Catar y su apuesta por sumar un conflicto más a su historial de país mediador
En medio de la actual tregua en Gaza, que ha permitido el intercambio de rehenes de Hamás por prisioneros palestinos en Israel, Doha se ha convertido en un actor clave para la mediación entre las partes. Esto, de alguna forma, es un ejercicio de autopromoción que viene desde hace años, con la idea de tener un rol activo en la geopolítica de la región, aprovechando su riqueza, pero también en un intento por disputar poderío con Arabia Saudita.
El rol de Catar como mediador en conflictos no es algo nuevo. Es decir, no responde únicamente a Gaza, va más allá del enclave palestino e incluye a Ucrania, Líbano, Sudán, Irán y Afganistán. Incluso ha recibido a los dirigentes talibanes y al ala política de Hamás en su territorio, entre otros. Si en los últimos meses intervino para lograr la liberación de niños ucranianos que fueron llevados hacia Rusia o hacia zonas controladas por Moscú, en medio de la guerra que inició en febrero de 2022, además de que negoció un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos e Irán y ayudó a la evacuación de estadounidenses y otras personas más durante la salida de Washington de Kabul en agosto de 2021, ahora ha sido un actor clave para la liberación de los rehenes que el grupo islamista palestino raptó el pasado 7 de octubre.
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El rol de Catar como mediador en conflictos no es algo nuevo. Es decir, no responde únicamente a Gaza, va más allá del enclave palestino e incluye a Ucrania, Líbano, Sudán, Irán y Afganistán. Incluso ha recibido a los dirigentes talibanes y al ala política de Hamás en su territorio, entre otros. Si en los últimos meses intervino para lograr la liberación de niños ucranianos que fueron llevados hacia Rusia o hacia zonas controladas por Moscú, en medio de la guerra que inició en febrero de 2022, además de que negoció un intercambio de prisioneros entre Estados Unidos e Irán y ayudó a la evacuación de estadounidenses y otras personas más durante la salida de Washington de Kabul en agosto de 2021, ahora ha sido un actor clave para la liberación de los rehenes que el grupo islamista palestino raptó el pasado 7 de octubre.
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De hecho, los jefes de los servicios de inteligencia estadounidense e israelí llegaron el martes a Doha para discutir con el primer ministro catarí sobre la “próxima fase” de un acuerdo en Gaza, según declaró una fuente relacionada con el tema, citada por la AFP. Antes de ello, el portavoz de la cancillería de Catar, Majed Al Ansari, a través de una conferencia de prensa, advirtió: “Nuestro principal objetivo en este momento, y nuestra esperanza, es lograr una tregua duradera que conduzca a nuevas negociaciones y, finalmente, al fin de la violencia y de esta guerra. Sin embargo, estamos trabajando con lo que tenemos, y lo que tenemos es que podemos prorrogar la tregua un día cada vez que Hamás sea capaz de garantizar la liberación de al menos 10 rehenes”.
En los últimos años Catar ha querido resaltar esa imagen, la de promocionarse e impulsar su reputación global, o al menos así lo escribió Sultan Barakat en “Mediación catarí: entre la ambición y el logro”, informe publicado en noviembre de 2014 bajo el sello del Instituto Brookings. “Los esfuerzos de mediación pueden entenderse como una manera para que el gobierno de Catar pula sus credenciales diplomáticas y labre una imagen de actor regional importante”, destacó el también profesor en mediación de conflictos y estudios humanitarios, quien no dejó de mencionar un factor más: las autoridades cataríes ven en ese rol una cuestión moral. De ahí, tal vez, se entiende, por ejemplo, que el exemir Hamad bin Jalifa al Thani haya sido el primer jefe de Estado en visitar la Franja de Gaza desde que Hamás tomó control de ella en 2007 y desde la imposición del bloqueo por parte de Israel, y lo hizo para inaugurar proyectos de reconstrucción valorados en US$250 millones.
Según Barakat, su riqueza, que proviene del gas y del petróleo, le ha permitido a Catar ser el anfitrión de grandes delegaciones, así como construir una credibilidad relacionada con el trabajo humanitario, pero a la sombra de varias problemáticas internas, entre ellas la relativa ausencia de la sociedad civil, la falta de oportunidades para participar en la toma de decisiones, la existencia de un sistema de salud abrumado y la discriminación laboral percibida a favor de los trabajadores extranjeros. Más allá de eso, refiriéndose al conflicto hutí en Yemen, así como a los enfrentamientos en Líbano y en Sudán, cree que sus esfuerzos de mediación lograron sentar a las diferentes partes en una mesa de negociación, ofreciendo una salida para las crisis a corto plazo, mas no abrieron camino para soluciones duraderas ante dichos conflictos.
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Enrique Prieto-Ríos, profesor de derecho internacional en la Universidad del Rosario, cree que todo ello responde a unas razones geopolíticas de un país pequeño, pero rico en recursos naturales. “Su tamaño y ubicación lo han colocado en situaciones complejas, como el bloqueo que Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita instauraron en 2017, pero su situación económica le ha permitido tener las oficinas principales de Al Jazeera, además de que varias universidades internacionales, entre ellas Harvard y University College de Londres, han tenido acuerdos académicos con instituciones allí”. Esa debilidad en tamaño y capacidad militar, según él, la trata de compensar con algo de soft power, siendo el centro de información de noticias de Oriente Medio y un jugador importante para Occidente y otros países en la mediación de diversos conflictos.
A su favor, además de su experiencia, está que Catar tiene la capacidad de dialogar con diferentes actores, como Estados Unidos, pues ha sido mencionado como un país aliado no miembro de la OTAN, pero al mismo tiempo alberga en Doha las oficinas políticas de Hamás. “Es algo que no todos los países tienen: hablar con varios actores sin que se le condicione a que sea proamericano o pro-Hamás, y eso es una característica que le favorece para lograr esto. Es decir, Catar ha hecho uso de sus recursos para generar espacios de visibilidad internacional y de influencia en la agenda política”, agrega Prieto-Ríos. De hecho, reflexionando alrededor de Arabia Saudita, se atreve también a afirmar que ese país queda en cierta desventaja, pues ha querido asumir ese rol de mediador, incluso lo ha intentado hacer en la guerra entre Rusia y Ucrania, pero Catar, siendo un país más pequeño, “logró apuntarse otra victoria más en su larga historia de mediador en este tipo de situaciones”.
Ahora bien, no deja de mencionar que el accionar de Catar durante la Primavera Árabe, intentando ser mediador y ensayando a cumplir un rol en ese cambio en la región, no le salió bien: “Tras esta revolución, muchos de los que tomaron el poder fueron grupos extremistas y dictadores, y esa jugada, con la idea de mantener su liderazgo internacional y de ceñirse a la idea de que los problemas árabes se resuelven con los árabes, salió mal”.
Algo de eso escribió Barakat en su texto: “Esos acontecimientos marcaron un punto de inflexión en el compromiso regional de Catar, cambiando su enfoque de la mediación de conflictos a la intervención proactiva”, y mencionó el rol de Al Jazeera proporcionando una amplia cobertura de los levantamientos iniciales en Túnez, en Egipto y en otros lugares, así como la intención de unir a la Liga Árabe y a la comunidad internacional para intervenir en Libia y tratar algo similar en Siria. Además, el país proporcionó un importante respaldo político y financiero a grupos como los Hermanos Musulmanes de Egipto. De ahí que Prieto-Ríos crea que su actual rol en Gaza apunte a recuperar su imagen, posicionándose como un actor clave en la región que habla y es escuchado por varios.
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