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La escena de una investidura presidencial en Venezuela es muy diferente hoy a lo que era hace 25 años, cuando, sin importar la orilla política, se sentía en Caracas un ambiente de celebración cívica. Hugo Chávez Frías tomaría posesión el 2 de febrero de 1999, pero incluso desde el 23 de enero el Capitolio ya se veía rodeado de partidarios del nuevo gobierno, según recuerda el exdiputado Ramón Guillermo Aveledo.
Los seguidores de Chávez se tomaron por días la avenida Universidad, entre Gradillas y La Bolsa. En el Capitolio, el día de la ceremonia, Aveledo recuerda un edificio atestado con gente de pie en los pasillos y decenas de delegaciones extranjeras, entre ellas la colombiana, encabezada por Andrés Pastrana. Hubo unos 18 jefes de Estado.
Esta vez la antesala de la juramentación es todo lo opuesto, lo cual es un mensaje suficientemente contundente sobre la popularidad del régimen de Nicolás Maduro. Un día antes de la ceremonia de investidura, ningún jefe de Estado había confirmado su presencia en el acto. Ni siquiera el cubano Miguel Díaz Canel, uno de los más cercanos a Maduro. Las calles de Caracas se veían desoladas e inundadas por el miedo.
El jueves, la capital estuvo quirúrgicamente vigilada por más de 1.200 militares, tanques y escuadrones de policía desplegados por el régimen, que no ha presentado las pruebas de una victoria que dijo tener en las urnas. Este fue uno de los principales factores que llevaron a que las marchas convocadas por la oposición para condenar la investidura que piensa realizar Maduro presentaran al parecer menos afluencia que las convocadas para agosto del año pasado.
La militarización de Caracas, que se redobló desde el lunes, y los arrestos de figuras relevantes como el excandidato presidencial Enrique Márquez, le recordaron a la ciudadanía que las escenas de represión podrían repetirse. En las dos semanas posteriores a las elecciones del 28 de julio de 2024 las movilizaciones contra el gobierno dejaron un saldo de al menos 23 muertos, ocho de ellos asesinados por los militares, dos por la policía y seis por colectivos afines a Maduro, según el medio “Runrun.es”. El miedo todavía es palpable y condiciona las salidas a manifestarse.
El régimen también desalentó la convocatoria de la oposición bloqueando las principales vías de acceso a los principales puntos de concentración, aunque según el mismo medio las calles amanecieron despejadas y los servicios de transporte funcionaron con normalidad. También los servicios de internet se vieron interrumpidos durante algunas franjas del día, lo que dificultó la comunicación entre los asistentes. Adicional a esto, se registró mucha desinformación en línea: algunas cuentas dirigían a los manifestantes a puntos diferentes, como Esfera de Soto, para dispersar a los grupos.
A pesar de las dificultades, miles de manifestantes atendieron al llamado de María Corina Machado y Edmundo González a marchar. Como ella lo pidió, la gente salió “a marchar en familia”. Se pudo observar a varios niños abrazando a cuerpos militares durante la jornada, que transcurrió en relativa calma durante la mañana.
En Aragua, Carabobo y Maracaibo, algunos manifestantes fueron dispersados con gases lacrimógenos. Además del dispositivo militar oficial, motorizados afines al gobierno se sumaron al patrullaje de las calles, intimidando manifestantes en zonas como la redoma de La Fuente en Maracay. Se registraron al menos 10 detenidos. Sin embargo, no hubo un estallido de violencia.
Los tres grandes grupos de manifestantes que se registraron en Caracas se dirigieron sobre la 1:00 p. m. a Chacao, bastión de la oposición, en donde apareció Machado de sorpresa. Allí fue que la movilización eclosionó. La detención abrupta de la líder de Vente Venezuela hizo que al final del día “la noticia fuera María Corina y no las protestas”, como apuntó el internacionalista Carlos Rodríguez, de la Universidad Internacional de Florida. Esto último terminó por asfixiar unas marchas de por sí difíciles de llevar a cabo.
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