millones en pérdidas económicas en veinte años de accionar terrorista. El mito subjetivo es un pensamiento que se instala en la gente y que se nutre de representaciones, imágenes y recuerdos, pero especialmente de la utopía trunca de una sociedad justa, causante de siglos de amargura en las sociedades indígenas. Se erigió primero en China y después en el Perú, sobre la base de un actor común en ambas realidades: el campesinado pobre. El experto Manuel Jesús Granados señala que “una vez creado el mito subjetivo, ya no tendrá importancia que el Presidente Gonzalo (seudónimo de Abimael Guzmán) sea capturado o muerto. Otros serán los encargados de aplicar su pensamiento y, si es posible, desarrollarlo dentro de los canales previstos hasta conseguir el triunfo de su revolución”.

Operativamente hablando, el mito subjetivo es un fenómeno de transferencia histórica: el líder inocula en el seguidor la frustración del proyecto incumplido y lo envuelve por completo en la urgencia de una reivindicación.

El propio Guzmán fue receptor del mito subjetivo, pues esta historia se remonta al siglo XVIII. Algunos historiadores señalan que en 1780, los apus le prometieron a Túpac Amaru II que si su revolución contra el coloniaje no triunfaba en ese momento, lo haría doscientos años después. En 1980, cumplido ese dilatado lapso, Guzmán iniciaría a trompicones la lucha armada en el Perú. El Comité Central de Sendero Luminoso había intentado persuadirlo para que iniciara la guerra en 1985, bajo la tesis de que en ese momento las contradicciones de clase en el Perú estarían mucho más agudizadas, pero Guzmán prefirió cumplir con la proyección de los apus. Y así como Túpac Amaru II asumió el mito subjetivo dejado por Manco Inca, el último emperador del Tahuantinsuyo que se levantó contra los españoles, de acá a cincuenta, cien o doscientos años, algún joven o adolescente podría querer empuñar la espada de Guzmán.

Esto es muy lógico. El Perú tiene casi doscientos años como república y el mismo tiempo como país pobre. Y es bastante probable que la pobreza perdure por los siguientes doscientos años, manteniéndose el caldo de cultivo que originó a Sendero Luminoso y formó a su máximo cabecilla.

Hoy el principal problema de Guzmán es cronológico. Tiene 84 años y serios problemas de psoriasis. Su corazón está débil y la depresión lo consume en la temible Base Naval del Callao, su lugar de reclusión. Y si bien su muerte puede ocurrir en cualquier momento, es ahí cuando aparece el mito subjetivo para imponerse como un bombazo.

Entonces Guzmán morirá, pero no Sendero Luminoso. Lo peligroso es que esta agrupación terrorista será convertida en una leyenda funcional a la injusticia social no resuelta, mientras que Guzmán será tratado como el mártir de una audaz epopeya que quedó inconclusa. En suma, un mito subjetivo.

Ahora bien, este mito subjetivo tiene en la política a su principal complemento. Y hoy, Sendero Luminoso atraviesa por el mejor momento político de su historia, porque hacer política es lo que siempre ha sabido hacer mejor. Esta es una tesis retadora, sin duda, pero afianzada en lo real: en las décadas del 60 y del 70, fue el trabajo de base de Guzmán lo que convenció a una gran cantidad de peruanos de que debían morir en los campos de batalla para cumplir con la maoísta “cuota de sangre”. Y si bien lo político se enfrió por el inicio de la lucha armada, actualmente el enfrentamiento de Sendero Luminoso contra el “sistema opresor” es abierto y público, y su penetración ideológica en gremios laborales, organizaciones sociales y frentes juveniles, creciente y permanente. Estamos hablando de política pura, en el marco de un éxito político sin precedentes (aunque preocupante) que pocos quieren ver.

Entonces, el mito subjetivo transitará por la autopista política senderista y podría incrustarse en el frustrante quehacer del ciudadano sin opciones. Pero para eso la democracia tendría que fallar otra vez, y esa es una lamentable y probable posibilidad.

* Periodista y analista político peruano. Especial para El Espectador. 

Por Orazio Potestá*

 

Carlosé Mejía(19865)11 de septiembre de 2021 - 11:23 p. m.
Los seres humanos en cualquier tiempo y lugar tenemos la posibilidad de rechazar la injusticia y de levantarnos contra los opresores. Esto no es algo basado en mitos surgidos de la fantasía y la frustración sino en la esencia de nuestra condición moral como seres racionales llamados a la libertad y la solidaridad.
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