África, el continente más homófobo
La mayoría de sus países castigan la homosexualidad como un delito.
EFE
Un mito recorre los 38 países que en África Subsahariana castigan la homosexualidad como un delito: que es un vicio importado por la colonización europea y no debe ser tolerado en el continente.
Dirigentes políticos y misiones religiosas de extrema derecha han utilizado esta excusa, que la homosexualidad es una conducta "anormal" y occidental, para convertir a África en el continente más homófobo.
"Cuando preguntas a la gente de Kampala por qué se opone a la homosexualidad, siempre te dice que 'está en contra de la Biblia'", relata a Efe el activista transexual Pepe Julian Onziema.
Así lo recuerda Pepe, que hace tiempo no pisa las calles de su ciudad, la capital de Uganda, por miedo a que le detengan, le ataquen o a correr el infortunio de su compañero David Kato, golpeado con un martillo hasta la muerte en 2011.
La tragedia acrecentó la leyenda de Kato, el primer activista gay del país y quien llegó hasta las Naciones Unidas para clamar contra la entonces futura ley "Anti-Homosexualidad" ugandesa.
Cinco años después, el Gobierno de Yoweri Museveni ha aprobado finalmente la norma, aunque cambiando la pena capital por la cadena perpetua para los supuestos más graves.
El "Red Pepper" -un tabloide diferente al que en 2010 expuso la condición sexual de Kato, el "Rolling Stone"- acaba de hacer pública una lista de 200 célebres homosexuales ugandeses.
Pepe, que figura entre ellos, lamenta que Uganda no haya aprendido nada tras el asesinato de Kato: "La sociedad ugandesa es muy religiosa. Ellos piensan que (los homosexuales) irán al infierno".
La influencia religiosa en el cultivo homófobo de Uganda tiene para muchos un nombre propio: Scott Lively, un predicador evangelista estadounidense que hizo una campaña en 2009 para impulsar la ley contra los homosexuales y en la que embarcó al propio Gobierno a cambio, al parecer, de compromisos financieros.
"Uganda ha tenido minorías sexuales desde el colonialismo. Ahora, el debate ha sido contaminado por el movimiento evangelista", apunta a Efe Nicholas Opiyo, el abogado que lidera la denuncia de una plataforma civil ugandesa contra la citada ley.
También al sur del continente, en Malaui, y al oeste, en Nigeria o Camerún, la violencia y la legislación contra las minorías sexuales ha aumentado en los últimos años.
El reverendo zambio Kapya Kaoma cree que el "problema ugandés" ha adquirido una escala continental y acusa a la derecha cristiana estadounidense de trabajar para "expandir las prohibiciones de la era colonial en materia de derechos sexuales".
"Las políticas anti-gais se envuelven en los colores africanos, con líderes religiosos y políticos oportunistas que aseguran que la homosexualidad es un proyecto neocolonial de Occidente", sostiene Kaoma, también investigador de la fundación estadounidense Political Research Associates.
Uno de los líderes religiosos a los que alude Kaoma bien podría ser el pastor ugandés Solomon Male, quien en declaraciones a Efe insta a pensar en "las víctimas" de los homosexuales antes que en la defensa de sus derechos.
Desde el Islam africano también se habla de la homosexualidad como una intromisión cultural: "Denunciamos el intento de las potencias occidentales de imponer estas prácticas bohemias a los países pobres", mantiene Ishaq Akintola, director del grupo nigeriano Defensa de los Derechos de los Musulmanes (MURIC).
Estas ideas homófobas, sin embargo, fueron introducidas por los colonizadores, que implantaron "la intolerancia -hacia la homosexualidad- y sistemas para suprimirla", según el estudio de los expertos estadounidenses Stephen Murray y Will Roscoe.
Mientras, presidentes africanos como Museveni, Goodluck Jonathan, (Nigeria), Robert Mugabe (Zimbabue) o Yaya Jammeh (Gambia) arengan contra una práctica que consideran "antinatural" y ven como una "actividad subversiva".
"La religión es un pretexto que han utilizado los gobiernos para ganar popularidad, al verse arrastrados por la democracia de partidos", para oponerse a la homosexualidad, explica a Efe Neela Ghoshal, investigadora de la organización no gubernamental defensora de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
Casi la mitad de los países que criminalizan la homosexualidad en todo el mundo (78) se encuentran en África Subsahariana (38), según datos de Amnistía Internacional.
Entre 2010 y 2012, Camerún es el país donde más personas han sido juzgadas por este tipo de delito en todo el mundo, con un total de 30, de las que doce han sido encarceladas.
En ese mismo periodo, seis personas fueron asesinadas en ataques homófobos en Senegal, y en Nigeria es un castigo extendido dar latigazos a los hombres "cazados" en relaciones con compañeros de su mismo sexo.
Así que "Uganda no es el peor lugar" para los gais, observa Ghoshal.
Allí -señala la representante de HRW- la sociedad civil "todavía es libre" y puede intentar enfrentarse a los políticos que "convierten a los homosexuales en monstruos para distraer a la gente de sus problemas reales".
Pero los activistas -concluye Ghoshal- tienen, de momento, la batalla perdida en África, un continente donde la pobreza, los deficientes servicios sanitarios y educativos, la falta de infraestructura básica y la corrupción preocupan más a la población que los derechos de un grupo minoritario como los homosexuales.
