China se arruga: las consecuencias de una política que promovió no tener hijos
En 2023, el gigante asiático confirmó un patrón que se venía dando desde hace un par de años: su población está disminuyendo y envejeciendo. El rol que sus ciudadanos tienen como consumidores globales hace pensar en repercusiones más allá de sus fronteras y de otros focos de mano de obra para compensar los diferentes mercados.
Hubo una época en la que China trató de evitar el crecimiento de su población. Con la política de un único hijo, que se inició por los años 70 y estuvo vigente cerca de cuatro décadas, con la que impuso multas a quienes la violaran y con la cual, incluso, se conocieron reportes de millones de abortos y esterilizaciones, el gigante asiático se puso la meta de que por ley, por disposición del Estado, regularía los nacimientos. En 2015 oficialmente caducó la política, permitiendo que desde el año siguiente las parejas tuvieran dos hijos y a partir de 2021 hasta tres. Sin embargo, el problema demográfico, ahora a la baja, sigue siendo una preocupación para el país. La Oficina Nacional de Estadísticas reveló el martes que el número total de personas en China se redujo en 2,75 millones, es decir, un 0,2 %, y alcanzó la cifra de 1.409 millones en 2023. Además, la tasa de natalidad fue la más baja jamás registrada: 6,39 nacimientos por cada 1.000 personas. En medio de este panorama, la economía, en cuanto a mano de obra y consumo, así como el sistema de jubilación, al tener mayor población adulta que joven, generan temores.
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Hubo una época en la que China trató de evitar el crecimiento de su población. Con la política de un único hijo, que se inició por los años 70 y estuvo vigente cerca de cuatro décadas, con la que impuso multas a quienes la violaran y con la cual, incluso, se conocieron reportes de millones de abortos y esterilizaciones, el gigante asiático se puso la meta de que por ley, por disposición del Estado, regularía los nacimientos. En 2015 oficialmente caducó la política, permitiendo que desde el año siguiente las parejas tuvieran dos hijos y a partir de 2021 hasta tres. Sin embargo, el problema demográfico, ahora a la baja, sigue siendo una preocupación para el país. La Oficina Nacional de Estadísticas reveló el martes que el número total de personas en China se redujo en 2,75 millones, es decir, un 0,2 %, y alcanzó la cifra de 1.409 millones en 2023. Además, la tasa de natalidad fue la más baja jamás registrada: 6,39 nacimientos por cada 1.000 personas. En medio de este panorama, la economía, en cuanto a mano de obra y consumo, así como el sistema de jubilación, al tener mayor población adulta que joven, generan temores.
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Esta “bomba de tiempo”, como algunos la consideran, terminaría incrementando los costos de la atención a las personas mayores, además de que, según la Academia de Ciencias de China, administrada por el Estado, el sistema de pensiones en su forma actual se quedaría sin dinero para 2035, justo cuando la población mayor de 60 años alcanzaría los 400 millones de individuos. Hay quienes se muestran escépticos frente a la posibilidad de que cambie esta situación. He Yafu, demógrafo independiente chino, le comentó a la AFP que “la tendencia del declive poblacional es básicamente imposible de revertir. Incluso si se incentiva la fertilidad, es imposible que la tasa de fertilidad aumente hasta la tasa de reemplazo generacional, porque ahora los jóvenes han cambiado su concepción de la fertilidad y generalmente no quieren tener más hijos”.
