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“Yo estuve en Nueva Zelanda en 2019, meses después de lo sucedido en Christchurch. Apenas tomó lugar eso, el Parlamento neozelandés tomó la iniciativa de remover las armas de las calles. Aquí, en Estados Unidos, tenemos ese mismo problema de violencia con armas de fuego de forma muy recurrente y me pregunto si usted nos puede explicar por qué su país sí pudo hacerlo, mientras que nosotros no hemos podido aprobar verificaciones de antecedentes universales para personas con enfermedades mentales o comportamientos violentos, a pesar de que el 91 % de los estadounidenses lo apoya”, le dijo Stephen Colbert, durante el programa The Late Show, a Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda.
Algo similar le comentó Joe Biden a la mandataria en su visita a la Casa Blanca, pues la considera un referente global contra la violencia extremista. En respuesta, ella comentó: “Nuestra experiencia, por supuesto, en este sentido, es nuestra. Pero si hay algo que podamos compartir que sea de algún valor, estamos aquí para compartirlo”. Y es que Nueva Zelanda sentó un precedente en cuanto a la legislación del control de las armas, prohibiendo la mayoría de las semiautomáticas, después de que los atentados en Christchurch, en los que dos mezquitas de la ciudad fueron atacadas, dejaran 51 personas fallecidas.
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“Nuestras leyes de armas cambiarán”, la promesa cumplida
Nueva Zelanda tenía unas restricciones leves en cuanto al porte de armas. La edad mínima para tener una era 16 años, aunque para portar una semiautomática, de tipo militar, el límite eran los 18. Así, cualquier persona que cumpliera los requisitos de la edad, y fuera considerada por la policía como “apta y honorable”, podía obtener una. Además, aunque todos los dueños de armas debían tener una licencia, las armas individuales no debían ser registradas.
Si bien a la persona se le exigía someterse a una revisión de antecedentes criminales e historial médico, evaluando si padecía alguna enfermedad mental, tenía alguna adicción o perpetraba algún tipo de violencia doméstica, una vez obtenía la licencia, podía adquirir todas las armas que quisiera. Así, bajo estas disposiciones, el país llegó a tener en 2016 1,2 millones de armas en manos de civiles, lo que equivalía a un arma por cada cuatro personas.
Ahora bien, después de que Brenton Tarrant, un supremacista blanco autoproclamado, atacara la mezquita Al Noor y el Centro Islámico Linwood, en Christchurch, con rifles semiautomáticos, en marzo de 2019, las autoridades prohibieron ese tipo de armas, así como los rifles de asalto, y lanzaron un plan de recompra de armas, por el que los propietarios recibieron una compensación de hasta el 95 % del precio original.
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Así se dio el cambio de legislación
Seis días después de la masacre, Nueva Zelanda ya tenía un borrador de la reforma legislativa sobre el control de armas, que iba a entrar en vigencia el 11 de abril. Entretanto, tomó medidas transitorias para evitar que las personas acumularan las armas que iban a ser restringidas, como las semiautomáticas de uso militar y fusiles de asalto, así como los componentes que podrían usarse en su fabricación. Además, se les dio un plazo de seis meses a los propietarios de este tipo de armas para que las devolvieran.
Un mes después de la matanza en las mezquitas, Nueva Zelanda ya tenía una nueva legislación de armas. La reforma, que modificaba la ley vigente desde 1983, se aprobó en el Parlamento con 119 votos a favor y uno en contra.
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