Un mito recorre los 38 países que en África Subsahariana castigan la homosexualidad como un delito: que es un vicio importado por la colonización europea y no debe ser tolerado en el continente.
Dirigentes políticos y misiones religiosas de extrema derecha han utilizado esta excusa, que la homosexualidad es una conducta "anormal" y occidental, para convertir a África en el continente más homófobo.
"Cuando preguntas a la gente de Kampala por qué se opone a la homosexualidad, siempre te dice que 'está en contra de la Biblia'", relata a Efe el activista transexual Pepe Julian Onziema.
Así lo recuerda Pepe, que hace tiempo no pisa las calles de su ciudad, la capital de Uganda, por miedo a que le detengan, le ataquen o a correr el infortunio de su compañero David Kato, golpeado con un martillo hasta la muerte en 2011.
La tragedia acrecentó la leyenda de Kato, el primer activista gay del país y quien llegó hasta las Naciones Unidas para clamar contra la entonces futura ley "Anti-Homosexualidad" ugandesa.
Cinco años después, el Gobierno de Yoweri Museveni ha aprobado finalmente la norma, aunque cambiando la pena capital por la cadena perpetua para los supuestos más graves.
El "Red Pepper" -un tabloide diferente al que en 2010 expuso la condición sexual de Kato, el "Rolling Stone"- acaba de hacer pública una lista de 200 célebres homosexuales ugandeses.
Pepe, que figura entre ellos, lamenta que Uganda no haya aprendido nada tras el asesinato de Kato: "La sociedad ugandesa es muy religiosa. Ellos piensan que (los homosexuales) irán al infierno".
La influencia religiosa en el cultivo homófobo de Uganda tiene para muchos un nombre propio: Scott Lively, un predicador evangelista estadounidense que hizo una campaña en 2009 para impulsar la ley contra los homosexuales y en la que embarcó al propio Gobierno a cambio, al parecer, de compromisos financieros.
"Uganda ha tenido minorías sexuales desde el colonialismo. Ahora, el debate ha sido contaminado por el movimiento evangelista", apunta a Efe Nicholas Opiyo, el abogado que lidera la denuncia de una plataforma civil ugandesa contra la citada ley.
También al sur del continente, en Malaui, y al oeste, en Nigeria o Camerún, la violencia y la legislación contra las minorías sexuales ha aumentado en los últimos años.
El reverendo zambio Kapya Kaoma cree que el "problema ugandés" ha adquirido una escala continental y acusa a la derecha cristiana estadounidense de trabajar para "expandir las prohibiciones de la era colonial en materia de derechos sexuales".
"Las políticas anti-gais se envuelven en los colores africanos, con líderes religiosos y políticos oportunistas que aseguran que la homosexualidad es un proyecto neocolonial de Occidente", sostiene Kaoma, también investigador de la fundación estadounidense Political Research Associates.
Uno de los líderes religiosos a los que alude Kaoma bien podría ser el pastor ugandés Solomon Male, quien en declaraciones a Efe insta a pensar en "las víctimas" de los homosexuales antes que en la defensa de sus derechos.
Desde el Islam africano también se habla de la homosexualidad como una intromisión cultural: "Denunciamos el intento de las potencias occidentales de imponer estas prácticas bohemias a los países pobres", mantiene Ishaq Akintola, director del grupo nigeriano Defensa de los Derechos de los Musulmanes (MURIC).
Estas ideas homófobas, sin embargo, fueron introducidas por los colonizadores, que implantaron "la intolerancia -hacia la homosexualidad- y sistemas para suprimirla", según el estudio de los expertos estadounidenses Stephen Murray y Will Roscoe.
Mientras, presidentes africanos como Museveni, Goodluck Jonathan, (Nigeria), Robert Mugabe (Zimbabue) o Yaya Jammeh (Gambia) arengan contra una práctica que consideran "antinatural" y ven como una "actividad subversiva".
"La religión es un pretexto que han utilizado los gobiernos para ganar popularidad, al verse arrastrados por la democracia de partidos", para oponerse a la homosexualidad, explica a Efe Neela Ghoshal, investigadora de la organización no gubernamental defensora de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
Casi la mitad de los países que criminalizan la homosexualidad en todo el mundo (78) se encuentran en África Subsahariana (38), según datos de Amnistía Internacional.
Entre 2010 y 2012, Camerún es el país donde más personas han sido juzgadas por este tipo de delito en todo el mundo, con un total de 30, de las que doce han sido encarceladas.
En ese mismo periodo, seis personas fueron asesinadas en ataques homófobos en Senegal, y en Nigeria es un castigo extendido dar latigazos a los hombres "cazados" en relaciones con compañeros de su mismo sexo.
Así que "Uganda no es el peor lugar" para los gais, observa Ghoshal.
Allí -señala la representante de HRW- la sociedad civil "todavía es libre" y puede intentar enfrentarse a los políticos que "convierten a los homosexuales en monstruos para distraer a la gente de sus problemas reales".
Pero los activistas -concluye Ghoshal- tienen, de momento, la batalla perdida en África, un continente donde la pobreza, los deficientes servicios sanitarios y educativos, la falta de infraestructura básica y la corrupción preocupan más a la población que los derechos de un grupo minoritario como los homosexuales.