BRICS+: realidades, espejismos e incertidumbres (Análisis)
En un mundo que está en profundo proceso de cambio y reacomodo de actores, ideas e intereses, son muchas las preguntas sobre el alcance de los nuevos BRICS+
Andrés Rugeles*, especial para El Espectador
La reciente expansión de los “BRICS” con la incorporación de 6 nuevos miembros del Sur Global, que se hará efectiva el 1 de enero de 2024, ha generado -al menos- un enorme susurro y expectativa internacional por el intento de generar nuevos contrapesos al orden mundial establecido desde la posguerra y las aspiraciones de naciones revisionistas de configurar uno nuevo.
Ante este anuncio, emergen preguntas de fondo que giran en torno a: ¿Logrará este bloque de países convertir su acrónimo creado en 2001 por Jim O´Neill de la banca de inversión Goldman Sachs, en un proyecto con capacidad de ejecución? ¿Se quedará simplemente en una aspiración de construir una alternativa al dominio geopolítico de Occidente? ¿Será una nueva herramienta bajo el liderazgo de China para la defensa de sus propios intereses en el mundo? ¿Ante la diversidad de sus miembros (11) y rivalidad entre los mismos, lograrán los BRICS+ tener cohesión y coordinación interna? ¿Sustituirá otras iniciativas como el Grupo de los 77 o pretenderá asumir la vocería del Sur Global?
Al finalizar el 2023 hay más preguntas que repuestas ante estos nuevos vectores de un mundo que está en profundo proceso de cambio y reacomodo de actores, ideas e intereses, como fuerzas que están moviendo las placas tectónicas de las relaciones internacionales. Quizás unos años más tarde -en el 2030- o tres décadas adelante -en el 2050- tendremos mayor claridad de un presente aún nublado por vientos provenientes del poderío renovado de China, el humo brutal y asfixiante de la guerra de Rusia contra Ucrania y el ascenso de gobiernos autocráticos bajo un modelo de capitalismo de Estado. La clave para descifrar este futuro -en palabras del historiador inglés Eric Hobsbawm-, está en el conocimiento y la conexión con hechos del pasado.
Estamos, entonces, en un periodo de fragmentación, conflictividad y desorden. Así ha quedado en evidencia durante la intervención del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la Cumbre de los BRICS, en agosto de 2023, en Johannesburgo. En esa ocasión, ha reiterado la “situación de fractura” del mundo y la necesidad de una mayor cooperación, confianza y un multilateralismo revitalizado que permitan enfrentar los grandes desafíos de la humanidad. Estos sobrepasan la acción individual y exigen una acción colectiva en un escenario de multipolaridad ante las crisis climática y económica, la pobreza y desigualdad, los desafíos de las nuevas tecnologías, y las divisiones y conflictos geopolíticos.
La respuesta se encuentra, ahora más que nunca, en fortalecer la gobernanza global, las instituciones y el espíritu multilateral, como fórmulas para atender el cambio de época en este siglo XXI y rebobinar un orden agotado, cuyo equilibrio está roto y exige una recalibración en el marco de la carta de las Naciones Unidas y el respeto a los principios del derecho internacional.
Una mirada de futuro, exige tener claridad sobre la naturaleza y el alcance de los nuevos BRICS+, bajo tres categorías: (i) realidades; (ii) espejismos; e (iii) incertidumbres.
a. Realidades
El acrónimo de “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) fue creado en 2001 con el propósito de señalar la necesidad de reformar la gobernanza global e incorporar a las economías emergentes más grandes y pujantes. Sin embargo, a lo largo de las décadas, este concepto se desvirtuó y se pretendió utilizar como una tesis de inversión en mercados de alto crecimiento o para la conformación de un grupo de países con proyección política. En ningún momento estas fueron las razones fundacionales por parte de O´Neill.
BRIC evolucionó desde su creación en el 2001 con la incorporación de nuevas siglas (“S” y “+”) para convertirlo en “BRICS” con Sudáfrica en 2010 y posteriormente en “BRICS+” en 2023 con Arabia Saudita, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes, Etiopia e Irán.
