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1. Se dice talibán y no talibanes
Pareciese de poca importancia aprender a cómo referirse a este grupo con la crisis actual en Kabul y todo el país, pero no por ello el lenguaje pierde importancia. Talibán significa estudiantes en idioma pashto (una lengua de la familia irania) y es el plural de Talib (estudiante). No es necesario agregarle otro plural diciendo talibanes en español (aunque la RAE autorice el término). En el caso especifico del Talibán en Afganistán, estamos hablando de estudiantes de escuelas religiosas o seminarios coránicos (madrasas) que dieron el salto a grupo armado y social en 1994.
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2. ¿Afganistán es la tierra ancestral del Talibán?
En esta difícil coyuntura y observando las imágenes del retiro de tropas y personal estadounidense, es común encontrar en las redes sociales afirmaciones como que “el pueblo afgano ha recuperado su territorio, su país” o incluso que “el Talibán recuperó su terreno.” Al respecto, hay varios puntos para mencionar.
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El origen de la palabra Afganistán no es claro. El concepto más clásico es que en el idioma farsi Afgan es sinónimo de pashtún, por lo que agregándole el sufijo locativo stan (lugar de), Afganistán es la tierra de los pashtúnes. Es cierto que el pashtún es el grupo dominante durante décadas en el Afganistán contemporáneo (particularmente desde siglo XVIII) y que el Talibán está constituido mayoritariamente por pashtúnes, pero también es verdad que recientemente se habla de afgano como gentilicio de Afganistán, señalando aquel ciudadano perteneciente a la diversa nación afgana sin importar su etnia o religión. Es necesario tener consideración de lo diverso que es este territorio sin olvidar que todos los Estados nación son comunidades imaginadas.
3. Afganistán es un territorio con diversidad étnica y religiosa
Actualmente hay una población (aproximada) de 38 millones de habitantes y contrario a lo que se suele decir de manera simplista, la mayoría no es árabe. Sus grupos étnicos más importantes son los mencionados pashtúnes (cerca del 40-42%, un grupo iranio cuya lengua es el pashto), los tayikos (entre 27-30%), los uzbekos y turcomanos (10% ambos), hazaras (9-15%), aimaqs (4%) y un 3% restante de otras comunidades como los nuristanis, baluchis y una escasa presencia árabe. Entender a Afganistán implica tener noción de esta diversidad étnica.
A nivel religioso, si bien la gran mayoría son musulmanes sunníes (entre 80 y 84%), recordemos que el sunnísmo no es un bloque homogéneo. Por ejemplo, históricamente en Afganistán prevalece la corriente hanafi. Igualmente el territorio es hogar de comunidades shiítas duodecimanas e ismaelíes (20%, algunos incluyen a los Qizilbash), pero también importantes grupos que escapan a la dicotomía sunní-shií como los sufíes (Tasawwuf) además de hinduistas y sij afganos. En el pasado hubo una interesante presencia budista (de allí los budas de Bamiyán) y actualmente hay pocos cristianos y judíos. De hecho, según algunos informes, Zablon Simantov, el último judío afgano, abandonó el país el pasado mes de abril.
Más sobre este tema en: “Estamos tratando de huir como podamos de Kabul”: relatos de afganos que intentan salir del país
4. ¿El Talibán aplica “la Sharia”?
Sin duda, es uno de los elementos que más preocupa al público en general. Hay que anotar que Sharia no significa ley, al menos en el sentido en que lo entendemos en Colombia. Denota sendero o en su expresión más literal “camino al pozo de agua”. En la gramática árabe siempre se enfatiza su sentido de amplitud y no rigidez.
Desde la tradición islámica, Sharia es todo lo enseñado por Alá, ese camino religioso para cada una de las vidas de los creyentes (incluso el mismo sendero señalado a Abraham, Moisés y Jesús. Véase Corán 42:13). Por ello, decir que Sharia es algo negativo de por sí es totalmente erróneo y de allí deriva la usual consigna de que hay que prohibir “la Sharia”. Ello implicaría restringir la aplicación de los cinco pilares de la práctica islámica: profesión de fe, orar, dar Zakat o contribución a los menos favorecidos, ayunar (en ramadán y otras fechas) y peregrinar a La Mecca. Si interpretamos Sharia como ley no podremos avanzar en el debate.
Cuando vemos el caso del Talibán y mencionan aplicar Sharia (en el marco de un emirato o gobierno “islámico”), en realidad estamos viendo la interpretación de un grupo, entre 1.600 millones de musulmanes en el mundo, que considera que su visión es la única válida. De allí a que incluso puedan caer en contradicciones: la permisibilidad del homicidio indiscriminado, omitir salvar vidas, oprimir a las minorías incluyendo cristianos y judíos, preferir la violencia y la agresión por encima de la piedad, todas estas son conductas repudiadas por el Corán y la Sunna del profeta Muhammad.
