China: rosario de conflictos en la pandemia
La potencia no solo aumenta la confrontación con Estados Unidos, sino que acumula tensiones con Japón, Reino Unido y otros países.
Hay quienes dicen que cuanto peor sea la situación por el coronavirus en Occidente, mejor le van a salir las cosas a China, que lleva la delantera en la búsqueda de la vacuna contra el virus, dio ejemplo al mundo en la contención de la COVID-19 y ha enviado toneladas de ayuda a los países más afectados por la pandemia, dejando mal paradas a otras potencias que se dedicaron a acaparar material médico.
Sin embargo, poco ha durado la luna de miel, pues China empieza a acumular conflictos. “Cuanto peor pinte el panorama fuera de China, mejor será visto el presidente Xi Jinping en el ámbito interno, pese a sus errores iniciales en el manejo de la crisis”, decía Bill Bishop en su blog Sinocism. El panorama pinta mal en varios países, pero China no luce mejor.
Con Estados Unidos, la confrontación china escala peligrosamente: durante los últimos meses, los agravios y acusaciones escalaron a un nuevo nivel. A tal punto que el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, dijo que los dos países están siendo empujados “al borde de una nueva guerra fría”.
A las duras acusaciones de Donald Trump a Xi Jinping por haber ocultado información sobre el nuevo coronavirus y el papel de la Organización Mundial de la Salud se suman otros frentes. Washington anunció este martes el fin del trato preferencial para Hong Kong, por las nuevas reglas de seguridad impuestas por China a la antigua colonia británica. Ese estatus comercial especial que EE. UU. le confería a Hong Kong le daba beneficios a China. “Ahora Hong Kong va a ser tratado igual que China continental”, dijo Trump en una rueda de prensa, detallando que la antigua colonia británica va a perder privilegios, como un tratamiento económico especial y el acceso a exportaciones de tecnología sensibles.
Esa controvertida ley de seguridad también tensó las relaciones con Reino Unido, que prometió extender los derechos de inmigración y, eventualmente, el acceso a la ciudadanía británica a millones de hongkoneses. En el pulso Londres también anunció la exclusión, “irreversible y completa” para 2027, del gigante chino de las telecomunicaciones Huawei en el desarrollo de la red 5G británica, cediendo a la presión de Washington, que en mayo impuso sanciones para bloquear el acceso de Huawei a chips estadounidenses para su uso en las redes 5G.
Trump presiona a sus aliados para que prohíban el uso de tecnología de Huawei en sus redes de telecomunicaciones, alegando que eso representa una amenaza a la seguridad nacional. El primer ministro británico, Boris Johnson, inicialmente desoyó los pedidos de la Casa Blanca y permitió a la empresa china de telecomunicaciones instalar una nueva red de alta velocidad en Reino Unido en enero; ayer EE. UU. anunció sanciones contra empleados de Huawei. “Trump y Xi hacen un uso cínico de la rivalidad para ganancia política interna, ignorando o conscientes del costo y riesgo de ese accionar”, decía en este diario el analista Marcos Peckel.
Y otro frente más: Japón acusó a China de “desinformación” sobre el nuevo coronavirus y expresó su preocupación por sus reivindicaciones en el mar de la China meridional y en los islotes Senkaku-Diaoyu, cuya soberanía se disputan los dos países. Ambas naciones, cuyas relaciones habían mejorado en 2018, reivindican la soberanía de este microarchipiélago deshabitado, cuyos fondos marinos podrían ser ricos en hidrocarburos.
Y como si fuera poco, suma a India en la conflictiva diplomacia: hace dos semanas soldados indios y chinos se enfrentaron a piedras y palos en el valle fronterizo del Himalaya, dejando veinte indios y cuarenta chinos fallecidos; el choque más grave de los últimos tiempos. Pekín amenazó con poner de su lado a Pakistán y Nepal, y por su parte India alienta el boicot a productos y apps chinas. Australia y Canadá, por su parte, han enviado advertencias sobre posibles detenciones arbitrarias en China.
“La diplomacia debería implicarse más porque los hechos consumados son una mala política y han generado un ambiente hostil”, escribía en un análisis sobre el tema Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China en El Periódico de Cataluña.
Funcionarios del gobierno chino dicen que hay un virus político que se propaga para atacar y difamar a ese país; en EE. UU. acusan a Trump de usar el tema para ganar réditos electorales... pero, ¿y los otros frentes? La desconfianza hacia los chinos sigue creciendo. “China se está encontrando con obstáculos por su política sobre algunos temas fuertemente ideologizados. Esto debilita su capacidad para mantener buenas relaciones con otros países”, explicó el experto en política china Tong Zhao a EFE.