(Le puede interesar: “La Argentina es una cosa indescifrable”: Pepe Mujica sobre las elecciones)
En su nueva configuración, éste tendrá un peso cada vez más relevante a nivel global. Sus países representaran el 46 % de la población mundial, el 32, 1% del PIB, el 22 % del comercio y el 42 % de la producción de petróleo. Son cifras nada despreciables en su conjunto, pero a nivel individual las realidades y proyecciones son otras.
Por su parte, el G7 -su principal rival- concentra aún el 29,9 % del PIB mundial, el cual ha decaído progresivamente en las últimas décadas (en 1995 sumaba el 45 % del PIB mundial). No obstante, Estados Unidos continúa y continuará jugando un rol muy importante de liderazgo. Lo hará en términos económicos, políticos, militares e intelectuales.
La dimensión adquirida por los BRICS+ ha cambiado elpanorama global y pretende hacer contrapeso al G7 y desafiar una hegemonía en términos de comercio, inversión y tecnología. Representa un claro llamado a los Estados Unidos y Europa -y en general al denominado “Norte Global”- a reforzar sus alianzas estratégicas y las políticas del “buen vecino”. El mundo ha entrado en una etapa de competencia estratégica y redefinición de las zonas de influencia. América Latina no está ausente de esta dinámica.
b. Espejismos
Los resultados obtenidos por los BRICS, como grupo a nivel internacional, se deben decantar adecuadamente. Hasta el momento puede considerarse que uno de sus principales avances ha sido la constitución del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, en sus siglas en inglés) en el 2015, cuya sede está en Shanghái. Su nivel de aprobaciones anuales es superior a los USD 5.000 millones, en proyectos enfocados principalmente en infraestructura y desarrollo sostenible. Ahora bien, las aprobaciones de instituciones financieras como el Grupo del Banco Mundial ascienden a más de 100.000 millones al año y el BID / BID Invest tienen cifras superiores a los USD 23.000 millones anuales. Esta perspectiva comparativa es importante, toda vez que permite ubicar cada pieza en su lugar y darle la dimensión que corresponde.
Los BRICS también han creado un mecanismo de reservas financieras que permite proporcionar liquidez de emergencia (Acuerdo de Reservas Contingentes – ARC), que pretende equipararse al FMI. Sin embargo, sus procesos de toma de decisiones no están exentos de las tensiones que sufren otras instituciones similares en el mundo, tomando en consideración que el 40 % de los votos están en manos de China.
El establecimiento de una moneda común de los BRICS y la supresión del dominio del dólar americano como moneda de referencia es un anhelo de algunos miembros de este grupo. Este permitiría, entre otros, ganar mayor autonomía y evadir sanciones, especialmente a aquellos países que tienen serios señalamientos por patrocinar el terrorismo y delitos trasnacionales. No obstante, se convierte más en un anhelo que en una realidad y su implementación exigiría importantes reformas financieras al interior de los países. Por el momento, los préstamos del NDB se realizan en gran parte (2/3 partes) en la divisa estadounidense.
c. Incertidumbres
Su membresía alberga una enorme diversidad de intereses que cuestionan su cohesión, proyección y consensos sobre los temas fundamentales de la agenda internacional. De hecho, mientras China prefiere crear alianzas para suplantar el poder occidental, India prefiere reformar las estructuras existentes como el FMI, BM, OMC y Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Brasil defiende su no alineamiento, pero Irán va en sentido contrario. A su vez, existen serias diferencias y tensiones de carácter territorial, militar y/o geopolítica entre China e India, Irán y Arabia Saudita, o Egipto y Etiopía.
Este no es precisamente un escenario que permita generar grandes augurios, y abre enormes interrogantes especialmente en materia de futuras expansiones, cuyo promotor es China. En el mediano y largo plazo, existe la posibilidad que el reciente símbolo de más (“+”) de los nuevos BRICS se constituya en un lastre y se convierta en un menos (“-”). Asimismo, existe la tentación que el país más poderoso del grupo asuma que ésta es su órbita de influencia y expansión global (“sinocentrismo”) y que el resto de países deben estar al servicio de su política exterior.
