¿Cómo afecta el golpe de Estado en Malí la búsqueda de monja colombiana raptada hace tres años?
En medio del golpe de Estado en ese país africano, que desde hace años está al borde del abismo por inestabilidad política, pobreza y amenazas terroristas, la familia de la monja colombiana Gloria Cecilia Narváez, secuestrada en 2017, espera que los militares la ayuden a gestionar su libertad.
Una revolución dentro de las Fuerzas Militares de Malí, país del oeste de África, culminó con el que se convirtió en el primer golpe de Estado del año. El descontento de las tropas malienses, cansadas de los bajos salarios y de los enfrentamientos con los grupos yihadistas, colmó la paciencia de los soldados, que en cuestión de horas tumbaron al presidente del país y a su gobierno el pasado martes. El golpe de Estado fue celebrado con júbilo por gran parte de la sociedad maliense.
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Una revolución dentro de las Fuerzas Militares de Malí, país del oeste de África, culminó con el que se convirtió en el primer golpe de Estado del año. El descontento de las tropas malienses, cansadas de los bajos salarios y de los enfrentamientos con los grupos yihadistas, colmó la paciencia de los soldados, que en cuestión de horas tumbaron al presidente del país y a su gobierno el pasado martes. El golpe de Estado fue celebrado con júbilo por gran parte de la sociedad maliense.
La gestión del presidente Ibrahim Boubacar Keïta y de su gabinete era desaprobada por una gran cantidad de manifestantes, que durante meses salieron a las calles pidiendo la renuncia del gobierno, acusado de corrupción, pésima gestión de la crisis económica y poca acción frente a la pandemia de coronavirus.
En medio de las condenas internacionales reviven las preocupaciones de una familia colombiana, que desde hace tres años sigue cada una de las noticias que produce este lejano país africano. Se trata de la familia Narváez, que desde 2017 espera buenas noticias de la monja Gloria Cecilia, parte de la orden de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, que fue secuestrada por grupos yihadistas en Malí.
“Estamos muy pendientes de todo lo que sucede en Malí, por lo que cuando vimos que hubo un golpe nos preocupamos, pero también confiamos en que las cosas mejoren con esto, cuenta Édgar Narváez, hermano de la misionera retenida. “Creemos que con los militares podamos tener un diálogo más fluido, porque las informaciones que nos llegaban desde allá es que era difícil que el gobierno gestionara la liberación de Gloria”, agrega.
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La historia del secuestro de Gloria Narváez ha sido bien documentada desde febrero de 2017. La religiosa, de 59 años y oriunda de Pasto, se encontraba en una misión apostada en la región de Sikasso, unas seis horas al norte de Bamako, cuando un grupo de hombres, miembros de una organización yihadista, se la llevaron, junto con tres misioneras.
“La última vez que supimos de mi hermana fue hace como seis meses, a través de una comunicación de prensa de Malí, en la que nos informaron que estaba sirviendo de enfermera para los insurgentes en el norte del país, cerca de la frontera con Burkina Faso, dice Narváez, quien a su vez se queja de que no ha recibido el apoyo suficiente para gestionar la liberación de su hermana.
Narváez, quien es docente de un colegio en Pasto, cuenta que el año pasado se hicieron gestiones con la Cancillería, la Policía colombiana y hasta con el Vaticano para gestionar una posible liberación de su hermana. Sin embargo, aunque entiende que la zona en la que está retenida es remota, donde la comunicación es difícil, manifiesta que el Gobierno colombiano se olvidó de su hermana.
“Uno ve que otros países hacen gestiones para liberar a sus ciudadanos en otros países. Hacen hasta lo imposible, pero con el caso de mi hermana, que estaba haciendo el bien, solo hay indiferencia y silencio por parte del Gobierno”, lamenta Narváez.
De hecho, la última comunicación oficial por parte de las autoridades colombianas se dio el pasado mes de febrero, justo cuando se cumplían tres años del secuestro de la monja. “Sabemos las condiciones de estos grupos yihadistas de Al Qaeda que en este momento la tiene, en donde no han permitido encontrar un canal de comunicación de negociación para saber realmente qué se quería con el secuestro”, dijo en su momento el general Luis Fernando Murillo, director del Gaula de la Policía.
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Malí, un país en perpetuo conflicto
La hermana Gloria Cecilia Narváez es solo una más de las miles de víctimas de un sangriento conflicto que enfrenta desde hace años a grupos yihadistas al servicio de la organización terrorista Al Qaeda con las fuerzas estatales de Malí.
El origen del conflicto más reciente data de 2012, cuando el país también vivió un golpe de Estado, orquestado por los militares argumentando que el gobierno era poco contundente con la amenaza yihadista, que entonces era peligrosa, pero no tenía las dimensiones actuales.
Quien asumió el poder con el objetivo de “pacificar al país” fue el hoy derrocado Ibrahim Boubacar Keïta. Sin embargo, a pesar de haberse reelegido en 2018, y de convencer a potencias como Francia para desplegar 5.100 soldados y contrarrestar la avanzada yihadista, la paciencia de la gente y de los militares en Malí se fue diluyendo por los pocos resultados.
De hecho, la incapacidad del inmenso despliegue militar extranjero, y de la misión de la ONU para traer la paz a Malí, también está en el origen de este golpe de Estado. Pese a las intervenciones extranjeras, la violencia yihadista se ha extendido al centro del país y a los países vecinos, Burkina Faso y Níger.
Los militares, como lo hicieran en 2012, crearon un comité que decidirá el futuro del país. No obstante, a diferencia de lo que ocurrió hace ocho años, parece que la intención de los uniformados no es la de buscar una transición democrática rápida. “Ya no podemos equivocarnos más. Con la intervención de ayer, lo que hemos hecho es poner al país por encima de todo, Malí ante todo”, aseguró, rodeado de militares armados, Assimi Goita, líder del golpe.