Hay quienes dicen que cuanto peor sea la situación por el coronavirus en Occidente, mejor le van a salir las cosas a China, que lleva la delantera en la búsqueda de la vacuna contra el virus, dio ejemplo al mundo en la contención de la COVID-19 y ha enviado toneladas de ayuda a los países más afectados por la pandemia, dejando mal paradas a otras potencias que se dedicaron a acaparar material médico.
Sin embargo, poco ha durado la luna de miel, pues China empieza a acumular conflictos. “Cuanto peor pinte el panorama fuera de China, mejor será visto el presidente Xi Jinping en el ámbito interno, pese a sus errores iniciales en el manejo de la crisis”, decía Bill Bishop en su blog Sinocism. El panorama pinta mal en varios países, pero China no luce mejor.
Con Estados Unidos, la confrontación china escala peligrosamente: durante los últimos meses, los agravios y acusaciones escalaron a un nuevo nivel. A tal punto que el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, dijo que los dos países están siendo empujados “al borde de una nueva guerra fría”.
A las duras acusaciones de Donald Trump a Xi Jinping por haber ocultado información sobre el nuevo coronavirus y el papel de la Organización Mundial de la Salud se suman otros frentes. Washington anunció este martes el fin del trato preferencial para Hong Kong, por las nuevas reglas de seguridad impuestas por China a la antigua colonia británica. Ese estatus comercial especial que EE. UU. le confería a Hong Kong le daba beneficios a China. “Ahora Hong Kong va a ser tratado igual que China continental”, dijo Trump en una rueda de prensa, detallando que la antigua colonia británica va a perder privilegios, como un tratamiento económico especial y el acceso a exportaciones de tecnología sensibles.
Esa controvertida ley de seguridad también tensó las relaciones con Reino Unido, que prometió extender los derechos de inmigración y, eventualmente, el acceso a la ciudadanía británica a millones de hongkoneses. En el pulso Londres también anunció la exclusión, “irreversible y completa” para 2027, del gigante chino de las telecomunicaciones Huawei en el desarrollo de la red 5G británica, cediendo a la presión de Washington, que en mayo impuso sanciones para bloquear el acceso de Huawei a chips estadounidenses para su uso en las redes 5G.
Trump presiona a sus aliados para que prohíban el uso de tecnología de Huawei en sus redes de telecomunicaciones, alegando que eso representa una amenaza a la seguridad nacional. El primer ministro británico, Boris Johnson, inicialmente desoyó los pedidos de la Casa Blanca y permitió a la empresa china de telecomunicaciones instalar una nueva red de alta velocidad en Reino Unido en enero; ayer EE. UU. anunció sanciones contra empleados de Huawei. “Trump y Xi hacen un uso cínico de la rivalidad para ganancia política interna, ignorando o conscientes del costo y riesgo de ese accionar”, decía en este diario el analista Marcos Peckel.
Y otro frente más: Japón acusó a China de “desinformación” sobre el nuevo coronavirus y expresó su preocupación por sus reivindicaciones en el mar de la China meridional y en los islotes Senkaku-Diaoyu, cuya soberanía se disputan los dos países. Ambas naciones, cuyas relaciones habían mejorado en 2018, reivindican la soberanía de este microarchipiélago deshabitado, cuyos fondos marinos podrían ser ricos en hidrocarburos.
Y como si fuera poco, suma a India en la conflictiva diplomacia: hace dos semanas soldados indios y chinos se enfrentaron a piedras y palos en el valle fronterizo del Himalaya, dejando veinte indios y cuarenta chinos fallecidos; el choque más grave de los últimos tiempos. Pekín amenazó con poner de su lado a Pakistán y Nepal, y por su parte India alienta el boicot a productos y apps chinas. Australia y Canadá, por su parte, han enviado advertencias sobre posibles detenciones arbitrarias en China.
“La diplomacia debería implicarse más porque los hechos consumados son una mala política y han generado un ambiente hostil”, escribía en un análisis sobre el tema Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China en El Periódico de Cataluña.
Funcionarios del gobierno chino dicen que hay un virus político que se propaga para atacar y difamar a ese país; en EE. UU. acusan a Trump de usar el tema para ganar réditos electorales... pero, ¿y los otros frentes? La desconfianza hacia los chinos sigue creciendo. “China se está encontrando con obstáculos por su política sobre algunos temas fuertemente ideologizados. Esto debilita su capacidad para mantener buenas relaciones con otros países”, explicó el experto en política china Tong Zhao a EFE.