(También puede leer: Las voces del “no todo vale” en el contraataque de Israel contra Hamás)
Ante el interés de reforma del orden internacional para hacerlo más democrático e incluyente, los BRICS+ tienen la tarea pendiente de formular propuestas creíbles y realistas de reformas de la arquitectura multilateral, especialmente en los campos político, económico y financiero. Sus esfuerzos estarían encaminados a un orden “post Bretton Woods”.
Ahora bien, existen dudas sobre las posibilidades de lograr consensos dentro del grupo y por fuera de éste, así como sobre la capacidad de ejecutarlos. Por su parte, en el caso de la reforma del Consejo de Seguridad, está claro que ni China ni Rusia permitirían la supresión del derecho al veto -lo ejercen, por ejemplo en el caso de la guerra contra Ucrania- ni aceptarían la incorporación de otros países en la categoría de miembros permanentes. No están dispuestos, en pocas palabras, a alterar la distribución de poder en Naciones Unidas. Esta posición -aunque digan otra cosa en público en un buen ejercicio diplomático- rebate las aspiraciones de India, Brasil y Sudáfrica. ¡Del discurso y la retórica a la realidad hay un largo camino!
Los BRICS+ tienen la ambición de poder formular posiciones y asumir la vocería en representación de las economías emergentes y en desarrollo, en su conjunto. Sin embargo, la ecuación BRICS+ = Sur Global no se aplica en estricto sentido. Sus posiciones -o la de algunos de sus miembros- no son necesariamente las posiciones del Sur Global, aunque en ocasiones se pretenda presentarlo de esa forma en los discursos y votaciones multilaterales. Es decir, el interés particular de un país o grupo de países se está tratando de imponer y para ello se “disfraza” y utiliza bajo el atuendo de una posición colectiva que beneficia a la mayoría. Esta situación se presenta de forma similar y evidente en el G77 en Naciones Unidas en Nueva York. En ciertos temas, el grupo termina “secuestrado” por el interés de unos pocos. Existen múltiples ejemplos que dejan en evidencia, una vez más, la necesidad de reformas, mayor transparencia y democratización.
Comentarios finales
América Latina tiene el reto y la oportunidad de construir su propia vía de inserción internacional, autonomía estratégica y participación activa en los principales debates de la agenda internacional, tales como gobernanza, medio ambiente, financiamiento del desarrollo, pobreza, salud, migraciones, paz y seguridad, entre otros. Ello exigirá jugar en todas las plataformas posibles y aplicar el principio del “Réspice Omnia” (Mirar al conjunto, mirar al universo), acuñado por el excanciller y presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales, Guillermo Fernández de Soto.
Esta vía latinoamericana exige un adecuado diálogo y coordinación al interior de la región para tener el impacto y la representatividad deseados. Pero no está ocurriendo en la práctica. La ideologización, politización, falta de pragmatismo, así como la supremacía de los intereses nacionales sobre los colectivos, se están imponiendo. Basta ver nuestra participación en el G-20, en el que prima la opción de “free riders” sobre “Latin American common riders”. No nos estamos comunicando, ni dialogando, ni concertando al interior de la región. Así, imposible. ¿Ocurrirá lo mismo con los BRICS+?
El riesgo es terminar adhiriéndose directa o indirectamente a un esquema -en palabras del columnista del Financial Times, Janan Ganesh- cuyo “único cemento que las une es su resentimiento hacia Occidente, aunque sus élites no sabrían vivir sin él”. El futuro de la región es más que esa animadversión. Nuestra vocación ha sido y debe ser de construir, dialogar, generar consensos, mirar el futuro de forma estratégica, y respetar las normas y principios del derecho internacional. En pocas palabras, América Latina puede y debe jugar el rol de pivote de la balanza entre el Norte Global y el Sur Global.
