Con la muerte de Al Aruri, impulsor de la relación Hamás-Hezbolá, crecen tensiones
Hezbolá, desde el Líbano, así como las autoridades de Hamás, le atribuyen a las fuerzas israelíes la muerte de quien hasta hoy era el segundo al mando del grupo islamista palestino, aumentando los temores de que los enfrentamientos en Gaza se conviertan en un conflicto regional. A lo largo de las últimas décadas, Al Aruri se caracterizó por tener varios roles dentro de la organización, entre ellos el de impulsar al brazo armado de Hamás en Cisjordania y de consolidar los lazos con la agrupación libanesa.
Saleh al Aruri, el número dos de Hamás, murió en medio de un bombardeo en Beirut, capital del Líbano, que fue atribuido a Israel, aunque el gobierno de Benjamín Netanyahu no ha confirmado oficialmente su autoría. Ante su fallecimiento, el grupo islamista palestino emitió una declaración, así como también lo hizo Hezbolá, mientras continúa la ofensiva en Gaza.
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Al Aruri cumplió varios roles dentro de la organización: negoció con otras facciones palestinas, con autoridades israelíes y con diversos aliados internacionales, además de que tuvo a su cargo las finanzas de Hamás y, según el mapa de dirigentes y organizaciones palestinas del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, contribuyó al establecimiento del brazo armado de la organización, las brigadas Ezedín al Qasam, en Cisjordania. Por varios años estuvo preso en Israel, pero también fue considerado portavoz de los presos palestinos e interlocutor con las autoridades carcelarias del Estado judío, cuando, en 2007, el partido político Fatah y Hamás trataron de negociar para compartir el poder y, por ende, fue puesto en libertad. Sin embargo, fue encarcelado nuevamente y, posteriormente, deportado.
Así fue como llegó a Damasco, Siria, donde por entonces se encontraba la dirigencia civil de Hamás, respaldada por Bashar al-Ásad, y ascendió a la segunda posición de la agrupación palestina, solamente por debajo de Jaled Mashal. Ahora bien, cuando empezaron a surgir las divisiones con el Gobierno sirio, régimen chií, pues Hamás comenzó a apoyar a los rebeldes, en su mayoría suníes, abandonó Siria y llegó a Turquía, donde la administración de Recep Tayyip Erdogan ofreció refugio a varios de los dirigentes del grupo, mientras que otros se establecieron en Catar. Allí dirigió la delegación en distintos intentos, impulsados por Ankara, para lograr una reconciliación con Fatah y la Autoridad Nacional Palestina. En paralelo, en 2014, se atribuyó la autoría del secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes en Cisjordania, algo que no reconocieron los líderes palestinos ubicados en Doha. Un año después, expulsado de Turquía, fue a parar al Líbano.
Desde la oficina en Beirut, a lo largo de 2017, año en el que fue elegido vicepresidente del buró político de Hamás, negoció con representantes iraníes y libaneses, hasta que, finalmente, en compañía del líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, anunció el restablecimiento de las relaciones, rotas a causa de las diferencias por la guerra civil siria. Por eso, se le atribuyó la consolidación de dichos lazos, respaldados por Teherán. Incluso, se llegó a decir que sirvió como una especie de embajador del grupo islamista palestino ante la organización libanesa. El Departamento de Estado de Estados Unidos ofreció durante años hasta US$5 millones por información sobre su paradero.
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Reacciones ante la muerte de Saleh al Aruri
“Un movimiento cuyos líderes y fundadores caen como mártires por la dignidad de nuestro pueblo y nuestra nación nunca será vencido”, expresó Ismail Haniyeh, jefe de Hamás, en una alocución por televisión. En ella, agregó: “Es la historia de la resistencia y del movimiento, que, tras el asesinato de sus líderes, se vuelve aún más fuerte y determinado”. En su discurso, además, culpó a la “ocupación sionista” del bombardeo en Beirut y lo calificó de “acto terrorista”. También dijo que se trataba de “una violación de la soberanía del Líbano y una expansión” de la agresión “contra nuestro pueblo y nuestra nación”.
Por su parte, Hezbolá, a través de un comunicado, comentó que “este crimen no quedará sin respuesta ni impune. Consideramos que asesinar al jeque Saleh al Aruri en el corazón del suburbio sur de Beirut es un grave ataque contra el Líbano (...) y un acontecimiento peligroso en el curso de la guerra”. Se espera que Nasrallah pronuncie un discurso televisivo el miércoles.
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Saleh al Aruri, el número dos de Hamás, murió en medio de un bombardeo en Beirut, capital del Líbano, que fue atribuido a Israel, aunque el gobierno de Benjamín Netanyahu no ha confirmado oficialmente su autoría. Ante su fallecimiento, el grupo islamista palestino emitió una declaración, así como también lo hizo Hezbolá, mientras continúa la ofensiva en Gaza.
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Al Aruri cumplió varios roles dentro de la organización: negoció con otras facciones palestinas, con autoridades israelíes y con diversos aliados internacionales, además de que tuvo a su cargo las finanzas de Hamás y, según el mapa de dirigentes y organizaciones palestinas del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, contribuyó al establecimiento del brazo armado de la organización, las brigadas Ezedín al Qasam, en Cisjordania. Por varios años estuvo preso en Israel, pero también fue considerado portavoz de los presos palestinos e interlocutor con las autoridades carcelarias del Estado judío, cuando, en 2007, el partido político Fatah y Hamás trataron de negociar para compartir el poder y, por ende, fue puesto en libertad. Sin embargo, fue encarcelado nuevamente y, posteriormente, deportado.
Así fue como llegó a Damasco, Siria, donde por entonces se encontraba la dirigencia civil de Hamás, respaldada por Bashar al-Ásad, y ascendió a la segunda posición de la agrupación palestina, solamente por debajo de Jaled Mashal. Ahora bien, cuando empezaron a surgir las divisiones con el Gobierno sirio, régimen chií, pues Hamás comenzó a apoyar a los rebeldes, en su mayoría suníes, abandonó Siria y llegó a Turquía, donde la administración de Recep Tayyip Erdogan ofreció refugio a varios de los dirigentes del grupo, mientras que otros se establecieron en Catar. Allí dirigió la delegación en distintos intentos, impulsados por Ankara, para lograr una reconciliación con Fatah y la Autoridad Nacional Palestina. En paralelo, en 2014, se atribuyó la autoría del secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes en Cisjordania, algo que no reconocieron los líderes palestinos ubicados en Doha. Un año después, expulsado de Turquía, fue a parar al Líbano.
Desde la oficina en Beirut, a lo largo de 2017, año en el que fue elegido vicepresidente del buró político de Hamás, negoció con representantes iraníes y libaneses, hasta que, finalmente, en compañía del líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, anunció el restablecimiento de las relaciones, rotas a causa de las diferencias por la guerra civil siria. Por eso, se le atribuyó la consolidación de dichos lazos, respaldados por Teherán. Incluso, se llegó a decir que sirvió como una especie de embajador del grupo islamista palestino ante la organización libanesa. El Departamento de Estado de Estados Unidos ofreció durante años hasta US$5 millones por información sobre su paradero.
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Por su parte, Hezbolá, a través de un comunicado, comentó que “este crimen no quedará sin respuesta ni impune. Consideramos que asesinar al jeque Saleh al Aruri en el corazón del suburbio sur de Beirut es un grave ataque contra el Líbano (...) y un acontecimiento peligroso en el curso de la guerra”. Se espera que Nasrallah pronuncie un discurso televisivo el miércoles.
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