Así se fugó Simonovis, el preso político más antiguo del chavismo
El excomisario venezolano llegó esta semana a Washington tras varias semanas de travesía, que incluyeron viajes en lancha y avioneta. El oficial afirma tener pruebas que salpicarían a Maduro con Hezbolá y el ELN.
Agencia EFE
El día en que comenzó su fuga, se levantó al alba y se dio un baño. El comisario Iván Simonovis, uno de los presos más conocidos en Venezuela, se sentía "relajado", había planeado su huida al milímetro y estaba seguro de que pronto llegaría a los Estados Unidos.
Era el día 16 de mayo y los agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) le vigilaban de cerca para asegurarse de que cumplía la condena impuesta por su supuesta responsabilidad en las muertes que se produjeron durante el fallido golpe de Estado de 2002 contra el entonces presidente, Hugo Chávez (1999-2013).
Simonovis había sido condenado a 30 años de cárcel y, tras 15 años entre rejas, pero a partir de ese día cumplía la pena en su casa por motivos de salud.
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"Decidí que tenía que abandonar mi casa. Y bueno, nada, esa mañana me levanté muy temprano, me eché un baño, todo muy relajado, había dejado todo perfectamente arreglado", cuenta de manera pausada Simonovis, calvo y ojos brillantes durante una entrevista con Efe en Washington.
Simonovis, policía de profesión, llevaba meses diseñando su plan de fuga. Lo concibió como si se tratara de uno de sus entrenamientos con las fuerzas especiales de Alemania, Estados Unidos o Francia; y en su mente lo comparó con uno de los dispositivos que diseñó cuando era jefe de seguridad de la Alcaldía Metropolitana de Caracas.
"Dividí el plan en cinco partes", detalla el agente, cuya "meta" era llegar a suelo estadounidense.
Pero, primero tenía que abandonar su casa: "Unos amigos me consiguieron unos arneses, unas cuerdas, unos anclajes y todo lo demás y, a las 5.00 de la mañana, descendí por la fachada de la parte de atrás de la casa, los agentes del Sebin estaban en la parte de delante y no me vieron".
Llegó entonces a un callejón desierto, donde solo había cables y controles para la electricidad de las casas, y allí "unos amigos" ya estaban esperándole para recogerle en un vehículo.
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Al abrigo del amanecer, le llevaron a un edificio que funcionó de escondite y de ahí se fueron a otro. "Salía en las madrugadas o en las noches y me movía de un sitio a otro", explica Simonovis, quien llegó a estar en tres sitios diferentes: dos viviendas y la embajada de un país, que no identificó para protegerlo.
Esa etapa de la huida estuvo plagada de soledad y despertó en Simonovis los recuerdos de la cárcel, especialmente de la celda de dos metros de ancho por dos metros de largo en la que pasó nueve años, casi sin poder sentir la luz del sol.
"Después de tantos años, acabas convirtiéndote en un especialista en buscar cosas que hacer. Cuando estás preso, tu peor enemigo es no poder hacer nada. Entones, tienes que crear una rutina. Yo me creé rutinas en los diferentes sitios que estuve: hacía ejercicio, leía y estaba pendiente de las noticias", relata.
Por fin, Simonovis pudo continuar con la siguiente etapa del viaje: se trasladó usando diferentes vehículos hasta el oriente de Venezuela y allí puso rumbo a una isla en el mar Caribe en un peñero, una embarcación pequeña que acabó teniendo problemas de combustible y le hizo más difícil el viaje.
"El mar estaba muy picado, estaba difícil maniobrar en el mar. Y algo que se pudo haber hecho en seis horas, lo hicimos en diez. Fue mucho más el tiempo, fue muy incómodo en el mar, el sol, la movedera. O sea, yo en lo personal, nunca había estado tanto tiempo en una embarcación", reconoce.
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Pero llegó a tierra firme y, ese mismo día, una avioneta lo recogió para llevarlo a Estados Unidos
Simonovis asegura que su fuga fue posible gracias a la ayuda de su "amigo" Leopoldo López, al que conoció hace casi 20 años y que le ayudó a arreglar los papeles para que pudiera entrar en Estados Unidos, puesto que su pasaporte había expirado hace más de una década.
También contó con el auxilio de funcionarios venezolanos y policías en activo que "no están de acuerdo con lo que está sucediendo en Venezuela" y que, además, le proporcionaron información sobre supuestos crímenes de narcotráfico, terrorismo y corrupción que involucran a la cúpula del Estado venezolano.
Con esos "tesoros" en sus manos, Simonovis también ha trazado meticulosamente un plan: "Si es información de narcotráfico supongo que a la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) le interesa; si es grupos terroristas asumo que a la CIA le interesa; si es de corrupción, me imagino que al FBI le interesa".