* Andrés Rugeles es visiting fellow de la Universidad de Oxford y miembro del Advisory Board de la Unidad del Sur Global del London School of Economics (LSE).
💰📈💱 ¿Ya te enteraste de las últimas noticias económicas? Te invitamos a verlas en El Espectador.
La reciente expansión de los “BRICS” con la incorporación de 6 nuevos miembros del Sur Global, que se hará efectiva el 1 de enero de 2024, ha generado -al menos- un enorme susurro y expectativa internacional por el intento de generar nuevos contrapesos al orden mundial establecido desde la posguerra y las aspiraciones de naciones revisionistas de configurar uno nuevo.
Ante este anuncio, emergen preguntas de fondo que giran en torno a: ¿Logrará este bloque de países convertir su acrónimo creado en 2001 por Jim O´Neill de la banca de inversión Goldman Sachs, en un proyecto con capacidad de ejecución? ¿Se quedará simplemente en una aspiración de construir una alternativa al dominio geopolítico de Occidente? ¿Será una nueva herramienta bajo el liderazgo de China para la defensa de sus propios intereses en el mundo? ¿Ante la diversidad de sus miembros (11) y rivalidad entre los mismos, lograrán los BRICS+ tener cohesión y coordinación interna? ¿Sustituirá otras iniciativas como el Grupo de los 77 o pretenderá asumir la vocería del Sur Global?
Al finalizar el 2023 hay más preguntas que repuestas ante estos nuevos vectores de un mundo que está en profundo proceso de cambio y reacomodo de actores, ideas e intereses, como fuerzas que están moviendo las placas tectónicas de las relaciones internacionales. Quizás unos años más tarde -en el 2030- o tres décadas adelante -en el 2050- tendremos mayor claridad de un presente aún nublado por vientos provenientes del poderío renovado de China, el humo brutal y asfixiante de la guerra de Rusia contra Ucrania y el ascenso de gobiernos autocráticos bajo un modelo de capitalismo de Estado. La clave para descifrar este futuro -en palabras del historiador inglés Eric Hobsbawm-, está en el conocimiento y la conexión con hechos del pasado.
Estamos, entonces, en un periodo de fragmentación, conflictividad y desorden. Así ha quedado en evidencia durante la intervención del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la Cumbre de los BRICS, en agosto de 2023, en Johannesburgo. En esa ocasión, ha reiterado la “situación de fractura” del mundo y la necesidad de una mayor cooperación, confianza y un multilateralismo revitalizado que permitan enfrentar los grandes desafíos de la humanidad. Estos sobrepasan la acción individual y exigen una acción colectiva en un escenario de multipolaridad ante las crisis climática y económica, la pobreza y desigualdad, los desafíos de las nuevas tecnologías, y las divisiones y conflictos geopolíticos.
La respuesta se encuentra, ahora más que nunca, en fortalecer la gobernanza global, las instituciones y el espíritu multilateral, como fórmulas para atender el cambio de época en este siglo XXI y rebobinar un orden agotado, cuyo equilibrio está roto y exige una recalibración en el marco de la carta de las Naciones Unidas y el respeto a los principios del derecho internacional.
Una mirada de futuro, exige tener claridad sobre la naturaleza y el alcance de los nuevos BRICS+, bajo tres categorías: (i) realidades; (ii) espejismos; e (iii) incertidumbres.
a. Realidades
El acrónimo de “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) fue creado en 2001 con el propósito de señalar la necesidad de reformar la gobernanza global e incorporar a las economías emergentes más grandes y pujantes. Sin embargo, a lo largo de las décadas, este concepto se desvirtuó y se pretendió utilizar como una tesis de inversión en mercados de alto crecimiento o para la conformación de un grupo de países con proyección política. En ningún momento estas fueron las razones fundacionales por parte de O´Neill.
BRIC evolucionó desde su creación en el 2001 con la incorporación de nuevas siglas (“S” y “+”) para convertirlo en “BRICS” con Sudáfrica en 2010 y posteriormente en “BRICS+” en 2023 con Arabia Saudita, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes, Etiopia e Irán.
