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Conflicto en Tigray: miles de víctimas y el olvido de la comunidad internacional

El mundo parece haber olvidado el conflicto en Tigray, uno de los más violentos en África. Lo peor es que poco a poco los combates se extienden por la región.

20 de agosto de 2021 - 08:49 p. m.
Un grupo de pacientes, refugiados provenientes de la región etíope de Tigray, esperan para ser atendidos en la clínica de Médicos Sin Fronteras en el campo de refugiados Um Rakuba, en Sudán.
Un grupo de pacientes, refugiados provenientes de la región etíope de Tigray, esperan para ser atendidos en la clínica de Médicos Sin Fronteras en el campo de refugiados Um Rakuba, en Sudán.
Foto: MSF/Ehab Zawati - Ehab Zawati
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Cuando las fuerzas rebeldes de Tigray se tomaron el control de su ciudad, Derebe Wonde un joven de etnia amhara de la ciudad de Kobo, decidió emprender la huida para evitar ser reclutado. Como él, miles de etíopes permanecen desplazados por la expansión de la guerra de Tigray a las regiones vecinas. “Después de tomar la ciudad, las Fuerzas de Defensa de Tigray (FDT) convocaron una reunión con los jóvenes pero a ninguno de ellos se le permitió después volver, sino que fueron llevados a otros lugares y se les dio entrenamiento militar durante 3 días”, explica en conversación telefónica con Efe este joven.

Sin un horizonte de resolución cercano, la guerra que enfrenta al Gobierno central etíope y a la región norteña de Tigray desde hace nueve meses ha alcanzado una nueva dimensión desde julio pasado, al extenderse a las vecinas regiones de Afar (este) y Amhara (oeste y sur). Fue en esta última en la que Derebe, temeroso de que lo reclutaran forzosamente para combatir, decidió abandonar su casa, acompañado de sus padres y su hermana.

Ahora reside en la ciudad de Dessie, situada a unos 160 kilómetros de su antiguo hogar, y es uno de los 55.000 desplazados que viven en los refugios temporales habilitados en cinco centros educativos, según confirmó a Efe el teniente de alcalde de la ciudad, Sayed Yesuf.

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Sin solución en el horizonte para el conflicto

La guerra entre el Gobierno etíope y Tigray comenzó el pasado 4 de noviembre, cuando el primer ministro, Abiy Ahmed, lanzó una ofensiva contra el Frente Popular de Liberación Tigray (FPLT), que gobernaba la región hasta entonces, tras una escalada de las tensiones políticas durante los meses anteriores y en represalia por un ataque contra una base militar federal.

El pasado 28 de junio, el Ejecutivo etíope anunció un “alto el fuego unilateral humanitario” y el Ejército nacional se retiró de varias ciudades -incluida la capital, Mekele- pero las fuerzas amharas, que peleaban junto al Gobierno y habían anexionado de facto parte del oeste y el sur de Tigray -unos territorios sobre los que reivindican su derecho histórico-, siguieron sin moverse.

En ese escenario, los rebeldes tigriños tomaron un nuevo impulso para recuperar terreno y el conflicto se extendió hacia los territorios de Afar y Amhara, obligando a miles de personas de zonas hasta entonces ajenas al conflicto a huir. Como Derebe, también se vio forzada a abandonar Kobo y vive actualmente en Dessie Bezuye Feleke, una joven madre que escapó a pie con su pequeño, según cuenta a Efe con voz quebrada pero convencida. ”Vine aquí porque la guerra escaló mucho en mi región y estábamos viendo muchas cosas dolorosas que no podía soportar”, explica Bezuye desde las calles de esta ciudad etíope.

Esta madre temía, dice, que se repitiera lo ocurrido al principio del conflicto en la ciudad de Mai-Kadra, en el suroeste de Tigray, donde cientos de personas de la etnia amhara fueron asesinadas a manos de fuerzas leales al FPLT, según denunció entonces Amnistía Internacional. “Mujeres embarazadas parían en medio de la carretera, estábamos tan sedientos, no había agua ni comida, algunas personas murieron en el camino”, narra Bezuye.

Ningún apoyo del gobierno etíope

Según las autoridades de Dessie, el Gobierno etíope no está proporcionando ninguna ayuda para atender a los desplazados que, en una flujo constante, llegan huyendo del conflicto. “Hasta el momento, no hemos recibido apoyo del Gobierno federal y tampoco de ninguna organización humanitaria”, asegura el teniente de alcalde de la ciudad.

”Ahora estamos movilizando al público y los comerciantes para apoyar y alimentar a los desplazados internos”, explica el funcionario, que lamenta que cubrir las necesidades básicas de 55.000 personas está más allá de sus posibilidades. Gebrekidan Asrat también acabó en Dessie, aunque él viene de la ciudad de Alamata, una de las localidades del sur de Tigray situada en territorio disputado por esta región y Amhara.”

Como mi etnia es amhara, sufrimos mucha presión y odio”, relata. Cuando las tropas del Ejército etíope abandonaron Tigray por el alto el fuego, Gebrekidan y otros habitantes se unieron a ellas y les pidieron que los llevaran a Dessie. Ahora, están viviendo en aulas de colegio reconvertidas en dormitorios, con montañas de pupitres en un extremo y suelos recubiertos de alfombras de colores y estoras.

A unos 30 kilómetros de esta ciudad, en la localidad amhara de Hayek, han encontrado también refugio otras 15.000 personas forzosamente desplazadas de sus hogares. Entre ellas está Zehara Muhe, de 38 años, pero en su caso huyó a causa de la violencia interétnica desatada en la región de Oromía, fronteriza con Amhara y Afar, de donde es originaria.

Esta madre de cuatro hijos se vio obligada a huir en dos ocasiones antes de acabar en Hayek, donde reside desde hace 20 días.”La vida es dura para mí y mis hijos -lamenta- porque no tenemos suficientes suministros comida”. Desde el inicio de la guerra en Tigray, miles de personas han muerto, cerca de dos millones se han visto desplazadas internamente en la región y al menos 75.000 etíopes han huido al vecino Sudán, según datos oficiales.

Pese a ello, el acceso de la ayuda humanitaria se mantiene muy restringido y este mismo jueves la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID, en inglés) alertó en un comunicado de que los trabajadores humanitarios desplegados en la región norteña se quedarán sin alimentos para distribuir a la población.

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