China sigue construyendo estadios en África, pero ¿a qué precio?
Si bien eso no es nada nuevo para el torneo, la Copa Africana de Naciones, este estadio es solo el ejemplo más reciente de las contradicciones que surgen de los proyectos chinos construidos de acuerdo con términos chinos, pero en suelo africano.
Elian Peltier | The New York Times
El estadio Alassane Ouattara se eleva como una pieza de escultura sobre el polvoriento terreno marrón al norte de la ciudad más grande de Costa de Marfil, con su techo ondulado y sus columnas blancas sobre el entorno vacío, como una nave espacial que ha descendido sobre un planeta deshabitado.
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El estadio Alassane Ouattara se eleva como una pieza de escultura sobre el polvoriento terreno marrón al norte de la ciudad más grande de Costa de Marfil, con su techo ondulado y sus columnas blancas sobre el entorno vacío, como una nave espacial que ha descendido sobre un planeta deshabitado.
El estadio de tres años y medio tuvo su momento emblemático el domingo, cuando las selecciones nacionales de fútbol de Costa de Marfil y Nigeria compitieron en la final del evento deportivo más importante de África, frente a decenas de miles de aficionados que cantaban y vitoreaban en un estadio financiado y construido por China.
Si bien eso no es nada nuevo para el torneo, la Copa Africana de Naciones, este estadio es solo el ejemplo más reciente de las contradicciones que surgen de los proyectos chinos construidos de acuerdo con términos chinos, pero en suelo africano.
Los estadios han sido una pieza fundamental del alcance diplomático de China en África desde la década de 1970, pero su número ha aumentado desde principios de la década de 2000, como parte de una estrategia china más amplia para construir infraestructuras —desde carreteras hasta vías férreas, puertos hasta palacios presidenciales e incluso la sede de la Unión Africana— a cambio de influencia diplomática o acceso a recursos naturales.
A través de ese programa de un billón de dólares, conocido como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China se ha convertido en un socio crucial para los países en desarrollo que se benefician de proyectos millonarios que de otro modo no podrían costear. Pero la construcción china a veces ha estado acompañada de acusaciones de corrupción local, y los críticos han cuestionado el valor de los proyectos de gran presupuesto, señalando que generan dudosos beneficios económicos a largo plazo, pero deudas muy reales que pueden resultar difíciles de pagar para los gobiernos.
“China no te pregunta por qué necesitas un estadio”, afirmó Itamar Dubinsky, investigador del Programa de Estudios Africanos de la Universidad Ben-Gurión del Néguev, Israel. “Simplemente lo financia y lo construye”.
En las últimas dos décadas, las empresas chinas han construido o renovado decenas de estadios en toda África, incluidos, en los últimos 15 años, casi la mitad de aquellos que han albergado partidos de la Copa Africana de Naciones. Ese total incluye 3 de los 6 utilizados para el torneo de este año, cuya obra maestra es el estadio Ouattara con capacidad para 60.000 personas, diseñado y construido por dos empresas estatales chinas.
Su parte exterior de columnas blancas y arcos —con paneles incrustados en los que destacan los colores nacionales de Costa de Marfil, el verde y el anaranjado— es una mejora estética en comparación con proyectos anteriores en el continente que han sido ridiculizados por los críticos, quienes los han calificado de monolitos de hormigón monótonos.
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Pero tres años después de que el estadio albergó su primer partido, la nueva carretera que conduce a este aún no está lista, lo que obliga a los aficionados a caminar hasta una hora para llegar o salir del estadio. Además, la ciudad deportiva que lo rodea todavía no se ha materializado. Esto, dicen los críticos, es otra característica habitual de los proyectos. Los estadios construidos por China rara vez cuentan con la infraestructura necesaria para soportarlos o los conocimientos y mecanismos necesarios para mantenerlos.
Sin embargo, para innumerables aficionados que vieron los juegos durante el mes pasado, lo que importaba estaba en otra parte. Costa de Marfil, que se recupera de una guerra civil y cuenta con una de las economías más grandes de África occidental y con una clase media dinámica, ha demostrado su capacidad para albergar un torneo importante en instalaciones de última generación.