Puede encontrar más información sobre la situación en Afganistán en: “No nos vengaremos de nadie”, dicen los talibanes tras la toma de Afganistán
De hecho, cuando el Talibán restringe derechos de las mujeres argumentando que aplica Sharia, desconoce cosas elementales como que la primera universidad en el mundo la fundó Fatima al-Fijriyya, una mujer musulmana del Magreb (actual Marruecos, Universidad al-Qarawiin) y que la primera palabra revelada de Alá por medio de Gabriel a Muhammad fue: ¡Lee! (imperativo). Recordemos que la burqa tampoco tiene sustento en las fuentes islámicas (el hiyab sí).
Por ello, para comprender el credo Talibán hay que considerar elementos de la versión wahhabi del islam (sectaria e intolerante promovida por Arabia Saudí a pesar de las reformas recientes), del deobandismo (corriente surgida en 1866 en Deoband – India difundida desde el centro Dar al-Ulum Deoband), adicionalmente de elementos del Qaum afgana (que lo podríamos traducir como tribu) y allí se encuentra el Pashtunwali.
Se trata de un código de conducta importante en las comunidades pashtún que ve con gran importancia la familia, la tierra y la mujer. Es a partir de este punto, no desde el islam, desde un horizonte supremamente conservador que el Talibán utiliza en su discurso del “honor” y de “proteger a la sociedad” que la mujer no pueda desempeñar ciertas actividades. Asimismo, este código trae elementos como la Yirga (consejos y gobiernos tribales) aunque también el Talibán despliegue la Shura (o consulta, esta sí islámica) para tomar decisiones (Ej. Kandahar). Por lo anterior, debemos profundizar más en las tradiciones y valores del Pashtunwali.
¡Ah!, ¿entonces es un tema de cultura afgana? De hecho, no, pues hay elementos que controvierten este punto. Como explicamos, en Afganistán hay tradiciones sufíes importantes (las órdenes Naqshbandi o Qadiriyya por ejemplo) que consagran la visita a los santos y mausoleos (que se conoce como Ziyarat). Herat incluso es conocida como una ciudad histórica por su poesía. Los sufíes afganos también han tenido participación política activa en la historia de Afganistán. Por ello, cuando el Talibán ataque a las comunidades sufíes está atacando a la cultura y tradición afgana. La identidad afgana no es sinónimo de identidad Talibán.
5. ¿El Talibán aplica “la yihad”?
Al igual que Sharia, ocurre lo mismo con yihad. Este concepto no traduce guerra santa sino que denota ese esfuerzo por agradar a Dios con tus acciones día a día. Si se desea profundizar el tema de la guerra en el islam, en árabe y en el Corán encontramos los términos de harb y qital. Tener amplitud conceptual permitirá un mayor debate y no estar encasillado a “la yihad de la espada” como usualmente se suele difundir.
¿Y entonces los muyahidines de Afganistán? Ocurre lo mismo con la palabra Talibán. Muyahidin ya es plural de muyahid, aquel que ejerce un yihad. No es necesario agregarle otro plural. En Afganistán este concepto tiene un contexto histórico específico. Fue a partir de la intervención soviética en 1979 para salvar al gobierno del PDPA (Partido Democrático Popular de Afganistán fundando en 1967 y en el poder de 1978-1992), que provocó que comunidades locales, con ese fuerte apego a la religión, alzaran su defensa en términos religiosos.
Estados Unidos junto con Arabia Saudita (¡qué casualidad!) enviaron importantes sumas de dinero y apoyo logístico (los famosos misiles “Stinger” de la película Rambo III) a distintos grupos afganos (incluido extremistas y futuros líderes Talibán, por ejemplo el mulá Omar quien fundaría el grupo en 1994) por medio del Servicio de Inteligencia de Pakistán. La mención de la participación de Arabia Saudí es crucial pues fue este país quien a partir de la década de los 1970, gracias al boom petrolero, exportó su visión precaria del islam (wahabismo).
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Como vemos, hay varios puntos interesantes: los muyahidín son una categoría más amplia que el Talibán (cerca de 70 grupos), esta amalgama de movimientos, quienes ante la retirada y extinción de la Unión Soviética, determinarán el devenir de Afganistán durante años y finalmente, antes de los 1970 este país no tenía una tradición de islam extremista, sí de musulmanes políticamente activos.
Hay mucho más por aprender de Afganistán pero estos aspectos nos sirven para darle seguimiento a los acontecimientos y comprender cada día mejor la región del Medio Oriente que a menudo es presentada con simplismo. Profundicemos, complejicemos y debatamos. Esperemos el pueblo afgano sepa superar esta difícil etapa en su larga historia. Pueblo valiente.
* Universidad Externado de Colombia