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El expresidente sirio, Bashar al Asad, y su familia llegaron el domingo a Moscú, según anunciaron las agencias de prensa rusas, que citaron una fuente del Kremlin. Los Asad salieron de Damasco a medianoche, luego de que la ofensiva de una alianza de rebeldes liderados por islamistas radicales cercara la ciudad.
“Asad y los miembros de su familia llegaron a Moscú. Rusia les concedió el asilo por motivos humanitarios”, indicó la fuente a las agencias TASS y Ria Novosti.
Aunque hubo rumores de que el avión podría haber sido derribado o que había apagado su transpondedor, finalmente se confirmó que Asad aterrizó en Rusia junto con su familia.
Asad, de doctor a presidente “sanguinario”
Durante años, Al Asad se erigió en protector de las minorías sirias, baluarte contra el extremismo y único proveedor posible de estabilidad para un país asolado por la guerra.
En las múltiples elecciones celebradas a lo largo de los años, se llevó la gran mayoría de los votos.
Los comicios, realizados únicamente en territorios controlados por el gobierno, fueron tachados de irregulares por las potencias occidentales y grupos de derechos humanos.
Al Asad, un oftalmólogo formado en el Reino Unido, vio cambiar su destino con la muerte en 1994 en un accidente de tránsito de Basel, su hermano mayor, que estaba destinado al poder.
Entonces se vio obligado a abandonar Londres, donde conoció a su esposa Asma, una sirio-británica que trabajaba en la City para JP Morgan.
Hizo un curso militar antes de iniciarse en asuntos políticos junto a su padre, líder del partido Baaz, que impuso un régimen hermético en el país, en el que la más mínima sospecha de disidencia podía llevar a la cárcel o algo peor.
Bashar al Asad sucedió a su padre tras su muerte en el año 2000, a través de un referéndum celebrado sin oposición. Fue reelegido para un segundo mandato en 2007.
El final de Asad en Siria, un golpe para Rusia
El dominio de los Asad, caracterizado por su brutalidad y represión, se desmoronó rápidamente. La captura de Damasco por parte de una coalición de grupos rebeldes, incluidos Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el Ejército Libre Sirio, las facciones kurdas y el Ejército Nacional Sirio, marcó el final de un régimen que gobernó Siria con mano de hierro desde 1970.
La familia Asad consolidó su poder durante más de cinco décadas, con Bashar al Asad tomando las riendas en el año 2000 tras la muerte de su padre, Hafez al Asad. El grupo islamista HTS, principal responsable del asalto a la capital, declaró el fin de “una era oscura” y el inicio de “una nueva etapa para Siria”. Sin embargo, el futuro del país sigue siendo incierto, con múltiples facciones compitiendo por el control y una comunidad internacional que observa con cautela.
La caída del régimen representa un duro revés para Rusia e Irán, aliados estratégicos de Asad que intervinieron militarmente para mantenerlo en el poder. Rusia, que utilizaba Siria como un eje de influencia en el Mediterráneo, enfrenta ahora la posibilidad de perder su base naval en Tartus. Por su parte, Irán ve limitada su capacidad de proporcionar armas a sus aliados en la región, particularmente a Hezbolá.
*Con información de AFP
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