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Durante semanas, Jane ocultó a su madre su participación en las protestas de Hong Kong y fingió que en su mochila llevaba libros, hasta que las desavenencias ideológicas entre ambas se hicieron tan grandes que tuvo que irse de casa.
A medida que las manifestaciones de los últimos cien días se intensificaban, con millones de personas reclamando a China mayor libertad, Jane discutía cada vez más con su madre, quien se opone de plano al movimiento prodemocracia.
"Después de cada pelea, pasaba una semana sin hablarme", cuenta Jane (un pseudónimo), de 24 años. "Los apartamentos en Hong Kong son pequeños. Solo nos separa una pared. Así que me tuve que ir".
Un golpe emocional porque Jane se formó solo con su madre. "Hemos pasado toda la vida juntas, solas ella y yo, pero no me apoya", cuenta la joven. "Me siento impotente". Jane se considerada moderada, no como los manifestantes que están en la primera línea del movimiento ni los que son violentos.
Asegura que intentó explicar a su madre los objetivos del movimiento a favor de una mayor democracia en Hong Kong, pero que su discurso cae en saco roto. "Ella cree lo que dice China, cree que a los manifestantes los pagan extranjeros, que son matones. Nunca me cree a mí", lamenta. Le puede interesar: La primavera de 2019: El año de las movilizaciones sociales
Las protestas prodemocracia en esta ciudad china semiautónoma, que empezaron hace tres meses y en algunos casos degeneraron en actos de violencia, están lideradas en gran medida por jóvenes.
Se desencadenaron con la oposición a un proyecto de ley -posteriormente retirado- que habría permitido las extradiciones al territorio continental chino, pero después fueron convirtiéndose en un movimiento más amplio que reclama mayor libertad y una rendición de cuentas de la acción policial.
Las investigaciones académicas mostraron que la mitad de los manifestantes tienen entre 20 y 30 años, y el 77% tienen estudios. Según un reciente sondeo de la Universidad de Hong Kong, el porcentaje de ciudadanos de la excolonia británica que se declaran orgullosos de ser ciudadanos chinos está en su mínimo histórico, un 27%. Y cuando se observa el grupo de entre 18 y 29 años, la proporción cae al 10%.
En las reducidas manifestaciones registradas en Hong Kong a favor de Pekín, los asistentes eran de mayor edad. Aunque en el movimiento prodemocracia participa gente de todas las edades, los manifestantes más jóvenes dicen que suelen chocar ideológicamente con sus padres o con familiares mayores, que creen que la ciudad prosperó desde que Reino Unido la devolvió a China, en 1997, o temen la reacción de los líderes chinos si las protestas se radicalizan.
Para muchos de los jóvenes implicados en las protestas, la batalla que se libra en las calles continúa al volver a casa.
"Al principio comíamos en silencio. Era tan deprimente que ahora no regreso a casa hasta que sé que mis padres se fueron a la cama", cuenta Chris (también un pseudónimo) quien se graduó recientemente y empezó a trabajar en un banco importante.
"Creo que es una cuestión de educación. Mis padres fueron educados en China y no les hablaron sobre la democracia y la libertad", señala, explicando que sus padres llegaron a Hong Kong en la década de 1990 en busca de mejores condiciones de vida.
"Mis padres quieren estabilidad y bonanza económica. Pero yo quiero más que eso y lucharé por ello", afirma Chris, quien se dice cansado y desalentado. Vea también: China ahora premia o sanciona con puntos la conducta de sus ciudadanos
"No puedo hablar con mis compañeros porque no confío en ellos y no puedo hablar con mis padres sin que me griten, así que suelo venirme abajo", reconoce.
Julia, una estudiante de 19 años, reconoce que las disputas familiares la tomaron por sorpresa.
"No me había dado cuenta de lo diferentes que somos hasta este verano", dice Julia. Sus padres no sabían que estaba en primera línea de las manifestaciones y se encaraba con los policías antidisturbios.
Tras las explosivas disputas por su apoyo a las protestas, sus padres amenazaron con dejar de ayudarla económicamente.
"Me estaban chantajeando. Al final, rompí la tarjeta de crédito y empecé a mentir sobre todo", cuenta Julia, quien ahora se mantiene gracias a un trabajo a tiempo parcial.
Tras irse de casa, Jane vive ahora con la familia de su novia, cuyos padres tampoco están de acuerdo con el movimiento de protesta.
Pero cuenta que acordaron tolerar las opiniones políticas mutuas, por diferentes que sean.
"Nunca hablamos de ello. Solo hablamos de gatos", bromea. "Pero siento que es un ambiente frágil".