Esto, según Camilo Defelipe, especialista en Asia de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, implica que va a haber menos mano de obra calificada y no calificada en la economía china, que es uno de los factores centrales en su crecimiento y en su posicionamiento como potencia, sobre todo tecnológica. Pero no solo eso: también habría una disminución de los mercados de consumo, pues, según el docente, hay que entender al ciudadano chino como un consumidor global. “Es decir, habría un impacto económico con la disminución de una mano de obra que ha mantenido ciertos precios bajos en tecnología y otra de consumidores de los productos exportados a China, además de una disminución en el consumo interno”. Defelipe se refiere a alimentos y ropa, pero indirectamente igual a la demanda de recursos para producir bienes de consumo. De hecho, según datos expuestos por el Observatorio de Complejidad Económica, China importa principalmente petróleo crudo, circuitos integrados, mineral de hierro, gas-petróleo y mineral de cobre, y lo hace, principalmente, de Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y Australia. Allí, eventualmente, podría haber una afectación, si se tiene en cuenta que la economía creció a uno de sus ritmos más lentos (5,2 % en 2023) en más de tres décadas, excluyendo los años de la pandemia del coronavirus, cuando 2022 marcó un crecimiento del PIB del 3 %. La elección por comprar platos de comida más baratos, hospedarse en hoteles más económicos, aprovechar los descuentos para adquirir carros eléctricos y el funcionamiento a la mitad de las fábricas son muestra de ello.
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De eso ya se viene hablando desde el año pasado, cuando Roland Rajah, director del Centro de Desarrollo del Indo-Pacífico del Instituto Lowy, le comentó a The Guardian que “la capacidad de la economía china para ser el motor del crecimiento global que ha sido en el pasado parece cada vez más cuestionada”. Por esa misma época, la doctora Jennifer Hsu, que para entonces era investigadora en ese mismo Instituto, agregó: “Si el partido no es capaz de ofrecer una vida mejor a sus ciudadanos, esto pondrá en peligro no solo su legitimidad, sino también la de Xi Jinping”. Al respecto de eso, y a la luz de los datos de 2023, Defelipe cree que el panorama para el dirigente es complejo. Intuye, en ese sentido, que el asunto se reducirá, en buena parte, a un tema económico, tal vez de aumentar ciertos subsidios públicos para que los jóvenes se animen a tener más hijos y les sea atractivo tener una familia. “Eso, sin embargo, ya se venía implementando, pero los incentivos materiales no han funcionado”.
Rashelle Chen, de 33 años, que lleva cinco años de casada, le dijo a The New York Times que no tiene intención de tener un hijo: “Parece que la política de natalidad del gobierno solo apunta a tener bebés, pero no protege a la persona que da a luz; no protege los derechos e intereses de las mujeres”. De hecho, en medio de la crisis demográfica, la desaceleración de la economía y el auge del feminismo, el Partido Comunista ha buscado formas de relegar a las mujeres al hogar, pidiéndoles que críen a los jóvenes y cuiden a los mayores. El trabajo, en palabras de Xi, es esencial para “el camino de China hacia la modernización”.
Ahí parece haber una contradicción: al menos en papel, China tiene leyes para promover la igualdad de género y la discriminación laboral por razones de género está prohibida. Sin embargo, como le dijo la activista Guo Jing al diario estadounidense, las empresas anuncian candidatos masculinos y discriminan a las empleadas. Aun así, y en medio de una propaganda del Gobierno que incita a los jóvenes a casarse y a tener hijos, “en cierto modo, las mujeres son más conscientes de la desigualdad en todos los ámbitos de la vida”, agregó la también asesora legal en temas de discriminación y acoso sexual en espacios laborales. A esto se suma el hecho de que la mayoría de las parejas están compuestas por hijos únicos, sobre los cuales recaerá la responsabilidad de cuidar a sus padres ancianos en el futuro. Falta ver qué efectos tendrá el plan de miles de millones de dólares que las autoridades presentaron esta semana para sufragar las necesidades de servicios para la tercera edad.
Entretanto, como dice Defelipe, la disminución de la población en el gigante asiático trae consigo una repercusión sobre el poder nacional, es decir, sobre el ascenso de China como potencia. No obstante, esta pérdida de mano de obra abundante se compensaría porque otros países de Asia, como Vietnam e India, incluso algunos otros en África, estarían en capacidad de proveer dicho recurso, y eso tendría un efecto compensatorio sobre los diferentes mercados globales. Adicional a ello, tendría efectos sobre la cultura: “Se erosionaría el núcleo de las instituciones culturales del país. El concepto de familia está muy arraigado en la mentalidad de China. Menos familias podrían dar lugar a valores más individualistas”.
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