Así es como China ha conquistado el mar: quiere más y va por el puerto de Hamburgo
El canciller alemán, Olaf Scholz, defiende la compra de un 35% de la participación en el puerto de Hamburgo por parte de China. El negocio ha desatado una fuerte tormenta política en su país. China ya domina los mares y eso preocupa a la Unión Europea.
Camilo Gómez Forero
El puerto de Hamburgo ha desatado la nueva tormenta política en Alemania y en Europa. El canciller alemán, Olaf Scholz, se ha mostrado favorable a la venta del 35 % de este puerto, el más grande del país y el tercero más importante del continente, al conglomerado chino Cosco Shipping Holders Co., a pesar de que seis de sus ministros le han insistido en que no es un buen negocio. La Comisión Europea también le ha advertido al gobierno alemán, de manera confidencial, que no apruebe esta transacción. El negocio está en boca de todos y ha causado una enorme división.
¿Por qué el negocio de China no gusta?
Si algo la ha demostrado la guerra en Ucrania a la Unión Europea, y a Alemania en particular, es que depender de un gobierno exterior no es nada bueno. Por eso, la UE está buscando disminuir la dependencia de China. Pero Scholz, con el negocio de Hamburgo, está haciendo todo lo contrario.
Si Cosco adquiere el 35 % del puerto de Hamburgo, es seguro que el negocio provocará en un momento la dependencia económica del gigante asiático. Y esto es porque China ha ido dominando sigilosamente los mares, haciéndose con el control de puertos estratégicos para su estrategia Belt and Road, o la Nueva Ruta de la Seda, con la que busca que sus fábricas se conecten y tengan presencia en todo lado. Para el resto de países, esta estrategia no es tan conveniente, pues llevaría a que los puertos restantes se vean obligados a negociar con China para no verse tan afectados.
¿Cómo fue que China dominó los mares?
A través de inversión y compras oportunas, como la que ocurrió en Grecia. Tras la recesión de 2008, Cosco vio una oportunidad y le compró el 51 % de la participación al puerto griego del Pireo con una cláusula: en cinco años podría comprar más participación hasta llegar al 67 %. Así fue como el Pireo se convirtió hoy por hoy en la gran puerta de entrada de los productos de China a Europa. ¿Para qué toda esta inversión?
“Aquel que domina el mar domina el comercio; aquel que domina el comercio del mundo domina las riquezas del mundo y, en consecuencia, el mundo mismo”, decía el político inglés Walter Raleigh.
Lo que está haciendo Beijing es controlar gran parte de la zona portuaria en el mundo para expandir su poder mercantil, pero también militar. El objetivo, dicen expertos, es crear un ciclo autosustentable entre el comercio, el poder militar y la influencia diplomática. Con el control de los puertos, China tiene una palanca diplomática para influir en las naciones anfitrionas de los puertos y con el dinero que le entra por el uso de los puertos puede reinvertir esos fondos en sus fuerzas navales.
China, que cuenta con 34 grandes puertos y más de 2000 puertos pequeños, ya cuenta con cerca de 96 puertos en 44 países a través de inversiones y operaciones diplomáticas. Como podemos ver en el mapa, esto le da a Beijing un inmenso poder en el mundo.
La operación de conquista de los mares está lejos de terminar. De hecho, podría decirse que hasta ahora empieza. En países como Perú o Nigeria, China está construyendo “megapuertos” como el de Chancay o el de Lekki. Estos se convertirán en un centro neurálgico del comercio internacional.
“Las dimensiones son tan notables que todo indica que Chancay se va a convertir en un punto crítico para los envíos a China y a toda Asia”, le djio a BBC Mundo Margaret Myers, experta en Asia y América Latina de The Dialogue.
Ante estos megaproyectos, es evidente la preocupación de otros actores internacionales como la Unión Europea que ven con mucho recelo la venta de participación de sus puertos a China, país que dominaría la escena comercial, si no es que ya lo hace: de los 100 puertos más importantes del mundo, 57 pertenecen a China, de acuerdo con la última edición de la Lloyd’s List, una publicación especializada en la industria del transporte marítimo.
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Alemania ya debería haberse dado cuenta en estos meses de lo fatal que pueden resultar este tipo de negocios: la política de gasoductos de la excanciller Angela Merkel causó una dependencia energética extrema de Rusia, como se ha visto desde el inicio de la guerra en Ucrania. El proyecto de gasoducto Nord Stream 2 que ella impulsó a regañadientes para llevar gas de Rusia a Alemania dividió a la Unión Europea y a su país a nivel interno. Merkel insistía en que era un proyecto “puramente económico”, como ahora dice Scholz. Ahora vemos que esto le dio a Rusia un inmenso poder sobre Alemania.
“Todavía no se ha decidido nada”, enfatizó el dirigente alemán, quien agregó que no se trata de vender el puerto y “a lo sumo se trata de una participación en un terminal”. Sus palabras se dan en medio del anuncio de una curiosa visita a China, la cual está programada para principios de noviembre. Es el primer viaje de un líder de un país de la Unión Europea (UE) a Beijing desde noviembre de 2019.
Principal socio económico de Alemania y un mercado vital para el poderoso sector automotriz alemán, China ha sido objeto de atenciones por parte de Berlín, aunque el gobierno de Scholz endureció el tono durante el último año.
