Claves para entender a Putin (según Nixon y “Game of Thrones”)
La nueva doctrina nuclear de Putin revive el temor a un conflicto global y cuestiona si el mundo está preparado para enfrentar sus amenazas.
Camilo Gómez Forero
Vladimir Putin, presidente ruso, firmó el martes una actualización de la doctrina nuclear rusa con la que se declara que un ataque convencional contra ese país por parte de cualquier nación apoyada por una potencia nuclear será considerado también un ataque conjunto contra Rusia. En otras palabras: que un ataque contra territorio ruso por parte de un país (como Ucrania) con el apoyo de una potencia nuclear (como EE. UU.) será visto por Moscú como un ataque directo (en este caso, de Washington).
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Vladimir Putin, presidente ruso, firmó el martes una actualización de la doctrina nuclear rusa con la que se declara que un ataque convencional contra ese país por parte de cualquier nación apoyada por una potencia nuclear será considerado también un ataque conjunto contra Rusia. En otras palabras: que un ataque contra territorio ruso por parte de un país (como Ucrania) con el apoyo de una potencia nuclear (como EE. UU.) será visto por Moscú como un ataque directo (en este caso, de Washington).
La decisión no es una sorpresa. Putin había declarado el cambio por primera vez en septiembre. Sin embargo, faltaba la firma del documento, que llega en medio de una enorme tensión en el este de Europa. El lunes, Washington le dio luz verde a Ucrania para disparar misiles de largo alcance a territorio ruso; Kiev no esperó ni un día para aplicar esta nueva disposición y disparó el martes seis misiles de ese tipo contra una instalación militar en la región de Byransk, aunque sin mayores afectaciones.
Estos disparos resaltaron la escalada entre las dos potencias nucleares más grandes del planeta, que ha vuelto a sumergir al mundo en una idea catastrófica: la de una tercera guerra mundial. Suecia y Finlandia, por ejemplo, les han pedido a sus ciudadanos que se preparen para un conflicto.
Así que hay que despejar dos dudas. La primera es: ¿cómo sabemos si ya no estamos en una guerra mundial? No hay un organismo que declare el inicio, sino que es un estatus que se alcanza en retrospectiva, analizando sus impactos. Los analistas todavía se debaten si, dado el impacto global y la extensión geográfica, esto puede catalogarse como un conflicto mundial.
La otra gran duda, en medio de este escenario tan tenso, es cómo entender a Putin y qué tan reales pueden ser sus amenazas. En febrero de 2022, apenas comenzó la invasión a gran escala en Ucrania, el líder ruso intimidó al mundo con la idea de usar su arsenal nuclear, pero pronto este miedo se disipó. ¿Por qué?
Colin Alexander, profesor titular de comunicaciones políticas de la Universidad de Nottingham Trent, explica que las amenazas de Putin pasaron de estar en lo que se conoce como la “esfera de la controversia legítima”, donde se debate la seriedad de la amenaza, a la “esfera del consenso”, en donde hay un acuerdo amplio sobre el significado del mensaje. Y el consenso es que la línea roja no ha sido cruzada, lo que propicia que la amenaza no sea vista con la gravedad necesaria.
“Existe un cierto grado de sesgo de confirmación entre políticos, periodistas y otros comentaristas públicos de que, como no hubo una guerra nuclear durante la Guerra Fría, es poco probable que ocurra ahora”, dijo Alexander en septiembre en The Conversation.
Ese sesgo de confirmación puede contribuir a que las amenazas de Putin no hayan vuelto a ser vistas con la misma gravedad que al principio de la guerra. Después de todo, no ha apretado el botón tras múltiples amenazas. Pero esta percepción de “amenazas huecas” podría ser peligrosa. Si los líderes mundiales y la opinión pública adoptan una actitud complaciente ante este discurso, podrían estar jugando con fuego, casi literalmente.
