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[Análisis] Cuando los países pequeños cuentan

La capital de Tailandia, Bangkok, alberga entre el 17 y 18 de noviembre, el foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, APEC. Se trata de 21 economías de ambos costados del océano que, en su fundación en 1989, se propusieron construir la Comunidad del Pacífico.

Pío García
17 de noviembre de 2022 - 04:04 p. m.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken (izq.), y la representante comercial de los Estados Unidos, Katherine Tai (der.), hablan durante una conferencia de prensa en el marco de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Bangkok.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken (izq.), y la representante comercial de los Estados Unidos, Katherine Tai (der.), hablan durante una conferencia de prensa en el marco de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Bangkok.
Foto: EFE - NARONG SANGNAK
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La esquina del sudeste asiático se halla en el centro de la atención mundial por estos días. Están ahí Indonesia, con 1,9 millones de kilómetros cuadrados y cerca de 300 millones de habitantes; Camboya, con 180.000 kilómetros cuadrados y 18 millones de habitantes; Tailandia, con 513.000 kilómetros cuadrados y 70 millones de habitantes y nueve países más. Diez de ellos forman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), una comunidad política, económica y cultural, que sobrevive a los vaivenes de la geopolítica global. ASEAN acogió en Camboya, al final de su cumbre anual el 12 de noviembre, al presidente de Estados Unido, Joe Biden, quien llegó en busca de adherentes a su estrategia asiática, conocida como Iniciativa Indo-Pacífico.

En la isla indonesia de Bali, los días 15 y 16, se celebró la reunión anual del G20, evento al que concurrió una representativa delegación del poder mundial, incluidos los mandatarios de Francia, Reino Unido, Alemania, China y Estados Unidos. Los encuentros previos dieron espacio a citas trascendentales, la mayor de las cuales fue entre Xi Jinping y Joe Biden. A pesar de la guerra comercial y el hostigamiento al chino, éste no tuvo problema de ofrecerle a su homólogo una sonrisa con el mensaje de “regresar las relaciones de China y Estados Unidos a la vía saludable y estable del desarrollo”, y recibir como respuesta un “me comprometo a mantener abiertas nuestras líneas de comunicación”.

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La capital de Tailandia, Bangkok, alberga entre el 17 y 18 de noviembre, el foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, APEC. Se trata de 21 economías de ambos costados del océano que, en su fundación en 1989, se propusieron construir la Comunidad del Pacífico. Ese proyecto avanzó solo durante su primera década, porque a partir del año 2000 y a medida que China ascendía en el mercado mundial se convirtió en un rival para Estados Unidos. Así, en medio de las vicisitudes para estabilizar las finanzas globales golpeadas por la crisis de 2008, la administración Obama acentuó las medidas políticas y económicas antichinas. En el 2010, en su gira por Asia aireó la idea de crear una nueva alianza militar con India, Japón y Australia, socios del proyecto Indo-Pacífico, que Biden desea extender a un acuerdo de libre comercio. De ahí sus sugestivas propuestas de sumar a ASEAN a esa iniciativa.

El otro componente de la política Obama para la región fue, precisamente, el acuerdo de libre comercio con once países de APEC. Así nació la Asociación Trans-Pacífica o TPP. Su propósito básico no fue otro que dejar a China por fuera, a pesar de ser uno de los miembros fundadores de APEC. En respuesta, los chinos promovieron la negociación de la Asociación Económica Amplia (RCEP) con los diez países de ASEAN y sus cinco vecinos grandes: China, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda. RCEP fue firmada por los 15 en noviembre de 2020. La TPP quedó aprobada en 2016, pero al llegar Trump a la presidencia al año siguiente retiró a Estados Unidos. En 2018, Japón la resucitó como un acuerdo Amplio y Progresivo con los once países restantes.

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Estas reuniones dan lugar a comunicados sobre los asuntos mundiales y las fórmulas para encararlos. La declaración del G20 puso de presente la urgencia de impedir una hambruna mundial enviándoles sendos mensajes a Rusia y Ucrania de facilitar los insumos agrícolas y los cereales que tienen bajo su control. Los 20 también abogaron por la transición energética como medida clave en la lucha contra el calentamiento global y la necesidad de ajustar políticas y aportar los recursos que demandan los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). Ello implica avanzar en el acuerdo sobre tributación universal uniforme y equitativa y un control mayor sobre los paraísos fiscales. Sugerencias similares saldrán de la cumbre de APEC, con más énfasis en la preservación de las reglas comerciales globales. Las negociaciones regionales son fundamentales en el rescate del orden multilateral.

En efecto, más allá de la retórica, estas reuniones tienen el valor de ser espacios de diálogo, donde los grandes poderes se ven precisados a concertar sus intereses con los de los países medianos y pequeños, calibrar sus estrategias y hacer ciertas concesiones. En ese sentido, son esferas de negociación intermedia frente al foro internacional supremo que es la ONU. El reto de las organizaciones regionales, tipo ASEAN y APEC, y de los representantes de los países medianos y grandes, como lo es el G20, es lograr llevar sus acuerdos a la agenda global y convertirlos en instrumentos vinculantes. El Acuerdo de París sobre el clima y los ODS, aprobados en 2015, fueron el resultado de años de negociaciones bajo la tutela de Naciones Unidas.

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La ONU es la máxima expresión del multilateralismo. Paradójicamente, mientras sus inspiradores se empeñan en destruirla hay países que se aferran a recuperar su papel rector en el sistema internacional. Por una parte, Estados Unidos y sus aliados en el G7 y la OTAN construyen adversarios y les imponen sanciones. Son el poder hegemónico global que no acepta ni su decadencia ni opciones alternativas. Ya tienen doblegada a Rusia. Por otro lado, si hay un país que reitera en forma insistente las soluciones multilaterales es China. Desde hace rato se convirtió en el mayor defensor de la OMC, la OMS y todos los programas de la ONU. De ahí que desde Beijing no aparezca la alianza militar explícita sino-rusa, que tanto se desea desde Washington como justificación del militarismo asiático. Los chinos con metas al largo plazo ven la presión estadounidense sobre Taiwán y la reciente visita de la cabeza del congreso, Nancy Pelosi, como ardides controlables. ASEAN recibe a Biden sin renunciar al trato político y comercial con China. Dado que los países asiáticos sufrieron los estragos del colonialismo, desean un orden multilateral poshegemónico y garante de la coexistencia pacífica.

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Por Pío García

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