“Hay que aceptar que es impresionante”, dijo una aficionada, Halima Duret, mientras observaba las gradas una tarde reciente. Duret, diseñadora de interiores que vive en Abiyán, asistía por primera vez a un partido de fútbol, y era uno especial. La selección de su país de origen, Guinea, había llegado a cuartos de final. “Qué belleza”, añadió.
La asociación entre China y Costa de Marfil, un importante productor de caucho y cacao, es emblemática de la ávida búsqueda de China de vínculos con países africanos ricos en recursos.
En 2018, mientras los trabajadores chinos y marfileños construían el estadio en Ebimpé, en las afueras de Abiyán, el presidente Alassane Ouattara visitó a su homólogo chino, Xi Jinping, en Pekín para fortalecer las relaciones entre los países. Desde entonces, Costa de Marfil ha aumentado sus exportaciones de caucho y petróleo crudo a China, que se ha convertido en el mayor socio comercial de Costa de Marfil. China también está financiando la ampliación del puerto de Abiyán, uno de sus mayores proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en África Occidental.
A medida que el consumo masivo de deportes ha aumentado en África, otros países se han ido sumando al juego. Una empresa constructora turca construyó el nuevo estadio nacional de fútbol de Senegal, que albergará los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2026, y “Visita Arabia Saudita” es el principal patrocinador de una nueva liga de fútbol panafricana.
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Las empresas y los gobiernos occidentales también están participando: la compañía petrolera francesa Total Energies es el principal patrocinador de la Copa Africana de Naciones, y la NBA es el principal patrocinador de la Liga Africana de Baloncesto.
Sin embargo, ningún país ha puesto más empeño en insertarse en la escena deportiva africana que China, y los países anfitriones de la Copa de Naciones han sido los destinatarios favoritos. Todos los estadios construidos para las ediciones más recientes del torneo en Angola y Gabón fueron construidos por empresas chinas. Y en Nairobi, la capital de Kenia, una empresa china está renovando el estadio donde fue investido el presidente William Ruto y que albergará los partidos de fútbol de la edición de 2027 de la copa.
Pero muchos gobiernos africanos han dejado que estadios que inicialmente eran un motivo de orgullo se deterioren. Un estadio construido por China en la capital de Gabón, Libreville, ha estado prácticamente abandonado desde que acogió la final de la Copa de Naciones en 2017. El estadio nacional de la República Centroafricana, uno de los países más pobres del mundo, construido por China, no puede ni siquiera albergar los partidos de su propia selección nacional.
Incluso el brillante estadio de Costa de Marfil tiene imperfecciones: el césped del campo no se extiende lo suficiente más allá de la superficie de juego, por lo que los organizadores han tenido que parchear su perímetro con césped artificial para evitar que los jugadores con tacos se resbalen en la pista de atletismo adyacente.
El futuro de los estadios más pequeños construidos por toda Costa de Marfil también parece incierto.
Los funcionarios del gobierno dijeron que los equipos locales usarían la infraestructura una vez terminado el torneo, pero en la ciudad turística de San Pedro, sede de un nuevo estadio de 20.000 asientos construido por una empresa china, el principal club de fútbol de la ciudad dijo que el recinto era demasiado grande para sus necesidades.
“En el mejor de los casos, podríamos lograr llenar un 30 por ciento del aforo”, afirmó Abdelkarim Bouaziz, ejecutivo del FC San Pedro, que juega en la principal liga de Costa de Marfil. “Pero no podremos pagar su mantenimiento”.
Costa de Marfil invirtió más de 1000 millones de dólares en la organización del torneo, pero también ha tenido dificultades para llenar los relucientes asientos de sus estadios, lo que plantea dudas sobre si tenía sentido construir sedes tan grandes para un evento de un mes de duración.
En el partido inaugural, que contó con la participación de la nación anfitriona, el público solo ocupó alrededor de dos tercios del estadio Ouattara. En San Pedro, el ayuntamiento hace poco tenía muchísimas entradas sin vender. La alcaldesa, Nakaridja Cissé, dijo que estaba distribuyendo gratuitamente esas entradas en un intento por atraer a los residentes al nuevo estadio.
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