(Le puede interesar: “La Argentina es una cosa indescifrable”: Pepe Mujica sobre las elecciones)
En su nueva configuración, éste tendrá un peso cada vez más relevante a nivel global. Sus países representaran el 46 % de la población mundial, el 32, 1% del PIB, el 22 % del comercio y el 42 % de la producción de petróleo. Son cifras nada despreciables en su conjunto, pero a nivel individual las realidades y proyecciones son otras.
Por su parte, el G7 -su principal rival- concentra aún el 29,9 % del PIB mundial, el cual ha decaído progresivamente en las últimas décadas (en 1995 sumaba el 45 % del PIB mundial). No obstante, Estados Unidos continúa y continuará jugando un rol muy importante de liderazgo. Lo hará en términos económicos, políticos, militares e intelectuales.
La dimensión adquirida por los BRICS+ ha cambiado elpanorama global y pretende hacer contrapeso al G7 y desafiar una hegemonía en términos de comercio, inversión y tecnología. Representa un claro llamado a los Estados Unidos y Europa -y en general al denominado “Norte Global”- a reforzar sus alianzas estratégicas y las políticas del “buen vecino”. El mundo ha entrado en una etapa de competencia estratégica y redefinición de las zonas de influencia. América Latina no está ausente de esta dinámica.
b. Espejismos
Los resultados obtenidos por los BRICS, como grupo a nivel internacional, se deben decantar adecuadamente. Hasta el momento puede considerarse que uno de sus principales avances ha sido la constitución del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, en sus siglas en inglés) en el 2015, cuya sede está en Shanghái. Su nivel de aprobaciones anuales es superior a los USD 5.000 millones, en proyectos enfocados principalmente en infraestructura y desarrollo sostenible. Ahora bien, las aprobaciones de instituciones financieras como el Grupo del Banco Mundial ascienden a más de 100.000 millones al año y el BID / BID Invest tienen cifras superiores a los USD 23.000 millones anuales. Esta perspectiva comparativa es importante, toda vez que permite ubicar cada pieza en su lugar y darle la dimensión que corresponde.
Los BRICS también han creado un mecanismo de reservas financieras que permite proporcionar liquidez de emergencia (Acuerdo de Reservas Contingentes – ARC), que pretende equipararse al FMI. Sin embargo, sus procesos de toma de decisiones no están exentos de las tensiones que sufren otras instituciones similares en el mundo, tomando en consideración que el 40 % de los votos están en manos de China.
El establecimiento de una moneda común de los BRICS y la supresión del dominio del dólar americano como moneda de referencia es un anhelo de algunos miembros de este grupo. Este permitiría, entre otros, ganar mayor autonomía y evadir sanciones, especialmente a aquellos países que tienen serios señalamientos por patrocinar el terrorismo y delitos trasnacionales. No obstante, se convierte más en un anhelo que en una realidad y su implementación exigiría importantes reformas financieras al interior de los países. Por el momento, los préstamos del NDB se realizan en gran parte (2/3 partes) en la divisa estadounidense.
c. Incertidumbres
Su membresía alberga una enorme diversidad de intereses que cuestionan su cohesión, proyección y consensos sobre los temas fundamentales de la agenda internacional. De hecho, mientras China prefiere crear alianzas para suplantar el poder occidental, India prefiere reformar las estructuras existentes como el FMI, BM, OMC y Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Brasil defiende su no alineamiento, pero Irán va en sentido contrario. A su vez, existen serias diferencias y tensiones de carácter territorial, militar y/o geopolítica entre China e India, Irán y Arabia Saudita, o Egipto y Etiopía.
Este no es precisamente un escenario que permita generar grandes augurios, y abre enormes interrogantes especialmente en materia de futuras expansiones, cuyo promotor es China. En el mediano y largo plazo, existe la posibilidad que el reciente símbolo de más (“+”) de los nuevos BRICS se constituya en un lastre y se convierta en un menos (“-”). Asimismo, existe la tentación que el país más poderoso del grupo asuma que ésta es su órbita de influencia y expansión global (“sinocentrismo”) y que el resto de países deben estar al servicio de su política exterior.