Hasta ahora, el Gobierno de Nicolás Maduro no ha hecho ninguna declaración pública sobre la fuga de Simonovis.
El día en que comenzó su fuga, se levantó al alba y se dio un baño. El comisario Iván Simonovis, uno de los presos más conocidos en Venezuela, se sentía "relajado", había planeado su huida al milímetro y estaba seguro de que pronto llegaría a los Estados Unidos.
Era el día 16 de mayo y los agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) le vigilaban de cerca para asegurarse de que cumplía la condena impuesta por su supuesta responsabilidad en las muertes que se produjeron durante el fallido golpe de Estado de 2002 contra el entonces presidente, Hugo Chávez (1999-2013).
Simonovis había sido condenado a 30 años de cárcel y, tras 15 años entre rejas, pero a partir de ese día cumplía la pena en su casa por motivos de salud.
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"Decidí que tenía que abandonar mi casa. Y bueno, nada, esa mañana me levanté muy temprano, me eché un baño, todo muy relajado, había dejado todo perfectamente arreglado", cuenta de manera pausada Simonovis, calvo y ojos brillantes durante una entrevista con Efe en Washington.
Simonovis, policía de profesión, llevaba meses diseñando su plan de fuga. Lo concibió como si se tratara de uno de sus entrenamientos con las fuerzas especiales de Alemania, Estados Unidos o Francia; y en su mente lo comparó con uno de los dispositivos que diseñó cuando era jefe de seguridad de la Alcaldía Metropolitana de Caracas.
"Dividí el plan en cinco partes", detalla el agente, cuya "meta" era llegar a suelo estadounidense.
Pero, primero tenía que abandonar su casa: "Unos amigos me consiguieron unos arneses, unas cuerdas, unos anclajes y todo lo demás y, a las 5.00 de la mañana, descendí por la fachada de la parte de atrás de la casa, los agentes del Sebin estaban en la parte de delante y no me vieron".
Llegó entonces a un callejón desierto, donde solo había cables y controles para la electricidad de las casas, y allí "unos amigos" ya estaban esperándole para recogerle en un vehículo.
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Al abrigo del amanecer, le llevaron a un edificio que funcionó de escondite y de ahí se fueron a otro. "Salía en las madrugadas o en las noches y me movía de un sitio a otro", explica Simonovis, quien llegó a estar en tres sitios diferentes: dos viviendas y la embajada de un país, que no identificó para protegerlo.
Esa etapa de la huida estuvo plagada de soledad y despertó en Simonovis los recuerdos de la cárcel, especialmente de la celda de dos metros de ancho por dos metros de largo en la que pasó nueve años, casi sin poder sentir la luz del sol.
"Después de tantos años, acabas convirtiéndote en un especialista en buscar cosas que hacer. Cuando estás preso, tu peor enemigo es no poder hacer nada. Entones, tienes que crear una rutina. Yo me creé rutinas en los diferentes sitios que estuve: hacía ejercicio, leía y estaba pendiente de las noticias", relata.
Por fin, Simonovis pudo continuar con la siguiente etapa del viaje: se trasladó usando diferentes vehículos hasta el oriente de Venezuela y allí puso rumbo a una isla en el mar Caribe en un peñero, una embarcación pequeña que acabó teniendo problemas de combustible y le hizo más difícil el viaje.
"El mar estaba muy picado, estaba difícil maniobrar en el mar. Y algo que se pudo haber hecho en seis horas, lo hicimos en diez. Fue mucho más el tiempo, fue muy incómodo en el mar, el sol, la movedera. O sea, yo en lo personal, nunca había estado tanto tiempo en una embarcación", reconoce.
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Pero llegó a tierra firme y, ese mismo día, una avioneta lo recogió para llevarlo a Estados Unidos
Simonovis asegura que su fuga fue posible gracias a la ayuda de su "amigo" Leopoldo López, al que conoció hace casi 20 años y que le ayudó a arreglar los papeles para que pudiera entrar en Estados Unidos, puesto que su pasaporte había expirado hace más de una década.
También contó con el auxilio de funcionarios venezolanos y policías en activo que "no están de acuerdo con lo que está sucediendo en Venezuela" y que, además, le proporcionaron información sobre supuestos crímenes de narcotráfico, terrorismo y corrupción que involucran a la cúpula del Estado venezolano.
Con esos "tesoros" en sus manos, Simonovis también ha trazado meticulosamente un plan: "Si es información de narcotráfico supongo que a la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) le interesa; si es grupos terroristas asumo que a la CIA le interesa; si es de corrupción, me imagino que al FBI le interesa".
Hasta ahora, el Gobierno de Nicolás Maduro no ha hecho ninguna declaración pública sobre la fuga de Simonovis.