Buteflika, el eterno presidente de Argelia

El anuncio de que el actual mandatario de Argelia volvería a postularse para ser reelegido como presidente creó caos en el país. Abdelaziz Buteflika, quien está en el poder desde 1999, carga con escándalos de corrupción y duras represiones durante su mandato.

redacción internacional
05 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
Simpatizantes de Buteflika durante manifestación en París a favor de su reelección. / EFE
Simpatizantes de Buteflika durante manifestación en París a favor de su reelección. / EFE

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Cuando Abdelaziz Buteflika, actual mandatario de Argelia, formalizó el domingo su candidatura para ser reelegido en los comicios presidenciales del próximo 18 de abril, medios locales aseguraron que el país estaba sentado en un volcán de cólera. El anuncio provocó manifestaciones de estudiantes en las principales ciudades del país, quienes protestaban contra un presidente que está en el poder desde 1999 y no pronuncia un discurso público desde hace siete años. 

Las movilizaciones ni siquiera se vieron frenadas por la promesa de Buteflika de que organizaría elecciones anticipadas y se abstendría de una nueva candidatura, si era elegido. Además, la prensa local también se mostró en desacuerdo. Según el diario El Watan, “esta quinta candidatura es una obvia burla a la Constitución y se siente como una humillación insoportable hacia la mayoría de los argelinos”.

Disminuido por las secuelas de un accidente cerebrovascular (ACV) en 2013, que le provocó afasia y una vasta pérdida de movilidad, Buteflika debería, salvo una inesperada sorpresa, ver su candidatura validada por el Consejo Constitucional, el cual debe decidir al respecto antes del 14 de marzo. Mientras tanto, deberá regresar a Argelia, luego de su hospitalización en Suiza desde hace más de una semana por motivos médicos.

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¿Hombre de paz?

“Butef”, como lo llaman de forma familiar sus compatriotas, fue elogiado durante mucho tiempo por haber restablecido la paz en Argelia, luego de una década de guerra civil. “Yo soy Argelia entera, soy la encarnación del pueblo argelino”, dijo a su llegada al poder; sin embargo, ya no queda nada de la locuacidad que tenía. Su imagen se ha deteriorado, hasta el punto de ser considerado por sus opositores como un dictador que se aferra al poder pese a su frágil estado de salud.

Nació el 2 de marzo de 1937 en Uchda (Marruecos) y se adhirió, con 19 años, al Frente de Liberación Nacional (FLN) que luchaba contra Francia, entonces la potencia colonial. Con la independencia del país, en 1962, se convirtió (con apenas 25 años) en ministro de Deportes y Turismo bajo la Presidencia de Ahmed Ben Bella, un año antes de heredar la cartera de Exteriores, que mantuvo hasta 1979.

En junio de 1965 apoyó el golpe de Estado de Huari Boumédiène, entonces ministro de Defensa, quien depuso a Ben Bella y asumió la jefatura del Estado. Buteflika se posicionó como delfín de Boumédiène, pero a su muerte, en 1978, el Ejército lo apartó de la sucesión, y después se alejó progresivamente de la escena política.

Tras un exilio en Dubái y Ginebra, Buteflika, impuesto por el Ejército, se presentó como candidato a las elecciones presidenciales de abril de 1999, en las que ganó como único aspirante tras la retirada de sus seis adversarios ante posibles fraudes. Con Argelia en plena guerra civil contra la guerrilla islamista, un conflicto que dejó oficialmente unos 200.000 muertos en diez años, el nuevo presidente buscó restablecer la paz.

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Acusado por sus detractores de no ser más que una marioneta del Ejército, el mandatario mostró desde su elección su independencia respecto a esta institución. Fue reelegido en primera vuelta tanto en 2004 (con 85 % de los votos) como en 2009 (90 %), tras una revisión de la Constitución que eliminaba el límite de dos mandatos presidenciales. Luego, en 2014, ganó su cuarto período presidencial.

Ahora, el presidente llega a las elecciones con un desgaste general difícil de contener y con manchas importantes a su espalda, como escándalos de corrupción y la sangrienta represión de manifestantes en la región de Kabilia en la primavera de 2001, las cuales dejaron cerca de cien muertos. “Debería haber dejado sus funciones al término de su segundo mandato, tras haber logrado la reconciliación nacional y conquistado el corazón de gran parte de la población”, considera el politólogo Rachid Tlemçani.

Por redacción internacional

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