(También puede leer: Las voces del “no todo vale” en el contraataque de Israel contra Hamás)
Ante el interés de reforma del orden internacional para hacerlo más democrático e incluyente, los BRICS+ tienen la tarea pendiente de formular propuestas creíbles y realistas de reformas de la arquitectura multilateral, especialmente en los campos político, económico y financiero. Sus esfuerzos estarían encaminados a un orden “post Bretton Woods”.
Ahora bien, existen dudas sobre las posibilidades de lograr consensos dentro del grupo y por fuera de éste, así como sobre la capacidad de ejecutarlos. Por su parte, en el caso de la reforma del Consejo de Seguridad, está claro que ni China ni Rusia permitirían la supresión del derecho al veto -lo ejercen, por ejemplo en el caso de la guerra contra Ucrania- ni aceptarían la incorporación de otros países en la categoría de miembros permanentes. No están dispuestos, en pocas palabras, a alterar la distribución de poder en Naciones Unidas. Esta posición -aunque digan otra cosa en público en un buen ejercicio diplomático- rebate las aspiraciones de India, Brasil y Sudáfrica. ¡Del discurso y la retórica a la realidad hay un largo camino!
Los BRICS+ tienen la ambición de poder formular posiciones y asumir la vocería en representación de las economías emergentes y en desarrollo, en su conjunto. Sin embargo, la ecuación BRICS+ = Sur Global no se aplica en estricto sentido. Sus posiciones -o la de algunos de sus miembros- no son necesariamente las posiciones del Sur Global, aunque en ocasiones se pretenda presentarlo de esa forma en los discursos y votaciones multilaterales. Es decir, el interés particular de un país o grupo de países se está tratando de imponer y para ello se “disfraza” y utiliza bajo el atuendo de una posición colectiva que beneficia a la mayoría. Esta situación se presenta de forma similar y evidente en el G77 en Naciones Unidas en Nueva York. En ciertos temas, el grupo termina “secuestrado” por el interés de unos pocos. Existen múltiples ejemplos que dejan en evidencia, una vez más, la necesidad de reformas, mayor transparencia y democratización.
Comentarios finales
América Latina tiene el reto y la oportunidad de construir su propia vía de inserción internacional, autonomía estratégica y participación activa en los principales debates de la agenda internacional, tales como gobernanza, medio ambiente, financiamiento del desarrollo, pobreza, salud, migraciones, paz y seguridad, entre otros. Ello exigirá jugar en todas las plataformas posibles y aplicar el principio del “Réspice Omnia” (Mirar al conjunto, mirar al universo), acuñado por el excanciller y presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales, Guillermo Fernández de Soto.
Esta vía latinoamericana exige un adecuado diálogo y coordinación al interior de la región para tener el impacto y la representatividad deseados. Pero no está ocurriendo en la práctica. La ideologización, politización, falta de pragmatismo, así como la supremacía de los intereses nacionales sobre los colectivos, se están imponiendo. Basta ver nuestra participación en el G-20, en el que prima la opción de “free riders” sobre “Latin American common riders”. No nos estamos comunicando, ni dialogando, ni concertando al interior de la región. Así, imposible. ¿Ocurrirá lo mismo con los BRICS+?
El riesgo es terminar adhiriéndose directa o indirectamente a un esquema -en palabras del columnista del Financial Times, Janan Ganesh- cuyo “único cemento que las une es su resentimiento hacia Occidente, aunque sus élites no sabrían vivir sin él”. El futuro de la región es más que esa animadversión. Nuestra vocación ha sido y debe ser de construir, dialogar, generar consensos, mirar el futuro de forma estratégica, y respetar las normas y principios del derecho internacional. En pocas palabras, América Latina puede y debe jugar el rol de pivote de la balanza entre el Norte Global y el Sur Global.
* Andrés Rugeles es visiting fellow de la Universidad de Oxford y miembro del Advisory Board de la Unidad del Sur Global del London School of Economics (LSE).
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