Para entender la gravedad de esta situación y a Putin, es útil explorar las similitudes entre este y figuras históricas como Richard Nixon y literarias como Aerys Targaryen, más conocido como el “Rey Loco” de Juego de Tronos. Empecemos por Nixon, que nos ofrece un lado menos apocalítpico. El presidente estadounidense aplicó en su momento lo que se conoce como la “teoría del loco” (madman theory). Con este enfoque, buscaba convencer a sus adversarios de que era impredecible y capaz de tomar decisiones extremas, como ordenar un ataque nuclear, si se sentía acorralado.
Nixon creía que este comportamiento asustaría a sus enemigos lo suficiente como para que cedieran antes de arriesgarse a una escalada catastrófica. Por ejemplo, durante la guerra de Vietnam, dejó que los norvietnamitas pensaran que podía “perder la cabeza” y desatar un ataque nuclear si no aceptaban sus condiciones de negociación. Aunque nunca llevó a cabo esas amenazas, la estrategia creó un aura de incertidumbre que buscaba inclinar la balanza a su favor.
Putin, como Nixon, pareciera jugar con esta teoría. Al repetir amenazas nucleares y acciones militarmente agresivas, busca convencer al mundo de que es capaz de cualquier cosa para preservar sus intereses estratégicos. Este juego psicológico no solo tiene un propósito disuasorio, sino también propagandístico, tanto para audiencias extranjeras como para su propio pueblo, consolidando su imagen como un líder implacable. El problema es que el contexto social ha cambiado.
El profesor Alexander comenta que las amenazas nucleares se tomaban más en serio durante la Guerra Fría porque había un entorno mediático que mantenía el miedo en el centro del debate público: películas, programas de televisión, folletos y discursos de líderes políticos enfatizaban constantemente los riesgos de la aniquilación nuclear. Este clima ayudó a que la población y los gobiernos mantuvieran una actitud vigilante ante cualquier amenaza. En contraste, el mundo actual enfrenta una “normalización” de las amenazas nucleares.
El discurso de Putin, aunque alarmante, parece haber sido relegado a un segundo plano en la narrativa global, eclipsado por otros peligros como el cambio climático, el terrorismo y las pandemias. Este cambio de enfoque puede generar un falso sentido de seguridad, dejando a la opinión pública desensibilizada ante el peligro real.
Por otro lado, tenemos el caso de Aerys, que nos expone que la gravedad de subestimar las amenazas puede ser letal si llega el momento en que el líder decide actuar. Aerys destacó sobre todos los personajes por su disposición de destruir todo Desembarco del Rey con fuego valyrio en un acto de venganza irracional. Los súbditos de su corte asumieron que eran palabras de un hombre inestable, pero subestimaron su locura.
Cuando Robert Baratheon lideró la rebelión y los ejércitos se acercaron a Desembarco del Rey, Aerys finalmente reveló sus verdaderas intenciones: prendería fuego a la ciudad para evitar que cayera en manos enemigas. Fue entonces cuando Jaime Lannister, miembro de su Guardia Real, comprendió la magnitud de la amenaza. Aerys no estaba bromeando ni exagerando; estaba listo para sacrificar a miles de inocentes. ¿Podría ser Putin como Aerys?
“Sí puede ser, solo que Putin no está tan chiflado, y no es el único con dragones (ojivas)”, comentó Alejandro Bohórquez-Keeney, profesor de la Universidad Externado.
Al igual que el joven Aerys en los primeros años de su reinado, Putin ha demostrado ser un estratega metódico. Su reciente declaración de que Rusia utilizará armas nucleares incluso en respuesta a ataques convencionales es un recordatorio escalofriante de que no solo posee el poder, sino también la capacidad de generar incertidumbre sobre su disposición a usarlo.
Pero no hay que acudir a una figura fantástica como Aerys para comprender que esta es una posibilidad real. La historia ya nos ha mostrado que el acto de pulsar el botón no está fuera de las capacidades humanas. Harry Truman lo hizo en 1945, ordenando el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki.
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