La jefa de la diplomacia alemana, Annalena Baerbock, afirmó recientemente que “no debemos depender de un país que no comparte nuestros valores”, a riesgo de volvernos “políticamente vulnerables al chantaje”. La conversación sobre el puerto de Hamburgo continúa y por ello se espera con ansias cada detalle del viaje de Scholz.
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El puerto de Hamburgo ha desatado la nueva tormenta política en Alemania y en Europa. El canciller alemán, Olaf Scholz, se ha mostrado favorable a la venta del 35 % de este puerto, el más grande del país y el tercero más importante del continente, al conglomerado chino Cosco Shipping Holders Co., a pesar de que seis de sus ministros le han insistido en que no es un buen negocio. La Comisión Europea también le ha advertido al gobierno alemán, de manera confidencial, que no apruebe esta transacción. El negocio está en boca de todos y ha causado una enorme división.
¿Por qué el negocio de China no gusta?
Si algo la ha demostrado la guerra en Ucrania a la Unión Europea, y a Alemania en particular, es que depender de un gobierno exterior no es nada bueno. Por eso, la UE está buscando disminuir la dependencia de China. Pero Scholz, con el negocio de Hamburgo, está haciendo todo lo contrario.
Si Cosco adquiere el 35 % del puerto de Hamburgo, es seguro que el negocio provocará en un momento la dependencia económica del gigante asiático. Y esto es porque China ha ido dominando sigilosamente los mares, haciéndose con el control de puertos estratégicos para su estrategia Belt and Road, o la Nueva Ruta de la Seda, con la que busca que sus fábricas se conecten y tengan presencia en todo lado. Para el resto de países, esta estrategia no es tan conveniente, pues llevaría a que los puertos restantes se vean obligados a negociar con China para no verse tan afectados.
¿Cómo fue que China dominó los mares?
A través de inversión y compras oportunas, como la que ocurrió en Grecia. Tras la recesión de 2008, Cosco vio una oportunidad y le compró el 51 % de la participación al puerto griego del Pireo con una cláusula: en cinco años podría comprar más participación hasta llegar al 67 %. Así fue como el Pireo se convirtió hoy por hoy en la gran puerta de entrada de los productos de China a Europa. ¿Para qué toda esta inversión?
“Aquel que domina el mar domina el comercio; aquel que domina el comercio del mundo domina las riquezas del mundo y, en consecuencia, el mundo mismo”, decía el político inglés Walter Raleigh.
Lo que está haciendo Beijing es controlar gran parte de la zona portuaria en el mundo para expandir su poder mercantil, pero también militar. El objetivo, dicen expertos, es crear un ciclo autosustentable entre el comercio, el poder militar y la influencia diplomática. Con el control de los puertos, China tiene una palanca diplomática para influir en las naciones anfitrionas de los puertos y con el dinero que le entra por el uso de los puertos puede reinvertir esos fondos en sus fuerzas navales.
China, que cuenta con 34 grandes puertos y más de 2000 puertos pequeños, ya cuenta con cerca de 96 puertos en 44 países a través de inversiones y operaciones diplomáticas. Como podemos ver en el mapa, esto le da a Beijing un inmenso poder en el mundo.
La operación de conquista de los mares está lejos de terminar. De hecho, podría decirse que hasta ahora empieza. En países como Perú o Nigeria, China está construyendo “megapuertos” como el de Chancay o el de Lekki. Estos se convertirán en un centro neurálgico del comercio internacional.
“Las dimensiones son tan notables que todo indica que Chancay se va a convertir en un punto crítico para los envíos a China y a toda Asia”, le djio a BBC Mundo Margaret Myers, experta en Asia y América Latina de The Dialogue.
Ante estos megaproyectos, es evidente la preocupación de otros actores internacionales como la Unión Europea que ven con mucho recelo la venta de participación de sus puertos a China, país que dominaría la escena comercial, si no es que ya lo hace: de los 100 puertos más importantes del mundo, 57 pertenecen a China, de acuerdo con la última edición de la Lloyd’s List, una publicación especializada en la industria del transporte marítimo.
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Alemania ya debería haberse dado cuenta en estos meses de lo fatal que pueden resultar este tipo de negocios: la política de gasoductos de la excanciller Angela Merkel causó una dependencia energética extrema de Rusia, como se ha visto desde el inicio de la guerra en Ucrania. El proyecto de gasoducto Nord Stream 2 que ella impulsó a regañadientes para llevar gas de Rusia a Alemania dividió a la Unión Europea y a su país a nivel interno. Merkel insistía en que era un proyecto “puramente económico”, como ahora dice Scholz. Ahora vemos que esto le dio a Rusia un inmenso poder sobre Alemania.
“Todavía no se ha decidido nada”, enfatizó el dirigente alemán, quien agregó que no se trata de vender el puerto y “a lo sumo se trata de una participación en un terminal”. Sus palabras se dan en medio del anuncio de una curiosa visita a China, la cual está programada para principios de noviembre. Es el primer viaje de un líder de un país de la Unión Europea (UE) a Beijing desde noviembre de 2019.
Principal socio económico de Alemania y un mercado vital para el poderoso sector automotriz alemán, China ha sido objeto de atenciones por parte de Berlín, aunque el gobierno de Scholz endureció el tono durante el último año.
La jefa de la diplomacia alemana, Annalena Baerbock, afirmó recientemente que “no debemos depender de un país que no comparte nuestros valores”, a riesgo de volvernos “políticamente vulnerables al chantaje”. La conversación sobre el puerto de Hamburgo continúa y por ello se espera con ansias cada detalle del viaje de Scholz.
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