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La lluvia no pudo detener a los cientos de miles de hongkoneses que este domingo volvieron a desfilar por su ciudad para reclamar por sus derechos. Las protestas en esta región administrativa especial de China ya cumplen su onceavo fin de semana consecutivo desde que surgieron los primeros movimientos en junio de 2019, cuando se pretendía aprobar una nueva ley sobre extradición que afectaba, principalmente, a los opositores del gobierno chino. El movimiento prodemocracia continúa con una fuerte popularidad, pese a los crecientes episodios de violencia y las amenazas de intervención desde Pekín, que ha catalogado a estas manifestaciones como una muestra de “terrorismo”.
El Frente Civil de Derechos Humanos (FCDH), responsable de convocar las concentraciones de junio y julio en las que participaron cientos de miles de personas, ha hecho un llamado a los ciudadanos que participan de las manifestaciones para realizar una protesta "racional y no violenta" y con ello evitar darle al gobierno chino una razón para intervenir en la situación.
El parque Victoria, en el corazón de la isla, se convirtió en el epicentro de la concentración. Desde allí, numerosos manifestantes comenzaron empezaron a caminar bajo la lluvia en dirección al barrio de Admiralty, más al Oeste, desafiando la prohibición policial de llevar la protesta fuera del parque. El llamado en esta ocasión era denunciar de nuevo la violencia policial que afecta principalmente a los estudiantes. Le recomendamos: ¿Hacia dónde va la grave crisis política de Hong Kong?
"La manera en que la policía ha gestionado todo está totalmente fuera de lugar", señaló un manifestante, James Leung, a la AFP.
Otros reconocían un aumento de la violencia entre los contestatarios, que en su versión más radical no dudan en lanzar piedras y cócteles molotov.
"Algunos tienen una forma extrema de expresar sus puntos de vista", admitía Ray Cheng, de 30 años. "Yo estoy en contra de la violencia", explicaba por su parte la señora Wong, de 54 años. "Pero incluso los radicales lo único que hacen es romper cristales, no hacen daño a nadie, mientras que la policía deja heridos", denunció.
Esta se trata de la peor crisis política en la excolonia británica desde su retrocesión a China en 1997. Pekín ha elevado el tono, calificando las acciones más violentas de los manifestantes de "casi terroristas". La manifestación nació como un acto de rechazo al controvertido proyecto de ley que autorizaba las extradiciones hacia China, la movilización amplió desde entonces sus reivindicaciones para pedir por ejemplo un verdadero sufragio universal, en medio del temor a una creciente intromisión de China.
El movimiento no ha obtenido mucho del ejecutivo hongkonés pro-Pekín, encabezado por Carrie Lam. La ausencia de avances ha empujado al movimiento hacia acciones más contundentes, como el bloqueo del aeropuerto internacional la semana pasada, cuando centenares de vuelos debieron ser anulados.
La propaganda china ha tomado recurrentemente imágenes de violencia con la intención de desacreditar la contestación. Los medios chinos también han difundido imágenes de soldados chinos y de transporte de blindados al otro lado de la frontera, en Shenzhen.
"No abandonaremos. Esperamos un número enorme de participantes (...) Queremos mostrar al mundo entero que los hongkoneses somos pacíficos", declaró Bonnie Leung, portavoz del FCDH. "Si la táctica de Pekín y Hong Kong es dejar morir nuestro movimiento poco a poco se equivocan. No abandonaremos", concluyó. Lea también: Profesores marcharon en Hong Kong para “proteger la próxima generación"
Las autoridades justifican su decisión en los actos de violencia cada vez más recurrentes, por ejemplo, contra las comisarías. El movimiento de protesta no cede, a pesar de la detención de más de 700 personas en más de dos meses de manifestaciones.
El sábado, las manifestaciones habían comenzado con una marcha de miles de profesores para apoyar el movimiento prodemocracia, en gran parte impulsado por jóvenes militantes. Por la tarde, una multitud aún mayor se dio cita para marchar a Hung Hom y To Kwa Wan, dos barrios portuarios populares frecuentados por turistas chinos del continente. Hacia la misma hora, miles de partidarios del Gobierno se reunieron en un parque para denunciar al movimiento y apoyar a la policía.
Los organizadores de la marcha de este domingo afirmaron que más de 1,7 millones de personas hicieron parte de la concentración. El número, de ser el correcto, demostraría que los manifestantes siguen firmes al movimiento, pese a los reclamos de los opositores a este que aseguran que ha perdido poder en las últimas semanas.
El ejecutivo hongkonés ha reclamado que el orden social sea restablecido y que las protestas deben parar, pues causan “inconvenientes a la sociedad”. A pesar de que la polémica propuesta de ley de extradición ya fue declarada "suspendida" por las autoridades hongkonesas a principios de julio, los manifestantes han sumado una serie de demandas al Gobierno local para mejorar los mecanismos democráticos de la ciudad y, en definitiva, oponerse al autoritarismo chino. Pekín, entre tanto, asegura que detrás de las protestas existe una "mano negra", y apunta con frecuencia a Estados Unidos como responsable.